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José Miguel Sánchez
Las Palmas de Gran Canaria
Lunes, 6 de noviembre 2023, 10:19
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Si recordamos a James Bond pidiendo un «agitado, pero no revuelto» o habláramos del paso de Hemingway por Pamplona, siempre nos haremos una idea en la cabeza de una imagen en la barra de un bar, ya sea con smoking o bien con una camisa abierta y barba crespada. Y es que la barra será la parada para cualquier amante de una buena conversación o quizás para encontrar un lugar en privado donde reflexionar con el vaso.
La barra de un restaurante ocupa un lugar muy importante dentro del ecosistema de un local. Cómo está vestida y decorada la barra, los materiales que se han utilizado en su diseño, sus butacas y por supuesto el responsable de barra, dará al local una esencia que marcará el estilo del lugar sin lugar a duda.
Una buena barra con un reposapiés donde tomarte ese café rápido para volver al tajo, una caña fresca de viernes para ir a almorzar después con la familia, o un buen vermut de domingo. Las hay de madera, de acero o de granito… rectas y largas, sinuosas, en forma de ele o cuadradas, todas ellas guardan memoria, casi todos recordamos alguna y tenemos historias en la barra de un bar.
En la barra de un restaurante de esos que llevan años funcionando hay huellas de vasos de caña, machas de vino impregnadas por el paso del tiempo, y taburetes incluso con nombre y apellidos. Las barras de muchos lugares han ocupado papeles protagonistas en películas y en canciones, todos nos podemos imaginar la mítica «Y nos dieron las diez» de Sabina y la chica de los ojos de gata.
Solo en la barra el cliente y el camarero parecen conocerse y hablarse de tú a tú, aquí no suele existir ese «servilismo» que se da en la sala. Parece que el trato es más cercano y amable, los chupitos corren por la barra, en donde más invitaciones se suelen hacer, y es que ¿quién no tiene un amigo de barra? Cuando queremos dar una vuelta rápida y vernos las caras, cualquier barra nos vale.
El cliente de barra de no es un cliente como otro cualquiera, aunque sea solo en ese momento, la actitud de ese comensal es otra, diferente de como cuando está en la mesa atendido desde otra altura. Los que reservan en la barra para almorzar o cenar, o llegan y eligen barra antes que mesa, suelen buscar un entorno más desenfadado, no les importa tanto la comodidad como si, el trato cercano con el personal de barra.
Son más sociables y observadores, les gusta analizar el botellero, las tapas del día, cómo cortan el jamón, y hasta cómo se relacionan los camareros entre ellos. Hay quien, en la barra del restaurante, entabla conversaciones con desconocidos, se unen diferentes grupos de amigos que acaban brindando unos con otros e incluso se puede conocer el amor, aunque sea «amor de una noche».
Las barras son elegidas también por aquel o aquella que simplemente busca un entorno ajeno donde refugiarse en sus pensamientos, muchas veces son preocupaciones laborales, familiares, amorosas etc. Buscando un trato grato por parte del camarero, una conversación o un consejo. Siga en Instagram a Ensayo de un camarero.
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