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El sentimiento del relevista

El sentimiento del relevista

Miguel Ángel Ramírez, Presidente de la UDLP

Jueves, 1 de enero 1970

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Presidir la UD Las Palmas, pertenecer a su consejo de administración, ejercer cualquier labor profesional dentro de ella, jugar por ella, animarla, acompañarla con presencia en un estadio, delante del televisor, oyendo la radio, leyendo lo que se dice de ella..., defender, en suma, su escudo, hace que uno lo sienta suyo.

Esa carga sentimental tantas veces aludida, representada legalmente por los más de cinco mil accionistas que componen su masa societaria, hace referencia a un hecho histórico que cristalizó en 1949, moldeado por la memoria colectiva durante estos setenta años transcurridos. Esa memoria recoge datos, anécdotas, experiencias con nombre y apellidos, pero también anónimas, que trascienden lo que el ordenamiento jurídico relata.

Si quienes sienten suyo este escudo fueran esos pocos miles de accionistas, la UD Las Palmas sería mucho menos de lo que es. Sería otra cosa, con una trascendencia social infinitamente menor, con un grado de influencia ínfimo en la autoestima colectiva de cientos de miles de personas que no forman parte de su accionariado. Dejaría de tener sentido que el escudo ejerciera de embajador de Gran Canaria portando su nombre en la camiseta, como lleva haciéndolo tantos años, o que la Administración se esforzara en construir o facilitar la financiación de estadios en los cuatro puntos cardinales de nuestro país.

Ese interés general que despierta un símbolo identitario, como son los clubes históricos del fútbol español, es el factor diferencial que lo distancia de cualquier otra empresa. De ese hecho diferencial surge la necesidad de encontrar el punto de equilibrio entre aceptar una responsabilidad legal, conforme al ordenamiento jurídico y normativo vigente, y una responsabilidad histórica conectada con ese afecto colectivo que otorga un valor añadido a esta empresa sentimental que se llama UD Las Palmas SAD.

Por esa razón un club de fútbol como el nuestro es tan proclive a la gestión emocional, a veces menos recomendable que la pura gestión empresarial, a veces igual de irremediable.

Desde aquella pretensión de crear el ´equipo único´ en 1949 hasta nuestros días, hemos intentado recoger en estas páginas un relato, a veces frío, a veces conmovedor. Pensamos que hay una muestra bien intencionada de estos setenta años, para que nuestros aficionados aprecien y puedan difundir a los más próximos un ilustrativo botón de muestra de esta aventura colectiva, en la que hay que reconocer que ni están todos los nombres ni todos los acontecimientos, por posible que parezca.

De cualquier manera, con aciertos y errores, todos nosotros no somos más que relevistas de esta larga historia, sin mayor pretensión que hacer una entrega digna del testigo que tuvimos el honor de portar durante un tramo del trayecto. Al menos quienes nos releven recibirán más de lo que nos entregaron. Ese es el hueco que confiamos nos reserve la historia en el futuro. Esa debe ser la pretensión de todo el que tome el testigo de portar este escudo.

Este artículo fue redactado para el libro 1949-2019: Siempre Avante, que hoy se presenta en un acto institucional.

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