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Los 'Venezolanos' y su revolución en Arinaga

Los 'Venezolanos' y su revolución en Arinaga

Los hermanos Izquierdo, Manolo y Domingo, recuerdan su paso por el equipo grancanario, en el que tuvieron gran impacto

PEDRO REYES

Santa Cruz de Tenerife

Domingo, 29 de agosto 2021, 08:28

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La cita es en la parte baja del Centro Comercial Alcampo-La Laguna y con una pareja de hermanos que hizo historia en la lucha canaria, los tinerfeños Manolo y Domingo Izquierdo, más conocidos por 'Venezolano I' y 'Venezolano ll'. Parecen el dúo dinámico. El más joven, vivaz, dicharachero e inquieto, mientras que el mayor es más serio y en teoría poco hablador, pero cuando empieza, no hay quien lo pare. La conexión con la lucha en la isla de Gran Canaria la tienen de muy jóvenes. De hecho, Domingo era juvenil y Manolo contaba con apenas 20 años cuando fueron fichados por el Arinaga.

Así lo expresaba el menor: «Fuimos al equipo de Agüimes en 1972. Vinieron a buscar solo a mi hermano, que era puntal, yo todavía era juvenil, pero íbamos juntos a todos los sitios y si se lo llevaban a él, a mí también». Por su parte Manolo decía con cierta ironía: «Mi hermano Domingo fue más listo, ya que fue puntal de Segunda y el que se llevaba todas las perras. En mi caso, se las llevaban Melquiades o el Parri» aduciendo las estrellas de la época y él, para que el público le diera algunas monedas, tenía que tumbar a los más grandes.

Domingo recuerda sus inicios: «Comenzamos en el Tacuense y se fichaba un año por las puertas de aluminio, el otro por los materiales o por una cocina. Después nos fuimos al Arinaga. Nos vinos a buscar don Justo. Bueno, a buscar a mi hermano Manolo, que era el puntal, pero donde iba él iba yo. Estábamos muy unidos, así que teníamos que ir los dos o ninguno, por tanto, nos ficharon. No duramos muchos meses por las circunstancias. Sé que no llegamos a una temporada entera, pero fue intensa».

Manolo lo justifica por su juventud y otras circnstancias: «Éramos unos chiquillos. Yo tenía 20 años. No veas como nos pusieron por marcharnos antes de tiempo. Sé que, posiblemente, no lo hicimos bien, porque había firmado un contrato y nos vinimos sin acabar la temporada, pero tampoco nos dieron lo que nos prometieron. Por ejemplo, nos dijeron que nos darían una casa para vivir y nos metieron en un sitio que no tenía ni cuarto de baño, ni cocina. La afición nos cuidaba. Nos traía pan y queso, además de invitarnos a comer».

Una anécdota, de la langosta, la cuentan entre risas. «El presidente Artiles, que era dueño de los viveros de langosta, una vez nos llevó una, que no habíamos probado nunca y le dije a mi hermano que necesitaba treinta para llenarme. En esa época comíamos bastante. Íbamos al bar Estrella del Sur, en Vecindario, y cuatro pollos como mínimo de una sentada, o en Ingenio, Crispín, la carne conejo».

Recuerdan con cariño los compañeros que tuvieron en el club. «En el Arinaga también estaba en ese año Loreto II, para mí el mejor de ellos, o Agustín Mayor, padre. Para mí, era un luchador mejor que el hijo. También recuerdo a Germán entre otros».

Su etapa dulce en el club grancanario la cuenta Manolo con emoción. «El mejor momento fue cuando luchamos contra el Adargoma y con el Agüimes. Yo tiré a todos los que me enfrenté, menos a Santiago Ojeda o 'El Estudiante', con los que no luchamos nunca allí. Con Julio Hernández 'El Callejón', me acuerdo luchando en Sardina. Cuando trancaba la mano en el pantalón, no se me soltaba. Ese día le rompí tres pantalones».

Ya lanzado, Venezolano I sigue con sus vivencias: «Tiré a Chago Morales, Miguel Ángel Tejera, Felipe González, a Manolín, a todo lo mejorcito que me enfrenté en los apenas tres meses que estuvimos en la isla. La luchada contra Adargoma los encumbró en Arinaga El instante más importante en esos meses fue contra el Adargoma. El mejor recuerdo que tenemos fue la luchada contra el Adargoma, que era lo máximo. El Arinaga era como un recién ascendido y fuimos a cumplir contra el Adargoma, que era un equipazo, con Emilín padre, Enrique Mendoza, el Pollo Apolinario, Pepín Ruano, Segundo Lorenzo. Ese día tiramos entre los dos a diez luchadores, yo a siete y Domingo a tres. Cogí cerca de 6.000 pesetas. Vino poca gente de Arinaga, porque nadie pensaba que pudiéramos ganar».

La vuelta al pueblo fue en olor de multitudes. «Cuando llegamos a Arinaga y se corrió la voz que habíamos ganado, nadie lo creía. Se hizo una fiesta tremenda, jamás había bebido tanto ron en mi vida. Me dieron solo tres luchas ese día. Jamás he hecho una luchada como ese día en mi vida, fue lo más grande que hice», sentencia Venezolano I.

Nacieron en la Victoria de Acentejo, pero un par de años en Venezuela les dio el apodo. Venezolano II detalla cómo fueron sus primeros pasos en la lucha canaria. «Empezamos en el Victoria e incluso nos daban monedas entrenando. En las luchadas de los mayores, cuando se interrumpían por cualquier razón, salía al terrero a luchar con mi hermano, como los espontáneos, ante 2.500 personas», dice Domingo.

Por su parte Manolo da las gracias a Barbuzano, del que aprendió mucho. «Siendo juvenil, entrenaba, con Barbuzano y aprendí bastante de él. Para mí no ha habido luchador como Barbuzano», dice. Le entristecía no haber pesado un poco más. «No fui puntal A por el peso. Con 10 o 12 kilos más, lo hubiera sido, solo pesaba 92 kilos. A Melquiades y al Parri, cuando eran de mi peso los tiraba. Recuerdo el día que tumbé a Valencia en la Victoria y decía '¡ay mi madre, qué vergüenza!'. A los demás, a pesar de todo, les di algunas luchas», comentaba orgulloso.

Un final que no era el deseado

El 27 de mayo de 1973, El Eco de Canarias publicaba la denuncia del Arinaga ante la federación regional, por la marcha de los venezolanos del club, cuando tenían contrato en vigor.

«Al principio quedamos como unos delincuentes. Yo hablé con ellos antes de irme, y les comenté que me vino a buscar el Victoria, porque Barbuzano se les había ido para el Puerto de la Cruz. Iba a cobrar 70.000 pesetas por temporada. Los del Victoria me dijeron que ellos arreglarían el contrato y yo, dentro de mi ignorancia, pensé que se podía hacer. Además, tenía a mi novia, estaba en mi casa y me daban lo mismo que en Gran Canaria. Se lo dije a la directiva del Arinaga con don Justo y les comenté que ellos no me dieron una casa como me prometieron, sino una choza sin nada. Los ocupas vivían mejor que nosotros. Cuando se dieron cuenta que iba en serio, 'no te preocupes que te meto en mi casa', me comentó un directivo. Otro directivo, Agustín, con el que tenía mucha confianza, se lo conté y me dijo: 'si es así, lárgate bonito', que era la manera de hablar allí en Las Palmas».

Así acabaron unos meses intensos, en los que dos jóvenes revolucionaron al Arinaga en una época con grandes equipos en la isla.

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