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El Chrysler Building, en la cumbre del art decó neoyorquino

El Chrysler Building, en la cumbre del art decó neoyorquino

No es el edificio más alto de Nueva York, privilegio que mantuvo durante menos de un año hasta que se lo quitó el Empire State. Pero esta grandiosa construcción nacida del empeño del constructor de automóviles Walter Chrysler está en la cumbre del Art Decó arquitectónico de la ciudad de los rascacielos

Santiago de Gárnica

Madrid

Sábado, 28 de noviembre 2020, 00:16

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Nueva York. En la esquina de la 42 con la Avenida Lexington se levanta un edifico muy especial. Hace unos años un comité de cien personas del que formaban parte reconocidos arquitectos e historiadores, lo eligió como su favorito. Es el Chrysler Building, uno de los ejemplos más notables del Art Decó en la arquitectura de la ciudad de los rascacielos.

Pero volvamos atrás. Al Nueva York de los Años Veinte. El promotor William H. Reynolds planea alzar un rascacielos. Recurre al arquitecto William Van Allen, alumno en París del francés Víctor Laloux, uno de los más prestigioso arquitectos de la Belle Epoque. Los bocetos no le gustan a Reynolds y dormitan en una mesa. Walter Percy Chrysler, dueño de la empresa de automóviles que lleva su nombre quiere construir en el centro de Nueva York el edificio más alto del mundo, todo un monumento a su propia figura y al capitalismo.

Guerra en las alturas

El proyecto de Van Allen encaja con sus ideas y en 1928 pone en la mesa los 15 millones de dólares necesarios para hacerlo realidad. En el otoño de ese año se inician las obras, que se convierte en toda una carrera contra George Ohrstrom, al frente del Banco de Manhattan, un proyecto de H. Craig Severance antiguo socio de Van Allen. Ambos arquitectos esconden ases en sus mangas. El proyecto inicial del banco es de 47 pisos. En el de Chrysler se trabaja duro. Terminados los trabajos de cimentación, cada semana se levantan cuatro plantas. Un año después del inicio de la construcción ya son setenta pisos pero están por debajo del Manhattan Bank, que ha pasado a 68 plantas y 270 metros de altura.

Van Allen no se rinde. Una pirámide de 60 metros de altura bautizada como Vertex se ha construido en secreto en el interior de la parte alta. El 23 de octubre de 1929, con ayuda de una grúa, sitúan el pináculo de 27 toneladas en tan sólo 90 minutos. De esta forma, con 318 metros, el Chrysler Bulding gana la carrera y no solo se convierte en el edifico más alto del mundo sino también en la estructura más alta, desbancando a la Torre Eiffel. Y, por cierto, sin que ningún trabajador haya muerto durante la construcción, toda una excepción en las obras de la época.

Pero esto no es noticia. Al día siguiente, 24 de octubre, jueves, la Bolsa de Nueva York se hunde. Y en cualquier caso el reinado tampoco dura mucho. Once meses después finalizan las obras del Empire State Building que alcanza los 443,2 metros.

Modelo arquitectónico

Pero el Chrysler Building, es mucho más que metros de altura, como lo pueden comprobar los invitados a la inauguración oficial el 27 de mayo de 1930. Todo un ejemplo del estilo arquitectónico art decó, la torre se distingue por una ornamentación basada en los tapacubos usados por los automóviles Chrysler de la época. En las esquinas del piso 31, están unas réplicas de los tapones de los radiadores de los modelos de la firma del año 1929, con sus correspondientes alas. El esqueleto de la cúpula está conformado por vigas de acero curvadas y el exterior va revestido de treinta toneladas de un tipo de acero inoxidable llamado Enduro K2, construido en Alemania por Krupp y comercializado como Nirosta. Lo ha elegido el propio Walter P. Chrysler por ser un material que no necesita mantenimiento. Las planchas de acero se han trabajado un taller instalado dentro del propio edificio. Después se situaban en su posición definitiva, donde se soldaban y sellaban con plomo blanco. Este acero Nirosta también se utiliza en otros ornamentos del edificio como las gárgolas en forma de águilas, réplicas de las que culminan el capó de los automóviles de la marca americana. Hay ocho en total, dos en cada esquina del piso 61, y están diseñadas por Chesley Bonestell un delineante amigo de Van Allen. Las águilas fueron esculpidas en un taller aparte y después instaladas en el edificio sobre unos pedestales de hierro.

El acero inoxidable también está presente en el espectacular vestíbulo, de forma triangular, compartiendo espacio con mármoles africanos y granito de todo el mundo. En el techo hay un enorme mural de 36 metro de largo por 26 metros de ancho pintado por Edward Trumbull que representa imágenes del progreso, los transportes y la energía. Otra característica del vestíbulo son los ascensores. Hay un total de 32 y todos son distintos, fabricados con maderas nobles. Ascienden y descienden a 330 metros por minuto: son los más rápidos del mundo. Cuando el edificio se abrió por primera vez, contaba en las plantas 66 a 68 con una galería de acceso al público en la parte superior, sustituida posteriormente por un restaurante que no funcionó por la grave situación económica y terminó reconvertido en un club privado, el Could Club. En la segunda planta del mismo estaba el comedor privado de Walter P. Chrysler. En el piso 71 había un observatorio con paredes decoradas con estrellas y planetas, y con techos de los que colgaban lámparas con forma de Saturno. La propia firma automovilística Chrysler disponía de amplias oficinas y una sala de exposiciones. La oficina privada de Walter P. Chrysler estaba situada en el piso 65.

Pero los grandes proyectos también tiene sus grandes miserias. Los honorarios de Van Allen se habían establecido, conforme a los usos de entonces y de palabra, en el 6 por ciento del coste de la obra. Pero Walter Chrysler se negó a pagar y acusó a Van Allen de cobrar comisiones de las constructoras, algo que no pudo demostrar. El tema acabó en los tribunales. Van Allen denunció a Chrysler y obtuvo una orden de embargo del edificio. Al final llegaron a un acuerdo.

En 1940 muere Walter Chrysler, y cinco años después el observatorio cerró las puertas al público porque no generaba ingresos suficientes. A partir de 1953, la familia Chrysler fue vendiendo las participaciones del edificio. Van Allen murió en 1954 a los 71 años.

En la década de los 70, el Cloud Club acabó desapareciendo. Las nuevas empresas se fueron a inmuebles más modernos y el Chrysler Building, se cerró. De unas negras perspectivas le sacó una ley establecida en 1976 que otorgaba ventajas tributarias a los propietarios de edificios comerciales históricos que invirtieran en su restauración. Así poco a poco, del vestíbulo a la aguja superior, el emblemático edificio recuperaría su pasado esplendor.

En el arte

El Chrysler Building, ha estado presente en numerosas manifestaciones artísticas. En el álbum Bat Out of Hell II de Meat Loaf, del año 1993, preside la portada realizada por Michael Whelan. Lo hemos podido ver rodeado de un muro de agua en Deep Impact (1998) o en Los Cuatro Fantásticos contra Silver Surfer. Sumergido bajo el agua en Inteligencia artificial de Steven Spilberg o mientras Spiderman se colgaba de una de sus gárgolas en la primera de las tres películas del héroe Marvel al igual que Willy Smith en «Men in Black III» (2012).

Hoy si va a Nueva York no deje de pasar por la esquina de la 42 con la Avenida Lexington para ver lo que Walter P. Chrysler bautizó como «una estructura fuerte que elogiaba las glorias de los tiempos modernos» en los que sin duda el automóvil era el protagonista.

Walter Percy Chrysler

De humilde origen, Walter Percy Chrysler es un genuino representante del sueño americano. Había nacido en Ellis, Kansas en el año 1875, en el seno de una familia humilde. Comenzó como aprendiz en un taller para la Union Pacific. Muy pronto entra a trabajar en Buick, una de las pioneras del mundo del automóvil. Con cuarenta y cinco años es ya uno de los grandes del mundo del automóvil ; presidente de Buick y vicepresidente de General Motors. Pero sus criterios le enfrenta con William C. Durant, el creador d ela General Motors, y se marcha a la marca Willys Overland que se encontraba en un mal momento. Tras recuperarla se va a la Maxwell Chamers, a la que también saca de los números rojos.

En 1924 decide crear su propia marca junto a tres jóvenes técnicos: Fred Zeder, Owen Skelton y Carl Breer. Su primer modelo es un éxito que continúan los siguientes. Crea también Dodge, De Soto y Plymouth. Su producción se caracterizó siempre por importantes innovaciones. Cuando muere en 1940, Chrysler, su grupo de empresas es uno de los grandes de Detroit.

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