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Cambio climático, de global a local

Cambio climático, de global a local

CRECIMIENTO AZUL ·

Los grandes acuerdos alcanzados, incluso los que no han sido posible alcanzar, no deben hacer perder de vista el conjunto de acuerdos parciales y acciones que se consiguen y coordinan en este foro y dado que son tomados de forma voluntaria, suponen siempre avances de interés

OCTAVIO LLINÁS

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 26 de noviembre 2022, 23:21

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El pasado domingo concluyeron los trabajos del COP27, terminando de concretarse los acuerdos como ya es casi tradicional, apurando y forzando plazos (del viernes previsto al domingo) para conseguirlo. A pesar de todas las circunstancias, según los datos oficiales, estuvieron representados casi 200 países (asistieron máximas autoridades, jefes de Estado o presidentes de Gobierno de 112) y participaron según las fuentes entre 45,000 y 66.000 personas, confirmando claramente que es el foro inequívoco de las decisiones globales sobre el cambio climático (tras 30 años de trabajo y esfuerzos continuados), esto es un hecho incuestionable.

Cuando se revisan los acuerdos globales, los trabajos desarrollados y acuerdos parciales que se han alcanzado, es inevitable hacer evaluación de los avances, retrocesos, su velocidad de implantación y producción de efectos, así como, en qué medida son los necesarios en contenido y momento para su adopción y aplicación.

El secretario general de la ONU Antonio Guterres, hizo una declaración formal en la que señaló: «Esta conferencia ha dado un paso importante hacia la justicia. Acojo con satisfacción la decisión de establecer un fondo para las pérdidas y daños y de ponerlo en marcha en el próximo periodo», añadiendo «además, está claro que esto no será suficiente, pero es una señal política muy necesaria para reconstruir la confianza rota».

La propuesta de este acuerdo fue introducida en la agenda con dificultad en el último momento, para dar respuesta a los países más vulnerables (sobre todo del sur global y estados insulares), que son los que sufren importantes consecuencias a pesar de haber contribuido en mucha menor medida a producir el cambio climático. La aportación a este fondo, según el acuerdo alcanzado será proporcional a la responsabilidad histórica de las emisiones de efecto invernadero realizadas por cada uno de los países, la decisión fue tomada por unanimidad, requisito imprescindible para que tenga el carácter de decisión formal del COP27.

La dificultad para llegar al acuerdo ha tenido como consecuencia la falta de tiempo para establecer los detalles de su aplicación: no se ha pactado cómo se financiará el fondo, ni qué países se beneficiarán del mismo y su desarrollo se encomienda a un Comité que lo elaborará en los próximos meses.

Parece claro que el acuerdo tiene valor en cuanto al reconocimiento de que existen países perjudicados por los efectos del cambio climático producido históricamente por otros, lo que probablemente será un acuerdo de referencia como fueron en su momento el Protocolo de Kioto (COP3) o el de París (COP21).

Sin embargo, los efectos y consecuencias económicas parecen más difíciles de conseguir. El acuerdo en vigor por el cual los países industrializados se comprometieron a aportar 100.000 M$ anuales (para apoyar financieramente la acción climática y la transición energética en los países en vías de desarrollo) está muy lejos de cumplirse.

De otro lado, era objetivo explícito de numerosos Estados, organizaciones y entidades ampliar al petróleo y al gas al acuerdo adoptado en el COP26 para el abandono gradual del carbón, acuerdo no conseguido y que algunas opiniones señalan puede haber sido consecuencia de la presencia activa (identificada) de más de 600 grupos ligados al sector de los combustibles fósiles.

También ha causado frustración no haber alcanzado fijar objetivos mayores y claros de recortes de emisiones de GEI y que se pueda considerar «un éxito» haber evitado que se llegara al acuerdo de abandonar el límite de la subida de la temperatura global en 1,5 °C respecto de los niveles preindustriales (algo que fue objeto de propuesta a lo largo de la Cumbre), ni siquiera pudo conseguirse al menos, establecer criterios estandarizados para el seguimiento de los objetivos nacionales que dificultan sustancialmente el control.

Sin embargo los grandes acuerdos alcanzados, incluso los que no han sido posible alcanzar, no deben hacer perder de vista el conjunto de acuerdos parciales y acciones que se consiguen y coordinan en este foro y dado que son tomados de forma voluntaria, suponen siempre avances de interés entre los que se pueden señalar: nuevas normas para impulsar los mercados voluntarios de créditos de carbono; el desarrollo de herramientas de evaluación integral de riesgos e impactos climáticos; el impulso del compromiso de reducción de las emisiones de metano (al cual se van incorporando un número cada vez mayor de países); la iniciativa AWARe que sitúa el agua como clave de la adaptación y resiliencia climática; el lanzamiento de la Alianza de líderes por los bosques y el clima iniciada por 22 países liderada por Ghana y USA. También puede llegar a tener gran impacto la respuesta de invitación: al Banco Mundial; al Fondo Monetario Internacional; a los bancos de desarrollo multilaterales y otras instituciones financieras internacionales para que participen en la financiación necesaria para esta estrategia global.

La visión global que la Conferencia ofrece del problema de las consecuencias del cambio climático no debe ser causa de alejamiento de la percepción y desvinculación local o individual, sino por el contrario, debe estimular el conocimiento y convencimiento de que los grandes objetivos señalados son los que se pueden alcanzar desde los cambios decididos y ejecutados en los entornos más próximos donde son posibles.

Esta visión es aplicable en el ámbito institucional internacional, pero también lo es en el ámbito más próximo y hay un primer problema básico a resolver qué tiene que ver directamente con el enfoque de los problemas que surgen al hacer posible las acciones necesarias para impulsar los objetivos de detener el cambio climático. Un ejemplo de estos días es la petición de paralización cautelar de las obras de la central de bombeo reversible Salto de Chira, ante la amenaza inminente que supone para el 'caracol chato de Arguineguín' y así evitar que se produzcan daños en esa especie de imposible o difícil reparación, especie que al parecer no está protegida y no figura en los catálogos oficiales de especies amenazadas. Es obvio que debido a la propia descripción y dimensión del problema que se plantea con el caracol chato, puede ser estudiado y resuelto con las medidas preventivas, correctoras y compensatorias que pudieran corresponder y hacer de este modo compatible simultáneamente la conservación de esta especie local y la contribución enorme a la disminución de GEI del sistema de almacenamiento que el Salto de Chira representa para la isla y al balance global.

De igual modo, continúan sucediéndose las muestras de capacidad tecnológica y empresarial para la generación eléctrica en Canarias (incluidas las marinas) y que permitirían una sustitución acelerada del sistema de producción, con la consiguiente reducción de cantidades enormes de GEI, pero su desarrollo sigue paralizado por el marco normativo existente o inexistente (pendiente de desarrollar), que hace prácticamente imposible su implantación. Esto no es un problema insoluble: hay recursos que pueden y deben ser empleados para agilizar los trámites de cualquier clase que sean necesarios y los Marcos normativos incluidos en las leyes se pueden cambiar muy rápidamente si existe la determinación suficiente, por tanto, es posible un marco regulatorio con garantías y procedimientos adecuados a las graves necesidades existentes.

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