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La UD se agarra al de siempre

La UD se agarra al de siempre

Jueves, 1 de enero 1970

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Seis de los últimos ocho goles de la UD han llevado la firma de Rubén Castro, ya con 39 años al lomo y que, hoy por hoy, sigue siendo el jugador más determinante de la plantilla. Nadie como él para resolver partidos y facturar puntos, insaciable semana a semana, todo un ejemplo de ambición y respeto por el oficio. Rubén entrena como el mejor, siempre suda la camiseta y, por si fuera poco, domina con maestría el arte de la definición. Ayer la UD ganó gracias a un tanto suyo. La historia no es nueva. Viene pasando así desde hace largo tiempo. Repasen partidos, miren números, cotejen marcadores. En situaciones ajustadas o parejas, cuando la incertidumbre está en lo alto, Rubén se encarga de resolver la faena. De penalti, como fue el caso, de zurda o con la diestra, de cabeza, de lejos o de cerca, en jugada o estrategia... Nunca hubo secretos para él en el área contraria y resulta una bendición caída del cielo que Las Palmas le tenga al frente de la artillería. Dicen que vienen tiempos duros, con rescisiones a la orden del día y alta probabilidad de muchas salidas del actual vestuario. Se ha filtrado, también, que Rubén es de los que más cobra, quizás en el ejercicio de proporción más justo que se dé en este equipo, y que mantenerle sus dineros no entra en el presupuesto. Bien haría Miguel Ángel Ramírez, Luis Helguera o quien corresponda en tramitar ese tercer año de contrato que se ha ganado como nadie. Y que, puestos a exhibir la hucha, pasen de largo cuando sea su nombre el que toque. El gol no se aprende, el gol se paga, advirtió Mel. Ahora no hay en el mercado nadie que garantice lo que Rubén y mucho menos dentro de las posibilidades del club. Un golpe de realidad para quienes le jubilaron mirando el carné y los que le dieron por amortizado cuando se tiró varios meses fuera por su enésimo paso por el quirófano. Aunque, dicho sea de paso, discutir a Rubén o ponerle bajo sospecha a estas alturas de la vida solo puede venir desde la ignorancia o la impertinencia. Y a saber qué es peor.

La UD seguirá un año más en Segunda. Era el tesoro que se buscaba frente al Mirandés y todo se resolvió a favor por un penalti en el tramo final del partido que Rubén embocó con su habitual puntualidad. No hubo violines en el Gran Canaria, gradas desiertas y fútbol, también, en el cajón de la nostalgia, y tampoco fueron apreciables acciones para desgranar con detalle. Corren tiempos de transición en todos los equipos, que se contentan con agarrarse al resultado para camuflar las reservas justas. Y a Las Palmas tampoco hay que pedirle más. El fin justifica los medios más que nunca y ganar cubre cualquier demanda desde fuera. Así lo entienden Pepe Mel y sus futbolistas, que han tenido que apurar más de lo previsto el calendario para evitarse mayores disgustos clasificatorios. Pero, tras el triunfo de ayer, y a falta de una confirmación matemática que es mera cuestión de tiempo, puede que hasta hoy mismo cristalice, luce como realidad la continuidad en la categoría, el primer paso de los que se necesitaban para mirar al futuro, vayan a saber si con Mel y ojo al jeroglífico que se avecina en materia de altas y bajas. La visita del Mirandés se había convertido en una cuestión capital para aclarar el panorama y, por encima de las curvas y carencias que deparó una tarde del montón y que no pasará a la historia, al menos dejó los tres puntos de rigor y que son motivo de alivio y calma.

En la ruleta habitual de cambios y nombres, sorprendió la inclusión de Cedrés entre los elegidos. Inédito desde diciembre, Mel descartó otras opciones con más rodaje para darle bola al interior, con más ganas que acierto. El resto de la configuración del equipo fue reconocible. Un repaso rápido de nombres revela que Tana no cuenta para nada, Srnic es un caso paradigmático, a veces tan necesario y frecuentemente tan olvidado, y el cupo de meritorios del filial, definitivamente, ha hecho bulto. Quizás en lo que viene se asomen algo más. Otro para no perderle el hilo a la competición. Quien sí agarró el timón fue Kirian, que le puso arrojo y completó una actuación de las más solventes que se le recuerdan.

Se perdió la UD en el procedimiento antes del descanso en su afán de tocar y tocar en una suerte de parabrisas. Había poblado el centro del campo Mel con jugadores de pie fino como Varela y Kirian, lo que se tradujo en demasiado celo a la hora de mirar al frente. Y, claro, darle al Mirandés tiempo y margen para el repliegue, demasiada ventaja para los muchachos de Iraola, que se han marcado una temporada de campeonato y se han ganado jugar liberados. Sin abrir la amplitud necesaria a la cuestión, Las Palmas se empachó en el tráfico interior.

Le valió para dominar y tener la pelota, pero no le interesaba eso a la hora de meterle el diente al rival, cómodo en su parcela y siempre presto a armarse desde el contragolpe. A eso sumó las buenas manos de Raúl Lizoain, de vuelta a casa mostrando guantes infinitos. Después de sacarle a Varela y tiro ajustado, al borde del cuarto de hora, se lució a lo grande en una doble intervención en el minuto 24. Una rosca perfecta de Álvaro Lemos, en el saque de una falta, le permitió una gran estirada y manopla al aire. Y en el rechace, reacción colosal para tapar ante Mantovani, en boca de gol y con todo a favor para cabecear a la red. Enorme Raúl en una secuencia que mereció definición y que él se encargó de anular.

Fue lo mejor, de largo, en un primer acto jugado con freno, insistente la UD frente a una muralla defensiva sin grietas. Era de esperar por mucho que al Mirandés le hayan hecho un saco de goles, que no es una estadística de fiar atendiendo a su buena planta.

Todo iba al empate según fue evolucionando el choque. Porque si en el arranque estuvo mejor la UD, tras el descanso fue el Mirandés el que encajó con oficio y sacó a relucir una mayor agilidad de ideas. No encontró la forma Las Palmas de hallarse en el césped. Movió el árbol Mel y metió veneno, con Benito y Narváez como refrescos ofensivos, a los que luego se unió Aridai. Más por empeño e insistencia que por argumentos, porque la gestión del balón y los ritmos vinieron de la parte visitante. Pero bastó un centro al área, unas manos innecesarias y un penalti inapelable para que Rubén decidiera y mandara las dudas y los vértigos a mejor vida.

Luego tocó sufrir, más por el resultado que por la sensación de peligro real de un Mirandés que cuando quiso ya no pudo. Rubén se había encargado de amarrar el botín y de sacar a la UD de un nuevo apuro. Empezó la tarde recogiendo el premio como mejor jugador de la categoría en junio y la terminó a la altura del galardón, por encima de todos y con un remate ganador. Como en una y mil ocasiones.

- Ficha técnica:

1. UD Las Palmas: Álvaro Valles; Álvaro Lemos (Eric Curbelo, min. 77), Mantovani, Aythami Artiles, Dani Castellano (Aridai, min. 77); Javi Castellano; Cristian Cedrés (Benito, min. 66), Kirian, Fede Varela (Ruiz de Galarreta, min. 81), Pedri (Narváez, min. 66); y Rubén Castro.

0. CD Mirandés: Raúl Lizoain; Carlos Julio (González, min. 70), Sergio, Sagnan, Franquesa (Álvaro Peña, min. 86); Malsa, Guridi (Marcos André, min. 70); Merquelanz, Antonio Sánchez, Íñigo Vicente (Joaquín, min. 60); y Matheus.

Gol: 1-0, min. 85: Rubén Castro, de penalti.

Árbitro: Álvaro Moreno Aragón (Comité de Madrid). Mostró tarjeta amarilla a los jugadores locales Mantovani, Kirian y Álvaro Lemos, y a los visitantes González, Franquesa y Matheus.

Incidencias: partido de la cuadragésima jornada de LaLiga SmartBank disputado a puerta cerrada en el Estadio de Gran Canaria por las restricciones del coronavirus. Antes del encuentro el delantero local Rubén Castro recibió el trofeo de LaLiga al mejor jugador del mes de junio en esta competición.

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