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Wisconsin es uno de los estados que son clave para decantar la balanza entre Trump y Biden. reuters
Cuatro Estados de los que depende la presidencia

Cuatro Estados de los que depende la presidencia

Los 52 delegados del Colegio Electoral que ponen en juego Winsconsin, Pensilvania, Nevada y Michigan, el epicentro de las milicias de ultraderecha, son claves para la nominación del futuro inquilino de la Casa Blanca

mercedes gallego

Miércoles, 4 de noviembre 2020, 08:30

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En el mapa electoral de los 50 Estados de Unión Americana y el Distrito de Columbia faltan aún entre siete y nueve estados por adjudicarse a un ganador, pero son solo tres los que encierran la clave final: Nevada, Wisconsin, Michigan y Pensilvania. Entre los tres suman 52 compromisarios en el Colegio Electoral, el órgano que nominará finalmente al presidente de aquí al 6 de enero. Cuando Biden lleva conseguidos 227 votos electorales y Trump 213, esos 52 avales permitirían a uno u otro candidato dar el golpe de gracia para aproximarse a los 270 necesarios para lograr la mayoría en el Colegio.

Sin embargo, el resultado puede hacerse esperar. Aunque los sondeos apuestan a que el candidato demócrata llevará ventaja en estos tres Estados, aún quedan muchas papeletas que contar, no ya directamente de las urnas, sino del voto postal y anticipado, una auténtica avalancha que requiere una minuciosa contabilización. Pensilvania es el mejor ejemplo de esta situación. A mediodía le quedaban por contar 2,5 millones de sufragios adelantados, lo que podría demorar el resultado hasta mañana o el viernes. Porque cada voto cuenta: en 2016 bastaron 77.741 sufragios para que Trump se llevara los delegados frente a Hillary Clinton.

El cinturón industrial alrededor de los Grandes Lagos era el cortafuegos demócrata, pero Trump le dio la vuelta en 2016 y logró darle jaque a la reina. Hillary Clinton apenas le había dedicado tiempo, esfuerzo ni dinero, convencida de que esos electores obreros no votarían por una multimillonario como Trump. De hecho, en los cien días transcurridos desde su nominación en la convención del partido y las elecciones, la primera dama nunca visitó Wisconsin y apenas Michigan, la cuna del automóvil y hogar del documentalista Michael Moore, que se deshizo en avisos sin que nadie le escuchase.

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Esta vez Biden puso atención, sin perder de vista la avenida Pensilvania que lleva hasta la Casa Blanca. En los últimos días concentró sus fuerzas en Michigan, donde se sabía atacado por Trump, y desplegó su mejor arma, el expresidente Barack Obama, que el sábado dio en Flint y Detroit uno de sus escasos mítines en coche acompañado de Stevie Wonder.

No solo lo defendía, sino que luchaba por él mano a mano con Trump, que la víspera había dado mítines en Traverse City y Gran Rapids. En esta última ciudad de un millón y medio de habitantes con el área metropolitana vivía Adam Fox, acusado de ser el líder de un grupo de ultraderecha que pretendía secuestrar a la gobernadora del estado Gretchen Whitmer. Estaba cabreado por la orden que cerró bares y gimnasios, sus mejores pasatiempos, y decidió convocar a sus hermanos de las milicias de ultraderecha para hacerle un juicio sumario, animado por una señal que les envió Trump, su líder. «¡Liberad Michigan!», había tuiteado.

Fox eran, según su esposa, un tipo «temerario cuando bebía, que la amenazaba con la pistola, daba patadas al perro, puñetazos a la pared» y le dejaba «cardenales» a ella. Según dijo el FBI cuando los detuvo, había buscado a individuos como él «amantes de las armas, particularmente cabreados con la orden de confinamiento y preocupados de que les quitaran su derecho a portar rifles» para «declarar la guerra civil contra los funcionarios de gobierno que se extrapolaban en sus funciones». Los mismos a los que Trump insulta en sus mítines y mensajes

Había habido muchas señales implícitas, pero ninguna tan directa como la que les dio en el primer debate. «A los Proud Boys, dad un paso a tras y quedaros a la espera», les dijo en cámara, para alarma generalizada. Esta madrugada se acabó la espera: «Habíamos ganado las elecciones», les calentó el mandatario. «Nuestra meta es asegurar la integridad por el bien de esta nación. Esto es un gran fraude».

Fox, de 37 años, y otros 13 amigos con los que preparaba el secuestro en el sótano de un edificio fueron detenidos durante una redada del FBI, pero otros cientos siguen repartidos por el estado escuchando los «silbidos de perro» que les lanza el presidente. Algunos, como Kyle Rittenhouse, de 17 años, ya le oyeron cuando se colgaron su rifle y se fueron a Kenosha (Wisconsin) a enfrentarse a tiros con los manifestantes de Black Lives Matter que protestaban por el tiroteo contra Jacob Blake. Pese a ello, la policía le trató tan bien que otros recibieron el mensaje de que serán tratados con guantes blanco si tienen que detenerles.

Esas protestas están ahora más calientes que nunca en Filadelfia, un feudo de Biden contra el que compite el voto de Trump localizado en los condados más al oeste de Pensilvania. Estos tres estados donde circulan las armas y el alcohol son el escenario del que pende la presidencia de EEUU, a merced de las manifestaciones y los jueces si no hay un resultado contundente en las próximas hora o días.

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