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JAVIER OLIVARES
Entre el pesimismo y la resignación

Entre el pesimismo y la resignación

Los habitantes de países como Alemania, Reino Unido, Francia, Bélgica o Italia se preparan para un otoño-invierno que adivinan con restricciones de gas y electricidad, y con una inflación disparada

J. c. Barrena | i. gurruchaga | D. Menor | B. Juez | O. Hernández

Sábado, 10 de septiembre 2022, 23:26

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Pesimismo. Pero sobre todo resignación. Los ciudadanos de los grandes países europeos saben que se avecina un otoño-invierno más duro de lo habitual, que deberán estar pendientes de que Putin cierre definitivamente o no el grifo del gas ruso y también de una cesta de la compra disparada, asuntos que van a dificultar su día a día y van a comprometer su futuro. Así lo ven:

  1. Alemania

    «Con el agua al cuello» y con riesgo de disturbios

Alemania. Protestas en Leipzig contra el incremento de los precios de la energía.
Alemania. Protestas en Leipzig contra el incremento de los precios de la energía. REUTERS

Juan Carlos Barrena

La crisis energética y los efectos de la alta inflación se harán patentes lo más tarde a finales de mes en Alemania. Bajo el lema 'Otoño caliente contra el frío social', el partido de La Izquierda arrancó este pasado lunes en Leipzig su campaña de protestas contra la imparable subida de los precios de la energía y el consumo. Una manifestación a la que se sumaron varios miles de personas, mientras a escasos metros la ultraderecha concentraba a varios centenares de simpatizantes para protestar por el mismo motivo. Manifestaciones que en algunas semanas podrían degenerar en graves disturbios, según advierten economistas y sociólogos, ante la desesperada situación económica de muchos alemanes, que tienen ya serias dificultades para pagar las facturas de la luz y el gas. Antes de comenzar esta crisis debido a la guerra de Ucrania uno de cada seis alemanes, unos 13 millones de personas, vivían bajo el umbral de la pobreza. Cuando pase el invierno serán seguramente varios millones más.

«Gente que hasta ahora pagaba 100 euros al mes por su calefacción de gas, tendrá que pagar próximamente 300 euros o más», advierte Sebastian Dullien, director científico del Instituto Alemán de Macroeconomía y Estudios Coyunturales. En la misma proporción que sube el gas, se incrementa la factura de la luz. Para muchos hogares con ingresos ajustados se trata de subidas que «suponen una grave carga y pueden conducir a la quiebra económica familiar», señala Dullien.

Preparados para lo que viene

Europa se reinventa para este invierno. Los gobiernos planean ayudas y los ciudadanos agudizan su imaginación. En Italia proponen hasta cocer la pasta con el fuego apagado

No solo el alza de los precios de la energía y la elevada inflación causan alarma. Tanto o más preocupa una posible escasez de gas en pleno invierno. Alemania compraba antes de la guerra más de la mitad del gas que consumía a Rusia. Desde que Moscú ha cerrado el grifo, Berlín busca desesperadamente nuevos suministradores y llenar a toda costa sus reservas para garantizar, sobre todo, el funcionamiento de una buena parte de su industria.

Así las cosas las asociaciones humanitarias han dado la alarma. La organización cristiana El Arca, que atiende y alimenta a diario a miles de niños de familias desfavorecidas en sus 30 centros repartidos por el país, advierte de que la presente crisis va a alcanzar dimensiones desconocidas en la primera economía de la Unión Europea. «He visto en Alemania niños y adultos con signos de desnutrición, pero a nadie con hambre, aunque en los próximos meses este problema se hará realidad», afirma Wolfgang Büscher, portavoz de la organización.

Y el movimiento popular '#estoyafectadoporlapobreza' denuncia que las ayudas del estado para quienes carecen de ingresos fijos son insuficientes. Iniciadora del movimiento, Kati Braun, que no puede trabajar por motivos de salud y necesita el apoyo público para subsistir, destaca que los millones de alemanes en su misma situación están «con el agua al cuello» y que si las cosas se agravan aún más, si la gente no puede pagar la luz y el gas, encender sus radiadores o ducharse con agua caliente, o alimentarse básicamente porque resulta impagable debido a la inflación, habrá un «estallido social» de consecuencias imprevisibles.

  1. Reino Unido

    Recuperando el talante estoico

Reino Unido. Voluntarias preparan comidas en Bradford.
Reino Unido. Voluntarias preparan comidas en Bradford. AFP

Iñigo Gurruchaga

El terror doméstico consistía hasta ahora en entrar en la app 'Nextdoor' en busca de un electricista y descubrir el número de supuestos y confirmados ladrones que merodean por la noche en las calles inglesas. Las cámaras de seguridad de los vecinos eran la fuente de intranquilidad, pero ahora es el contador inteligente que las compañías eléctricas instalan en el interior de la casa.

Los contadores son moderadamente inteligentes. Cuentan el coste del consumo de electricidad o gas. Aumentos del 50%, del 80%, y pronósticos aún más extraordinarios, han convertido a la cajita electrónica en un enemigo íntimo. Los que no tienen contador inteligente visitan casas de amigos para ver si les convendría instalar uno en la suya.

Es común que en las casas británicas haya una caldera de agua caliente, programada para los horarios del baño o de la lavadora. Han cedido terreno a las calderas 'combi', comunes en España, que son más eficientes. La norma es que, cuanto más ricos ancestrales son los anfitriones, más fría es la casa. Se dice a menudo que el parque nacional de viviendas es deficiente en su aislamiento térmico.

La nueva primera ministra, Liz Truss, culpa a Putin del aumento del precio de la energía, pero al mismo tiempo dice que hay que resolver los problemas aplazados de producción. Boris Johnson celebró en su despedida que la eólica generará pronto la mitad de la energía necesaria en el país. El pasado año, la demanda diaria fue de 29.4 gigavatios. La 'mix': 42.4% gas, 28.1% renovables, 17.9% nuclear.

Frío y hambre, y estoicismo para derrotar a Putin. El final feliz es un invierno ventoso para los molinos. En los supermercados hay más estanterías vacías que antes. En el este de Londres han puesto candados de seguridad a los quesos y se escanea a los clientes el código de barras de la factura para salir. Hay muy poca gente en el centro. La precaución en el gasto es un tema de conversación.

  1. Italia

    «Nos toca aceptar el decrecimiento infeliz»

Italia. Milanés que recibe ayudas oficiales.
Italia. Milanés que recibe ayudas oficiales. REUTERS

Darío Menor

A sus 80 años, Rita le da la vuelta a la teoría del decrecimiento feliz, muy popular entre los círculos de la izquierda italiana de hace 20 años como alternativa al consumismo, a la hora de explicar cómo afronta la desbocada inflación en Italia con su pensión de jubilada. «No nos queda más remedio que aceptar el decrecimiento infeliz», dice. Los precios subieron de media en agosto un 8,4%. «Mi marido y yo intentamos no desperdiciar nada. Por ejemplo, con la fruta compramos menos cantidad, para que no se nos ponga mala y haya que tirarla. Y tratamos de estar muy atentos para no dejarnos la luz encendida», cuenta esta señora a la salida de un mercado de abastos ubicado en un barrio residencial de Roma.

Menos preocupado por la subida de los precios está Antonio, un trajeado empresario que goza de una buena posición, al que lo que le quita el sueño es el suministro de gas. «Como haya que racionarlo los efectos para la economía van a ser catastróficos», dice. Aunque Italia ha logrado que, desde la invasión de Ucrania, Rusia pase de satisfacer más del 40% de sus necesidades de este hidrocarburo a quedar relegada a un 18% de las importaciones, no está previsto que pueda prescindir de las compras de gas a Moscú hasta la segunda mitad de 2024.

El miedo a la escasez ha propiciado que se multipliquen los consejos para ahorrar energía en casa, llegando incluso a un elemento tan identitario para el país como es la cocción de la pasta. Giorgio Parisi, galardonado con el premio Nobel de la Física en 2021, se ha convertido en el último científico en bendecir la forma más económica de cocinar este alimento, que prevé apagar el fuego después de que el agua entre en ebullición y se eche la pasta. Basta con tapar la olla para que se cocine.

El Gobierno espera que gracias a la reducción en la temperatura y duración de las calefacciones impuesta en un nuevo decreto, junto a otras medidas y a la mayor conciencia energética de los ciudadanos, puedan ahorrarse más de 5.000 millones de metros cúbicos de gas de los 70.000 millones que habitualmente necesita el país al año.

  1. Francia

    Menos inflación, pero las piscinas públicas cerradas

Beatriz Juez

Francia es el país con la inflación más baja de la Unión Europea (6,5% en agosto, frente al 10,3% de España), gracias, en gran parte, a la energía nuclear y a medidas gubernamentales, como la congelación de los precios de la electricidad y gas para los particulares.

A pesar de ello, los franceses nunca habían sido tan pesimistas (75%) como lo son ahora sobre su futuro y el de sus hijos, según un reciente sondeo de Ifop. Solo el 25% es optimista, el nivel más bajo registrado desde febrero de 1995. Dos años después del inicio de la pandemia del covid-19, los temas que más preocupan a los franceses son la salud, el alza de precios y la inseguridad.

El encarecimiento de los productos lo notan los franceses en la cesta de la compra. Por ejemplo, en junio de 2022, una baguette costaba una media de 93 céntimos de euro, cuatro céntimos más que un año antes. En los próximos meses se espera que siga subiendo su precio.

Los franceses se están llevando más sorpresas. «Debido a la crisis energética vuestro centro acuático permanecerá cerrado temporalmente», rezaba el cartel que encontraron esta semana pegado en la puerta de las instalaciones los usuarios de una treintena de piscinas públicas que gestiona el grupo Vert Marin. Los responsables justifican el cierre de las piscinas por el alza de los precios de la energía.

«Si este alza repercutiera en el precio de entrada de estos centros, estos últimos se multiplicarían por tres», explicó en un comunicado el grupo Vert Marin. El grupo confía en poder encontrar una solución con las autoridades locales o gubernamentales que permitan reabrir las piscinas al público lo antes posible sin que repercuta en los usuarios.

  1. Bélgica

    Paralizada la producción en algunas cervecerías

Olatz Hernández

Al pasar por la caja de un supermercado de Bruselas, una pareja repasa con atención el recibo. «¡Está todo carísimo!», comentan. Y es que la compra mensual de las familias belgas se ha encarecido en torno a dieciséis euros desde el inicio de la guerra en Ucrania.

La inflación del país ha llegado al 9,9% en la segunda mitad del año, según datos del Eurostat, lo que ha provocado una subida de precios general. Sin embargo, el efecto se ha notado especialmente en productos como el aceite, el pan, los cereales, el café, el té, el cacao y los productos lácteos, así como el tabaco y el alcohol. Algunas cadenas de supermercados han congelado el precio de algunos de estos productos para ayudar a las familias más vulnerables.

La cerveza, uno de los productos nacionales más importantes en Bélgica, tampoco ha logrado librarse de los efectos de la guerra. El aumento del precio de la energía y la falta de botellas de vidrio han obligado a algunas cervecerías a parar su producción, entre ellas Huyge, fabricante de la conocida marca Delirium Tremens.

Pero el encarecimiento del combustible ha sido el que mayor impacto ha tenido para las familias belgas, ya que muchas usan gasoil para calentar sus hogares. Antes de la guerra, el litro costaba 1,88 euros, mientras que ahora no baja de 2,13 euros. Esto ha llevado al Gobierno belga a ofrecer una ayuda de 200 euros a los ciudadanos para minimizar el impacto en la factura.

El país importa cerca del 75% de la energía que consume y la mayoría del gas llega desde Noruega. El mix energético de Bélgica se apoya también en la nuclear, su segunda fuente más importante, y los cortes de suministro de gas ruso retrasarán el cierre de estas centrales.

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