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Unos clientes repostando en una gasolinera. IGNACIO PEREZ
El caos energético agrava la brecha de precios entre los países de la zona euro

El caos energético agrava la brecha de precios entre los países de la zona euro

España presenta una inflación inferior a la media de la región, la primera vez que ocurre desde el inicio de la crisis

Sábado, 1 de octubre 2022, 23:16

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La inflación se ha convertido en el gran quebradero de cabeza de gobiernos, consumidores y empresas de las principales economías de la zona euro. Es cierto que, con una tasa del 9% en septiembre, España ya se sitúa por debajo de la media de la zona euro (10%). Pero desde que se inició la crisis energética, nuestra economía ha presentado, mes a mes, mayor tensión que el resto del entorno.

En términos armonizados (para hacer la comparativa con el resto de países de la zona euro) la inflación española fue del 9,3% en septiembre, una cifra que superan con creces países como Estonia (24,2%), Lituania (22,5%) y Letonia (22,4%), mientras que es inferior en otros como Francia (6,2%), Malta (7,3%) y Finlandia (8,4%).

Pero, ¿por qué se produce esta brecha entre regiones que se rigen bajo una misma política monetaria o bajo una misma referencia para los precios del gas? Lo primero que hay que tener en cuenta es que cada Estado calcula su IPC en base a la cesta de la compra de su propio consumidor medio, que será distinta, por ejemplo, en España que en Francia. Pero más allá de ese hecho, hay otros factores que explican la divergencia.

José Emilio Bosca, catedrático de Fundamentos del Análisis Económico en la Universidad de Valencia e investigador asociado de Fedea, considera que «si tienes más inflación que los demás en un entorno en el que el 'shock' es común para todos -en referencia a la inflación importada por la crisis energética-, es síntoma de que estás peor, bien sea por tu estructura productiva, porque presentes peor competencia entre sectores o por las distintas políticas económicas aplicadas».

Es cierto que las razones por las que el IPC sube más en un país que en otro son muchas. Pero la energía explica buena parte de la desorbitada escalada de los precios de los últimos meses.

Por ejemplo, la mayor dependencia de Alemania del gas ruso está detrás de la fuerte subida de su IPC, que en septiembre escaló al 10%. Mientras Francia y España han logrado girar a la baja la tendencia. Además, los expertos recuerdan que «es lógico que los países con un sector industrial más potente, con un uso intensivo de la energía, presenten mayores tasas ahora».

Hay que tener en cuenta que el peso de la energía en el IPC de cada país es diferente. Y la OCDE también considera que, a todo esto, habría que sumar el hecho de que en cada región existen distintos tipos de contratos con las eléctricas y las comercializadoras. Esto explicaría, al menos en parte, la brusca subida de la inflación en España cuando los precios energéticos empezaron a despuntar, pues el INE solo incluye en su estadística los hogares con contratos en el mercado regulado. Es decir, aquellos que están ligados de forma directa a la evolución de los precios del mercado mayorista.

Los expertos apuntan a que otro de los motivos de la brecha entre países son las distintas intervenciones aplicadas por los Gobiernos durante estos meses. Van desde las bonificaciones a la gasolina o el tope al gas aplicado en España hasta el modelo que facilita la regulación de los precios en Francia, con el proceso de nacionalización de la empresa pública EDF. En estos planes, el coste lo asumen los gobiernos. Pero, al final, el mismo recae sobre la economía. Y lo hace con un peso distinto en cada una de ellas, al no ser medidas comunes aplicadas desde Bruselas.

Sectores productivos

La energía es clave. Pero, tal y como recuerdan los economistas de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), «la inflación es un fenómeno complejo en el que impactan diferentes factores, y la competencia es uno de ellos». «En los mercados competitivos, los precios se ajustan mejor a los 'shocks' de oferta y de demanda», añaden. Es decir, la competencia contribuye a que las medidas públicas -tanto monetaria como fiscal- sean más efectivas para luchar contra la inflación o para impulsar el crecimiento económico.

José Emilio Bosca coincide desde Fedea en que «si tenemos sectores poco competitivos las empresas suben precios para recuperar márgenes de beneficios. En una economía poco competitiva, lo lógico es que haya más tensiones inflacionistas».

La mayor o menor flexibilidad de las economías también es un factor a tener en cuenta. «Cuanta mayor es la intervención innecesaria o desproporcionada del sector público en el mercado, mayor suele ser el nivel de inflación que se produce ante 'shocks' de oferta o de demanda comunes a todos los países», indican desde Competencia. Por ejemplo, advierten que medidas como la indexación de salarios y precios en función de la inflación, así como la rigidez en el mercado laboral, «suelen estar asociados a mayores tasas de inflación y a que transcurra más tiempo hasta que las medidas contra ella hacen efecto».

Y lo mismo ocurre con el propio ciclo económico ante el impacto de los denominados efectos de segunda ronda. «Cuando hay pérdida de poder adquisitivo como ahora, los países con mayor poder sindical pueden presentar mayor riesgo de subida de la inflación, pues tendrán más éxito en sus reclamaciones de alzas salariales».

Otra razón detrás de la divergencia entre países puede venir de las propias expectativas económicas. Por ejemplo, si en Alemania se espera que la inflación permanezca en el doble dígito en los próximos meses, la tendencia será la de subir precios para no perder más poder de compra.

Bosca lo explica con un ejemplo: «Alguien con un piso en alquiler no bajará su precio si piensa que va a seguir perdiendo poder adquisitivo en los próximos meses, algo que sí puede suceder en un país donde se espere que la situación mejorará». Un ejemplo más de cómo la heterogeneidad de las distintas economías y sus mecanismos para controlar la crisis ha ensanchado la brecha inflacionista entre ellas.

La subida del coste de la vida golpea la capacidad de ahorro

La espiral alcista de los precios ha provocado que las familias empiecen a medir al milímetro cada uno de sus gastos. Muchas de ellas, de hecho, se han visto obligadas a empezar a tirar de ahorros que hasta ahora no habían tocado. Y no precisamente porque gasten más alegremente, sino porque el presupuesto con el que antes pagaban las facturas o llenaban el carrito de la compra ya no sirve para cubrir esas necesidades.

Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) evidencian cómo la inflación ya ha empezado a dañar la capacidad de ahorro de los españoles. La estadística (con datos desestacionalizados) evidencia que la tasa de ahorro se situó en el 8,5% de su renta disponible en el segundo trimestre de 2022. Son 2,1 puntos menos que en el trimestre anterior y, además, la más baja desde antes de la pandemia. En concreto, desde el cuarto trimestre de 2019.

Gastos e ingresos

Es cierto que la tendencia en el indicador ha sido siempre a la baja desde el máximo que se alcanzó en pleno estallido de la pandemia, cuando la tasa de ahorro superó el 25% en el segundo trimestre de 2020. Pero la evidencia es que, entre abril y junio, los hogares españoles gastaron 187.534 millones de euros, 20.156 millones más que en el mismo periodo del año anterior. Y ahorraron 36.060 millones de euros. Son 8.741 millones menos en un momento, junio, en el que la inflación escaló hasta el 10,2% en tasa interanual.

La subida de los precios, con especial impacto ahora sobre los alimentos, ha provocado que el pesimismo se apodere de los consumidores tras los meses de verano. Pero no es una situación exclusiva de España. Según las estadísticas de la Comisión Europea, el índice que mide la confianza del consumidor en la región cayó en septiembre a -28,8 puntos. Nunca antes, ni siquiera en lo peor de la pandemia, se habían observado niveles más bajos en el indicador, uno de los mejores termómetros sobre las decisiones de compra e inversión en los próximos meses.

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