Aguas fétidas en Bocabarranco
La playa de Bocabarranco, dos años después, sigue recibiendo aguas fecales sin control. El Ayuntamiento anunció una solución en verano de 2011, pero la costa de la desembocadura del barranco Real continúa recibiendo dos chorros canelos, uno de ellos especialmente fétido al ser de aguas negras sin depurar. Han pasado dos años, pero para el maltratado litoral de Jinámar parece como si no hubiera pasado el tiempo. Al desagradable hallazgo del chapapote que cubre parte del marisco de estas pequeñas playas, se le suma la constatación de que la política, a veces, no pasa del anuncio electoralista. La alcaldesa, Carmen Castellano, y su entonces primer teniente de alcalde, Guillermo Reyes (Ciuca), bajaron a pie de costa la mañana del 20 de julio de 2011 a dejar claro que tenían la solución para acabar con los vertidos de aguas fecales en Jinámar. Un enganche milagroso libraría a la playa y a sus usuarios de los 3 millones de litros de agua de cloaca que, dijeron entonces, se arrojaban al mar por una tubería situada en el centro mismo de la cala de Bocabarranco. Dos años después sigue el chorro fétido y contaminante. Se ve a simple vista. A Domingo Saavedra, pescador habitual de la zona, se le llevan los demonios por la falta de atención que recibe lo que para él es lo más parecido que hay al paraíso en La Tierra. «Fíjate cómo las gaviotas revolotean sobre la mancha, van a la mierda y se alimentan de los bichos que salen de ahí», se queja. Uno se acerca y no deja lugar a dudas. Huele mal. Cuando no, prosigue Saavedra, esa tubería tira al mar miles de toallitas de bebés que ahora se pudren entre el marisco. Otras veces arroja jabón. Castellano y Reyes explicaron en 2011 que ese vertido procede de un colector en el que desaguan las cloacas de Valsequillo y varios barrios de Telde. Dijeron que bastaría con enganchar a la depuradora de Jinámar, que está justo al lado, una tubería que procede del centro comercial Las Terrazas y que estaba sin usar.