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«Aquí lo único que vale es ganar, todo lo demás sobra»

«Aquí lo único que vale es ganar, todo lo demás sobra»

He ahí un hombre de fútbol en toda su extensión. Criado en el Madrid de Molowny y Vicente del Bosque, fue un goleador célebre a finales del siglo XX («no digan gol, digan Mel», llegó a popularizarse) y, ya en los banquillos, su trayectoria le ha granjeado merecida fama. Ahora tiene el encargo de resucitar a una UD Las Palmas que ha heredado despedazada. Y sin tiempo para reflexiones. Pero le va la marcha.

Jueves, 1 de enero 1970

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Telde

— El destino tenía que cruzar los caminos de la UD Las Palmas y Pepe Mel después de varios años de lo que pudo ser y no fue...

— Desde que Miguel Ángel Ramírez es presidente de la UD, ha hablado conmigo varias veces. Mantenemos una relación cordial y hubo momentos en el pasado en los que pude haber venido, aunque por circunstancias no pudo ser. Recuerdo que en 2010 estuvimos muy cerca de concretarlo todo. Como ya he dicho, para mí la UD es un grande del fútbol español y que se interesen por ti desde este club siempre es un orgullo muy grande. Y ahora más que estoy aquí.

— ¿Por qué esa afinidad con el presidente si, hasta hace unos días, nunca antes habían trabajado juntos?

— Siempre recuerdo haber venido a jugar al Gran Canaria con el Betis y terminar los partidos y, más allá del resultado, charlar un rato. Somos personas directas y quizás eso sea un nexo en común entre ambos.

— Y ante esta llamada, no pudo negarse venir...

— Siempre repaso todo antes de tomar decisiones. Creo que un entrenador debe aprender a manejar su carrera profesional porque cuando llevas tiempo en esto, debes intentar no equivocarte. Hay muchísima gente que me ha dicho que venir aquí es una locura, que va a ser muy difícil, casi imposible, conseguir el objetivo. Pero si hubiera dicho que no, ahora estaría en mi casa lamentándome de no haber aceptado un reto, de no tener pasión por mi trabajo. He visto qué jugadores hay en la UD, la historia, la afición... Todo eso me ha movido para venir aquí e intentar ayudar, porque que nadie olvide que he venido para ayudar.

— Su fichaje responde, entonces, a la pasión que siente por su oficio.

— Es muy difícil conseguir un reto ganador en catorce jornadas. Desde que entró en el control financiero, los clubes no pueden gastar más de lo que tienen, por tanto, el ser el tercer entrenador del club en esta temporada para mí no es algo excepcional venir a la UD, desde el punto de vista económico, aunque gracias a Dios nunca me he llevado por el dinero. Y podía haber esperado. En Primera División puede haber cambios y estaba bien posicionado para lo que pudiera surgir. ¿Qué pasa? Llevaba quince meses parado, me faltaba la adrenalina de la competición y no he visto más allá de atender la llamada de la UD.

— Alude a su pasión por el oficio. Se le ha visto llorar en sus anteriores equipos, sentir los colores, implicarse al máximo. ¿Es su clave para seguir manteniendo esta devoción por entrenar?

— No entiendo esto sin alma. Si me marcho de aquí y la UD no ha hecho mella en mí, no habré trabajado bien. Eso es lo más triste. Pasar por un club sin nada más. Mi propósito es poder venir en el futuro a ver a la UD, que la gente me reciba bien, que los empleados del club piensen que soy un buen tipo. Y si los futbolistas ven que tú pones pasión, ellos ponen más de su parte.

— En este fútbol mercantilizado, todavía quedan románticos...

—He estado en todas las categorías del fútbol español. Empecé con niños, luego Preferente, Tercera, Segunda B, Segunda A, Primera, Premier League... Si cuando amanece te cuesta ir a entrenar, ves que no vas a disfrutar, es mejor dejarlo.

— ¿Qué encontró al entrar al vestuario el pasado martes en su primer día en la UD?

— Percibí gente que necesitaba ayuda para volver a sentirse futbolistas ganadores. Y eso es lo que voy a intentar. Si creen en mí, luego marcaré un camino e, insisto, si confían en lo que les digo, creo que el camino lo harán bueno.

— En el poco tiempo que lleva, ¿nota ya que todos están por la labor?

— Ellos son receptivos ahora. En el fútbol tú tratas de hacerlo todo bien, de controlar lo máximo que puedas... Pero los profesionales del fútbol vivimos de los resultados. El resultado te da o te quita razones. Por desgracia para mí y para todos, al no estar en la jornada primera o décima, necesitamos resultados inmediatos para que ese mensaje cale en jugadores, afición... En todos. Cuando uno gana todo es más sencillo.

— ¿Cómo va a gestionar el tener la alarma roja encendida desde el primer minuto, esa urgencia sin red con la que usted asume el mando de este equipo?

— Les he propuesto un juego. He mandado hacer una tabla desde nuestro puesto al sexto, que es la clasificación que nos interesa para intentar escalar esas posiciones semana a semana. Tenemos una liga de catorce partidos y queremos ser los campeones. Es la meta.

— Se le ha visto muy dialogante, sensible y participativo en las sesiones de trabajo. ¿Qué grado de importancia le concede al componente psicológico?

— Para mí es todo. Por eso les trato de inculcar que sean agresivos en todo. Es el momento de sacar el carácter, el gen ganador que tiene todo deportista. La psicología hace mucho. Aquí hay jugadores que llevan tiempo en el club que vienen de etapas malas, de largo tiempo en el que las cosas no han funcionado. Y, al final, el futbolista se cree que nada está bien. Hay que cambiar eso, limpiarles la mente.

— ¿De qué manera se activan esos resortes?

— El entrenador que ha venido, que soy yo, no tiene favoritismos. Vengo a ganar. Aquí lo único que vale es ganar, todo lo demás no vale para nada, todo lo demás sobra. Por lo tanto, yo les voy a tratar con justicia. No tengo tiempo para hacer experimentos, para poder equivocarme. Cada partido que no ganemos nos va a hacer mucho daño. Con todas esas premisas, ellos saben que deben trabajar duro porque van a ser tratados por igual y van a tener las mismas oportunidades.

— Todos va tener las mismas oportunidades, pero el nombre de Rubén Castro tiene un significado especial para usted...

— Cada delantero, como los porteros, es una especie aparte. Viven su partido particular. La suerte y la desgracia que va a tener Rubén, por decirlo de alguna manera, es que su entrenador, que soy yo, también ha sido delantero centro. Yo siento los enfados de los delanteros, sus necesidades, sus impotencias.Ya llevo con el actual siete años con Rubén. Lo fiché cuando estaba en el Huesca y compartimos experiencia en el Rayo, Betis y ahora UD Las Palmas. Sé lo que es y lo que me puede dar. Obviamente el chico que yo conocí hace diez años en el Rayo no tiene nada que ver al de ahora porque es ya más mayor... Y a ver si voy a ser yo el único que se hace viejo. Aquí envejece todo el mundo...

— ¿Debe ser el jugador más importante de esta UD de Pepe Mel?

— Tiene el don de hacer que el trabajo de todos los demás se haga bueno. Yo era un futbolista de área y lo que tenía que hacer era tocar la pelota por última vez. Pero hasta que yo la tocaba, había un trabajo detrás de muchísima gente. Por eso a mí me sabe muy mal que un delantero que marca no quiera compartir su alegría con el resto. Rubén es eso. Sin el trabajo del Chino, el pase filtrado de Momo, el centro de Blum, sin que aprieten los centrales, presionen los laterales y el portero haga un paradón, Rubén no es nada. Él sabe lo que yo opino. En el Betis él y Jorge Molina se hincharon a meter goles y es lo que quiero de él, de Araujo, de Mir y de Pekhart, que son nuestros delanteros.

— ¿Ya ha tenido tiempo de hablar con él?

— Quiero hablar con cada futbolista de manera individualizada y ya lo hecho con siete y ocho. Pero con Rubén todavía no lo he hecho, aunque nos conocemos bien y no va a pasar nada que lo hagamos dentro de dos o tres semanas.

— ¿Cómo va a ser la puesta en escena en Riazor? ¿Va a incidir en esa actitud decidida desde el primer minuto más allá de sus consignas tácticas y técnicas?

— Vamos al estadio de otro de los grandes de la categoría y que está confeccionado para ascender. Y jugamos fuera de casa, donde la UD acostumbra a tener una imagen penosa. Es un buen examen. No sé si nos ha dado tiempo a estudiar lo suficiente como para tener buena nota, pero lo que quiero ver es que, más allá del resultado, cuando termine el partido todos nos podamos mirar a la cara con la satisfacción de habernos vaciado, de haberlo dado todo. Luego, si hemos perdido, que sea porque el rival fue mejor. O tuvo más suerte, porque esto es un juego. Pero que no sea porque han corrido y metido la pierna más que nosotros, porque hayan estado más concentrados que nosotros. En actitud no nos puede ganar nadie.

— Cuando le despidieron del Deportivo dijo que su error fue no haberse ido antes. ¿Le quedan allí cuentas pendientes?

— Para nada. En cada casa que he estado dejé muchos amigos. Soy una persona afable, de buen trato y jamás menosprecio a nadie. Aquello fue más por una impresión que teníamos en el cuerpo técnico después de haber salvado al Deportivo del descenso a Segunda en catorce partidos, porque el último, precisamente ante la UD, nos sobró porque ya habíamos conseguido el objetivo. Teníamos la sensación de que no existía la suficiente confianza en nosotros y seguimos. Con el tiempo ves que te equivocaste.

— Se le ha escuchado en algún entrenamiento hablar del Deportivo, de lo que va a proponer. ¿En qué grado condiciona su planteamiento el adversario?

— Estamos en el siglo XXI. Con tanta teconología y medios de los que dispones para tener información, es un lujo del que no puedes prescindir a menos de que tengas a Messi en tu equipo. Todos los demás, debemos considerar cada una de las variables. En Segunda División, es obvio que no es lo mismo jugar contra el Cádiz que contra el Deportivo. No juegan igual, no tienen las mismas armas. Sería estúpido jugar cada domingo igual, porque cada partido es un mundo, cada rival es diferente. Sí que es cierto que queremos tener un patrón, un modelo de hacer las cosas. Pero siempre abiertos a las variables que te impone la competición.

— Matices según convenga...

— Tenemos que saber de qué manera podemos hacerle daño a cada rival. Y, por supuesto, utilizarlas.

— ¿Es optimista? ¿Ganará la UD mañana?

— Lo he preparado todo meticulosamente bien para que ningún futbolista me pueda decir que hubo momentos en los que no supo lo que tenía que hacer.

— Se educó en el Real Madrid. ¿Qué sello le ha dejado en lo que usted es ahora?

— Entré con once años y me marché casado. El Madrid me lo dio todo en lo deportivo y en lo personal. Todo lo que soy lo aprendí allí. Estuve en otra época diferente a la de ahora. Nos enseñaron a respetar, a tener muy en cuenta los valores del deporte y una de las cosas que me inculcaron es a ser ganador. Ser segundo en cualquier competición era felicitar al rival pero saber que habías fracasado. Esa ambición por mejorar y querer más la aprendí allí.

— Además de ese pedigrí, su carrera profesional fue una constante superación de obstáculos. Salir del Madrid, dejar atrás una gravísima lesión en sus primeros años, acabar triunfando tras largo recorrido por el fútbol modesto... «No diga gol, diga Mel», decía José María García...

— Me encontré un Madrid que era un muro insalvable. Subieron al primer equipo Butragueño, Sanchís, Martín Vázquez, Míchel, Pardeza. Pero mi competencia arriba eran Hugo Sánchez, Santillana, Valdano y Juanito... Todos los que no teníamos opción de llegar nos fuimos a otros clubes de Primera. Eso es lo importante, que hemos sido profesionales del fútbol y hemos podido hacer nuestra carrera.

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