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Tres oficinas bancarias en la misma calle. óscar chamorro
Menos sucursales, créditos y depósitos... ¿Esto es un banco?

Menos sucursales, créditos y depósitos... ¿Esto es un banco?

La pandemia acelera la transformación del sector más volcado en la operativa virtual y en obtener ingresos por las comisiones

Sábado, 15 de mayo 2021

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¿Se imaginan que su banco no tuviera oficinas?No es tan difícil. Desde hace años, el cierre de sucursales –y el traslado de los clientes a otro punto de atención– ha sido incesante. Pero, ¿se imaginan un banco donde ya no prima la comercialización de una hipoteca?E incluso más. ¿Un banco al que apenas le interesa conseguir más dinero de sus clientes a través de los depósitos?Lejos de imaginar, familias y empresas están viendo las entrañas de las entidades financieras.

Los ajustes a través de los ERE que negocian varias firmas estas semanas no son más que la punta del iceberg del nuevo sistema financiero: menos presencia a pie de calle. Pero en el trasfondo llegan otros muchos cambios que siguen sorprendiendo en el día a día de los clientes, en detrimento de la financiación clásica y la captación de dinero, y bajo el impulso de los seguros, las inversiones y otros productos pujantes que el sector potencia.

Aunque el coronavirus se ha convertido en el chivo expiatorio para justificar cualquier cambio, lo cierto es que en el caso de la banca ya se venía advirtiendo desde hace varios años. Incluso casi desde la anterior crisis financiera de 2008. Ahí comenzaron a mutar los registros estadísticos de oficinas, empleados, hipotecas... Para Joaquín Maudos, director adjunto de Investigación del IVIE y catedrático de Fundamentos del Análisis Económico en la Universitat de València, «no hay un cambio de modelo de negocio atribuible exclusivamente al impacto de la pandemia, si bien acelera procesos que vienen de atrás como la intensidad de la digitalización y sus efectos en la forma de relacionarse con los clientes».

Además, si los bajos tipos de interés ya comenzaron a enraizar desde hace casi una década (sobre todo a partir de 2014), ahora «persiste en el tiempo el escenario de bajos tipos que presiona los márgenes y la rentabilidad y obliga a ganar eficiencia recortando costes, como se ha visto con las fusiones y el anuncio de cierre de oficinas y reducciones de plantillas», explica Maudos. Sostiene que «el modelo de negocio cambia desde uno en donde es el margen de intereses la principal fuente de ingresos a otro en la que son los ingresos distintos a los intereses, como las comisiones».

A nadie le sorprenderá ya cómo los bancos promocionan todo tipo de productos financieros que siempre estuvieron en la recámara pero nunca eran tan generalizados, como los seguros (coche, hogar, vida, salud), los fondos de inversión, los planes de pensiones o las carteras bursátiles. Todos ellos, máximos exponentes de las comisiones que llevan adjuntas.

Atención más especializada

Las últimas decisiones comunicadas por firmas como CaixaBank y BBVA –Sabadell presentará su plan estratégico a finales de mes con previsibles reestructuraciones– van por el camino de seguir clausurando oficinas. Ahora queda un 50% de las más de 45.000 que había cuando comenzó la anterior crisis. Yello implica la salida de una parte de las plantillas. La banca cerró 2020 con 171.000 trabajadores, un 40% menos que 13 años antes. Francisco Uría, socio responsable global de banca y mercados de capital de KPMG, apunta que «la transformación digital es la de los propios bancos, que están mutando». Aclara que «cada vez somos menos presenciales, como lo es la propia sociedad, lo que afecta al parque de oficinas y es que, si ya hay, después de la pandemia, alrededor de un 60% de clientes que utiliza los canales digitales, ese mismo porcentaje utiliza cada vez menos las sucursales. Además, los bancos necesitan un nuevo tipo de oficinas, más grandes, con capacidad de venta y asesoramiento, y menos transaccionales». En este sentido, Joaquín Maudos aclara que «primará el asesoramiento, aunque muchas veces a distancia». Entiende que «ahora mismo tenemos la segunda red de oficinas más densa de la UE (en términos de habitantes por oficina) y con las oficinas más pequeñas (en términos de empleados por oficina)».

Pero el modelo está cambiando más allá de los puntos de atención al cliente. Su punto fuerte ya no está en vender créditos y captar ahorros, como habían hecho de toda la vida. «Las entidades tradicionales arrastran una estructura y sistemas caros, a pesar de las sinergias de la creciente concentración, y el negocio core del banco minorista, esto es prestar dinero y tomar depósitos, ya no es rentable», explica Laura Baselga, profesora de finanzas de Deusto Business School.

Esta experta considera que «el negocio parece que se está diversificando hacia otros servicios financieros 'no bancarios' como los seguros», afirma. Y, en este sentido, «la venta cruzada se da en cada préstamo que conceden, mejorando las condiciones a quienes añaden seguros del hogar y vida a sus hipotecas».

Menos ganas de endeudarse

Además, la población viene de un proceso de desendeudamiento, también derivado de la anterior crisis, por el que ya no hay tanta necesidad de hipotecas o créditos como antes. La adquisición de viviendas no ha regresado nunca a la burbuja del año 2007, hay más preferencia por el alquiler y adentrarse en una inversión tan costosa a tantos años vista no es precisamente la expectativa de las nuevas generaciones, con empleos precarios.

Ni siquiera un depósito es ya lo que era. Con la crisis del coronavirus, el dinero ahorrado por las familias se ha incrementado exponencialmente al no poder gastarlo por las restricciones de actividad. Ello, unido a la penalización del BCE a la banca por tener depósitos, les convierte en una especie de hándicap. Uría sostiene que «el atractivo de los depósitos, aunque coyunturalmente hayan alcanzado niveles históricos, decae incluso para las entidades». «Hace no mucho eran un negocio y ahora son un coste», explica. «Es algo coyuntural, aunque va a ser una coyuntura larga», precisa. 

Para Maudos «no es rentable captar depósitos porque no hay demanda de crédito que los absorba». En algunos casos, los bancos cobran a clientes corporativos por este producto. «De ahí el interés de los bancos en incentivar que los clientes movilicen sus depósitos hacia fondos de inversión que les reportan comisiones», explica Maudos, quien sostiene que las inversiones se enfocan ahora a todo lo que tenga más posibilidad de comisiones, como seguros o fondos de inversión o cualquier otro producto.

Criptomonedas, fintech... la competencia ya no está a la vuelta de la esquina

Los nuevos bancos ya no cuentan con tantas oficinas como antes, ni tienen en las hipotecas su gran baluarte, ni se pelean por captar ahorros de sus clientes. Por ahora. Tampoco luchan entre ellos por hacerse con más cuota de mercado. Ahora la competencia puede encontrarse en algún lugar remoto al otro lado de la Tierra. Se acabó la etapa de mirar de reojo a la sucursal de enfrente para saber qué vende y cómo capta clientes. Ahora la lucha financiera se encuentra en las redes e Internet.

Esa competencia se encuentra, por ejemplo, a la hora de otorgar financiación. Joaquín Maudos, director adjunto de Investigación del IVIE y catedrático de Fundamentos del Análisis Económico en la Universitat de València, destaca que la inversión que más va a crecer en el futuro «es en activos intangibles», como I+D, bases de datos, software, formación, estudios de mercado, diseño... «La banca tendrá que cambiar si no quiere perder ese nicho de mercado», indica. Porque, a su juicio, «la inversión tangible (maquinaria, inmuebles) es la preferida por la banca porque asume menos riesgo por las garantías que aportan esos activos, pero conforme esos activos pierdan peso, la banca tiene que cambiar de enfoque y de modelo de negocio». Ahora «tendrá que aprender a valorar mejor ese tipo de activos», explica Maudos.

Para Antonio Pedraza, presidente de la Comisión Financiera del Consejo General de Economistas, «estamos asistiendo a una disrupción absoluta por la cuarta revolución industrial con el tema de la informática, algo que entraña las nuevas tecnologías». Sostiene que la banca tradicional también se queda sin captar parte de las operaciones actuales «porque hay nuevas fintech que simplifican la operativa, rebajan las comisiones y tienen transparencia inmediata». Pedraza insiste en que «la gran incógnita del sector está en cómo será la banca digital».

En este sentido, Laura Baselga, de Deusto Business School, aclara que «existe un origen tecnológico de esta transformación» bancaria. Por una parte, la tecnología 'blockchain', la inteligencia artificial y las aplicaciones peer to peer (P2P) en los móviles. «Todas ellas han afectado al modelo de la banca tradicional». Incluso en el caso de la inteligencia artificial lo ha hecho tanto que «ha desembocado en robo-advisors, capaces de hacer una correcta planificación financiera mediante algoritmos y casi sin intervención humana».

Y como nuevo gran competidor, que se ha ido enraizando en el sistema económico mundial, subyacen las criptomonedas. Esta semana han tomado protagonismo después de que Tesla haya paralizado operaciones con estas divisas virtuales por el elevado impacto energético que suponen los mega-ordenadores que realizan sus operaciones.

Sin embargo, el reto sigue ahí para la banca. En este sentido, Francisco Uría, de KPMG, indica que «la transición va a ser mucho más rápida» de lo que podamos pensar. «El yuan chino será una realidad próxima, porque ya están en pilotos masivos, e igual que Libra fue un catalizador para que los bancos centrales empezaran a analizar la emisión de monedas digitales, el nuevo yuan digital acelerará la emisión del dólar y del euro digital», explica. Uría anticipa que cuando tengamos esa realidad delante de nosotros, tendremos que ver «los efectos que tendrá, por ejemplo, en el mundo de los sistemas de pago», como las tarjetas, pero también su impacto en los depósitos y los monederos virtuales con los que ya no se necesitaría la libreta de toda la vida... otra rémora bancaria.

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