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La felicidad entre trincheras

La felicidad entre trincheras

La UD sale victoriosa de un partido canalla, embrutecido por el recital de faltas, interrupciones y jugadas al límite del reglamento, y aplaca un Extremadura tan temperamental como limitado y que contó con guiños arbitrales, penalti dudoso y rigurosa expulsión de Galarreta, para discutir el resultado tras los goles de Rubén y Maikel Mesa

Ignacio S. Acedo y Almendralejo (Badajoz) -Enviado especial

Jueves, 1 de enero 1970

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Cabalgó la UD a lomos de los goles marcados por Rubén y Maikel Mesa para disparar su casillero y añadirle tres puntos de genuino sabor a Segunda División. Todo lo ocurrido en Almendralejo se ajusta a la geografía de esta categoría: un campo de superficie infame, un adversario que dio más patadas al hombre que a otra cosa, árbitro de tarjeta fácil para contentar al auditorio, el balón parado elevado a paradigma y la incertidumbre de un marcador corto, en el alambre hasta el final. Con todas estas cargas, Las Palmas, de verde olivo guerrero, alcanzó para tramitar una faena en la que, sin dar una versión homegénea, con ratos un tanto groseros, sí aplicó el martillo en el área rival y tuvo oficio para proteger la propia. Vivió la UD momentos desconcertantes, más por no cerrar el encuentro y permitir la esperanza del anfitrión que por otros factores. Claro que no hace mucho esta serie de enfrentamientos se iban por el sumidero y ahora se facturan con victoria. Dicen que así se construyen los ascensos, que son estos triunfos los que, al final, cogerán un realce que hoy puede parecer exagerado. Poco arte, dientes apretados, esfuerzo solidario, un pelotazo al cielo cuando es menester. Manolo Jiménez vino diciendo que jamás vendería humo y, por actuaciones como la aludida, de justicia supone otorgarle la razón. Del Francisco de la Hera no valía más botín que el triunfo y el ejercicio profesional resultó impecable en el fondo.

Que el Extremadura iba a buscar un partido canalla, convirtiendo cada balón en una cuestión de vida o muerte, venía en el paquete, aunque a la UD le costó más de la cuenta interpretar la cuestión. A la tremenda, metiéndole músculo y voluntad, el anfitrión llevó la cuestión a sus intereses. Faltas de todos los colores, juego directo, prescidiendo de trámites, y celeridad, ritmo alto. Los primeros minutos fueron de apuros y cierto vértigo. Nada que fuera a conveniencia de Las Palmas, que se vio en su área y con Rubén aislado arriba. Demasiados balones filtrados a espaldas de Lemos y De la Bella y ataques de furia, con más pasión que peligro. El plan era cazar alguna a la contra y Mir, a enorme pase de Maikel, a punto estuvo de sorprender a Manu García, que tapó bien su intento de vaselina. Necesitaba poco la UD para plantarse arriba si se ponía a jugar. Y, al rato, de un córner regalado por Djalo, Fidel trazó una picardía con Ruiz de Galarreta, al que mandó al suelo Zarfino tras su recorte. Penalti que envió a la red Rubén. Penalti que debía poner las cosas en su sitio.

La realidad fue que el Extremadura persistió en el frontón. En pleitos de este tipo, suma como nada ponerle orgullo y levantar la cabeza. Eso hizo el Extremadura porque la UD fue incapaz de anestesiarlo todo. Se dice que tiene futbolistas de buen pie y tampoco hay sospechas de Timor, De Galarreta, Fidel o Maikel, encargados de hacerse con la zona ancha. La práctica fue otra diferente. El 0-1 enalteció al local, que mantuvo su determinación. En la banda, Manolo Jiménez pedía a grito limpio un achique lejos del área. O no lo oyeron o no pudieron. Y así, a base de intentarlo sin descanso, llegó una falta en la frontal que, a su saque, convirtió un brazo de Ruiz de Galarreta en otro penalti. Se puede pitar o no. Hagan debate. El árbitro no manejó dudas a la hora de señalar el punto fatídico. Raúl repelió el lanzamiento de Gallego. Pero nadie acudió al rechace y el propio Gallego remachó a placer. Se veía venir. A fútbol no hay Extremadura que pare a la UD. Pero fútbol hubo muy poco, caldo de cultivo idóneo para igualar fuerzas y recursos para todo el que se mida a Las Palmas.

A la vuelta de vestuarios, sin tiempo para nada, la UD volvió a respirar. Como ya ocurriera con Rubén, letal en su primera aparición para no perdonar, ahora el turno correspondió a Maikel Mesa, incorporado para una acción de estrategia y que, en mitad de la jungla, la enganchó imparable para el 1-2. Otro chispazo mortal. En pleno desconcierto azulgrana, al saque del centro del campo, Rubén robó un balón, se plantó ante Manu y por poco no engatilló.

Raro que no rematara antes y más que no se tirara ante la acometida del portero que le obligó a escorarse. Merecido o no, volvía la UD a mandar. En vez de ir a por el 1-3, moribundo el Extremadura, se reprodujo el paso atrás, alimentando los intentos de rebelión. Esa ida y vuelta frenética en la que hay más que perder. Cuando Figueroa Vázquez decidió enviar a la caseta a Ruiz de Galarreta por una niñatada en el centro del campo, ya cargaba una tras el penalti que le señalaron, y con media hora por delante, la amenaza cobró cuerpo. Si con once no hubo control ni mando, en inferioridad todo se iba a hacer muy largo, como así ocurrió. Jiménez ordenó un 4-4-1 y metió sangre fresca con Blum y Fabio. Había que aguantar, porque lo de volverse se asomar al área contraria estaba en chino.

Entonces emergió Cala, el caudillo atrás, y que, bien mezclado con David García, se negó a que los incontables centros al rectángulo de Raúl cogieran rosca. El sevillano aburrió a los persistentes atacantes con su recital de despejes, anticipaciones y cultura zonal. Siempre en el sitio exacto. Brilló Cala como también lo hizo un Maikel Mesa académico en todo. Al bueno de Maikel le cosieron a faltas, le metieron mil codos y acribillaron a artimañas fuera del reglamento. Ante tamaña cloaca, se mantuvo en competencia siempre, imbatible en las peleas por su tenacidad, exquisito en controles casi de malabarista, al auxilio constante del resto e imperial en su zancada, pulmones y disposición cuando tocó repliegue. Fue más allá de su gol, ya de por sí oro en terciopelo. Redonda su faena para constatar el acierto de su fichaje. No es la primera semana que se gana el aplauso para los que crean en las casualidades.

Todo lo que vino en los minutos finales se quedó en amagos. Tampoco da para más un Extremadura limitado, que fía sus suertes a la cara más temperamental del fútbol. Posesión, pases a nadie, acciones con el corazón en la boca... El mayor susto lo dio Chuli en un balón que mandó a las nubes cuando, por su posición, centrada y cerca del marco, parecía más difícil errar que acertar. Pero no. La UD hasta tuvo de su lado esa cuota de fortuna para salvarguardar el tesoro y hacer ganadores los goles de Rubén y Maikel Mesa. Sin alharacas, que no está el patio para enredarse. ¿Qué se buscaba en Almendralejo? Pues eso.

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