Pocos sectores provocan tanta polémica como el del reparto de comida a domicilio. Aunque ha pasado mucho tiempo desde que se popularizó sin controversia con la pizza, la irrupción de grandes plataformas que hacen de intermediarias entre un abanico cada vez más amplio de restaurantes y un creciente número de clientes ha supuesto en los últimos años un punto de inflexión que ha cobrado aún más relevancia con la pandemia del coronavirus. Ya es posible pedir cualquier tipo de comida y tenerla en casa en poco más de media hora.
Pero el coste social de este servicio, tal y como está planteado actualmente, es elevado: la precarización de los repartidores ha provocado una cascada de sentencias contra Glovo y Deliveroo que se ha traducido en un grito para legislar sobre su trabajo. Just Eat se desmarcó el año pasado del modelo de falsos autónomos y comenzó a contratarlos -de forma directa o a través de empresas de logística- con el objetivo de que todos sus 'riders' cobren más del salario mínimo y coticen a la Seguridad Social. No obstante, su consejero delegado en España, Patrik Bergareche, considera que eso es para Just Eat «una desventaja comparativa».
- ¿No sería en realidad competencia desleal?
- No me gusta ese término porque es muy acusatorio. Pero siempre he creído que no se puede hacer negocio fuera de la ley. Y tampoco se deben construir modelos de negocio en zonas grises del marco regulatorio, que es donde surgió el sector. En España, la única forma de repartir comida a domicilio sin riesgo de saltarse la ley ahora es contratando a los 'riders'. Y hemos demostrado que puede ser rentable. Además, en este mundo digital en el que el repartidor se convierte en el único nexo entre el cliente y el restaurante, creemos que tener un alto nivel de afiliación con él es positivo para el servicio. Abrir la puerta y ver a alguien uniformado y con buenas maneras es importante, y este modelo nos otorga más control sobre ese aspecto en un momento de crecimiento brutal. En cualquier caso, creo que se debe legislar cuanto antes para crear un entorno sostenible y que juguemos todos con las mismas reglas.
- Pero una cosa es contratar a los 'riders' y otra muy diferente ofrecer condiciones dignas.
- Sin duda. Nosotros ofrecemos un pago por hora que siempre va a estar por encima del salario mínimo. En el caso de las subcontratas, exigimos que cada tres meses nos envíen los certificados de la Seguridad Social para poder auditar el servicio. Es verdad que no siempre podemos controlar todo lo que nos gustaría, y en el pasado ha habido empresas de cuyos servicios hemos prescindido.
- ¿Qué opinión tiene de las cooperativas que están surgiendo para competir con ustedes?
- Lo veo fantástico. Creo que debe haber opciones para todo tipo de trabajadores. Ahora que se avecina una regulación en favor del modelo de empleado hay autónomos que no quieren trabajar por cuenta ajena y creo que es una buena alternativa para ellos. Nosotros, no obstante, ofrecemos un plan de carrera profesional para que los repartidores puedan crecer y convertirse en jefes de flota o responsables de Operaciones.
- Por su parte, los restaurantes critican las excesivas comisiones que se cobran por el servicio a domicilio.
- Es verdad que tenemos un modelo de comisión -de un 30%-, pero el beneficio unitario es muy bajo y, aunque en 2019 Just Eat fue la única empresa del sector rentable, hacemos dinero por los pelos. Con los gastos que tenemos -entre 12 y 13 euros por hora de cada repartidor, más gastos fijos- y lo que cobramos -unos 8 euros en un pedido típico de 25- el repartidor tiene que hacer más de un pedido a la hora para que sea rentable. Entiendo que los restaurantes se quejen de que nos llevemos un porcentaje relevante, pero también tienen que ver estos costes.
- ¿Cree que el cliente está concienciado sobre la necesidad de mejorar el sector o solo busca el precio más bajo?
- Hemos hecho estudios con consumidores y nos ha llamado la atención que un número incipiente -entre el 10% y el 20%- nos elige por el compromiso laboral. Y lo mismo ha sucedido con grandes cadenas de restaurantes que firman con nosotros. Pero en la actual coyuntura económica, con mucha gente con dificultad para llegar a final de mes, no tengo claro que ese compromiso ético prevalezca sobre las ofertas y el precio.
- ¿Cómo ve el futuro del sector en la próxima década?
- El crecimiento va a continuar porque este es un fenómeno que ha venido para quedarse. Antes de la pandemia estábamos en un 5% del total de la restauración y ahora ya nos acercamos al 10%. En Reino Unido ya rozan el 30%, así que el potencial es enorme. Los restaurantes lo han entendido y veremos cada vez más 'cocinas fantasma' como las de Dani García, destinadas únicamente al reparto a domicilio. El marco regulatorio cambiará porque los países se han dado cuenta de que la innovación no puede ser a costa de la precariedad. Y, finalmente, la automatización y la robótica ganarán peso. En diez años, ya veremos el reparto con vehículos autónomos y drones en algunos distritos.
- No parece el mejor horizonte para los repartidores de carne y hueso.
- Algunos dicen que las empresas tendremos que pagar por los robots y que haya estabilidad social. No me sorprendería, pero tampoco me gusta este modelo porque los humanos debemos dar valor a nuestra existencia sin que nadie venga a darnos un cheque para que no hagamos nada. La robotización puede ser un buen complemento a la creación de empleo. Es posible que los repartidores tengan que llevar los pedidos a un punto central y que, desde allí, los robots se encarguen del último peldaño. Pero, sin duda, el reto de encontrar un equilibrio es enorme.
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