La presencia de policías en casa de Ferrera dinamitó la familia: «¿Qué hacen aquí?»
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El empresario trató de reconducir la relación de sus hijas con su segunda esposa pero un episodio en el primer trimestre evidenció que era imposibleF. S. A.
Las Palmas de Gran Canaria
Domingo, 21 de agosto 2022
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Fue en marzo de este año, en horario nocturno. Suena el timbre en casa del empresario Ángel Ferrera Martínez, en la capital grancanaria, y es él, aquejado de un cáncer en fase terminal, quien, al ver en la puerta a unos agentes policiales, les pregunta: «Ustedes, ¿qué hacen aquí?». El empresario conocía la respuesta: una de sus hijas había llamado denunciando un presunto caso de violencia doméstica, con el empresario como víctima.
Ese episodio, relatado por al menos dos personas del entorno del que fuera presidente de la patronal, la Cámara de Comercio y Unelco, entre otros cargos, marcó un punto de no retorno en la familia Ferrera. Las fuentes consultadas aseguran a este periódico que entonces Ferrera asumió que la relación con sus hijas era irreconducible y que el intento de normalizar la convivencia entre ellas y su segunda esposa, María Ángeles Tavío, había fracasado y apenas había margen para otro intento. La denuncia fue archivada. Ferrera rebatió las sospechas de las hijas y la justicia dio la razón al empresario y a su esposa. ¿Qué fue lo que pasó? Según la versión que corrobora la decisión judicial, hubo una discusión y movimiento de muebles. Nada más. Para situarlo todo en su contexto, hay que señalar que la vivienda de Ferrera es colindante con las de sus hijas, con espacios comunes.
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Ferrera y Tavío se casaron tras el fallecimiento de la primera esposa del empresario, Margarita Alonso, en 2007. Esa segunda boda no fue bien digerida por las hijas pero Ferrera confió en que el tiempo limase asperezas. Sin embargo, la relación se complica justo cuando el empresario se tropieza con un cáncer de pulmón e inicia un largo proceso de tratamientos oncológicos, con altibajos en su salud. La gravedad del diagnóstico hizo pensar en un primer momento en un rápido desenlace pero el acierto de los tratamientos y el estricto cumplimiento de los mismos por parte de Ferrera dio buenos resultados. En ese contexto, las amarguras llegaron del lado familiar, con al menos dos denuncias de las hijas contra el expresidente de la Cámara de Comercio: la ya referida por supuesta violencia en el ámbito doméstico y otra por, presuntamente, el suministro de medicamentos u otras sustancias que pudieran acelerar el deterioro de su salud. Es decir, el «envenenamiento» que las hijas han comentado estos días en su entorno y que pretendieron demostrar con la autopsia solicitada en vía judicial. Ese análisis forense impidió la incineración el pasado martes y la viuda espera la entrega del cuerpo, pues se han mandado muestras del cadáver a Tenerife para análisis toxicológico, lo que suele demorar el procedimiento al menos una semana.
En todo caso, tanto el médico que certificó el fallecimiento como el análisis inicial en el Instituto de Medicina Legal de Las Palmas concluyeron que Ferrera murió víctima del cáncer.
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A tenor de los comentarios de las hijas por WhatsApp a sus allegados, estas ni siquiera sabían que su padre había dejado firmado ante notario en su testamento vital su deseo de ser incinerado y que sus cenizas fueran depositadas en el panteón de la familia Ferrera en el cementerio de San Lázaro en la capital grancanaria. No es, por tanto, un empeño de la viuda, como han escrito en sus mensajes, sino el expreso deseo de su padre.
Pero más allá de las diferencias entre las hijas y la viuda, hay una motivación económica en la disputa desencadenada por las descendientes, según sostienen fuentes próximas al caso. Y eso a pesar de que Ferrera, consciente de que la disputa era irreconducible tras el episodio de marzo, dejó ordenada la sucesión.
En cuanto a la viuda, cuenta con el despacho del abogado Marcos García Latorre para la defensa de sus intereses y esperan el informe forense definitivo para proceder a la incineración y después determinar posibles acciones judiciales.
Respecto a la salud de Ferrera en los últimos meses de vida, las fuentes consultadas por este periódico sostienen que hasta el final sufrió «intensos dolores» que obligaron, siempre de acuerdo con sus médicos, a un tratamiento paliativo. Ese es el rastro que encontrarían sus forenses, tras acordar el paciente y el equipo de oncología que lo trataba que, ante la metástasis que padecía, con afección de cerebro y los huesos, ya no había margen para nuevos tratamientos.
Amigos que lo visitaron en los últimos días corroboraron a este periódico que Ferrera, acompañado siempre por su esposa, era consciente de que su final estaba cerca y de que le apesadumbraba la imposibilidad de que sus hijas normalizaran la relación, hasta el punto de que no lo iban a ver y tampoco la siguiente generación.
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