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José L. Reina
Jueves, 1 de enero 1970
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La penúltima jornada de la primera vuelta ha traído al Gran Canaria a un equipo siempre fiable como el Eibar. Los pupilos de Paco Jémez saltaron al terreno de juego bien colocados, y con el objetivo de controlar el balón a toda costa. La entrada en el once titular del debutante Peñalba es una declaración de intenciones del sistema que quiere instaurar el entrenador amarillo.
Los hombres de Mendibilar, que juegan de memoria, se adueñaron del control del juego y protagonizaron las ocasiones más peligrosas en el primer cuarto de hora de partido, frente a una Unión Deportiva que se quedó atrapada en su campo.
Se tuvo que llegar a la media hora de partido para ver una jugada de peligro real por parte de los locales. Tras una magnífica jugada de Viera, líder indiscutible del equipo, un centro de Momo fue atajado por el guardameta visitante cuando Calleri ya lo esperaba en boca de gol. A la jugada siguiente, y aprovechando el impulso, un activo Hernán Toledo forzaba un penalti claro, que lanzó de manera magistral Viera frente a un Dmitrović que nada pudo hacer.
El gol supuso una inyección de adrenalina para el conjunto amarillo. A pesar de que el Eibar siguió llegando con cierto peligro hasta el descanso, la primera mitad estuvo marcada por estrategias de pizarra, donde la táctica ganó a la improvisación, y donde los hombres de Jémez jugaron de manera muy disciplinada.
En la segunda parte, el guión de la película cambió por completo. El Eibar, en lugar de achicarse por ver los minutos pasar y seguir por debajo en el marcador, se fue creciendo a medida que avanzaba el partido. Estaba jugando con fuego la Unión Deportiva y al final se acabó quemando. Mientras los de Jémez no terminaban de creerse que iban por delante en el electrónico, el conjunto visitante siguió llegando de manera incesante a la portería de Chichizola, y acabó empatando Sergi Enrich en el minuto 73 tras un fallo colectivo en defensa. El empate hizo que la fortaleza mental que habían demostrado los amarillos durante la primera mitad quedara en el olvido, encajando otro gol a la siguiente jugada del Eibar, otra vez con Enrich de protagonista, que remontó el encuentro en cuestión de minutos. A partir de ahí, el derrumbe físico y mental protagonizó la rutina de la UD hasta el final del partido, que no encajó más goles de milagro. Todo un baño de agua helada para una afición que aguantó de manera heroica en las gradas, a pesar del frío y del pobre espectáculo. Mucho trabajo le queda a Jémez por delante si quiere tener alguna posibilidad de salvar a su equipo.
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