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A la UD le sobra arte y le falta tiempo

A la UD le sobra arte y le falta tiempo

Aluvión de fútbol y ocasiones, con Viera a los mandos, que se quedó en empate injusto frente a un Rayo que fue un rival de mentira, agarrado a un penalti que llegó de accidente y viviendo de la especulación, tanto con paridad numérica como cuando se quedó con uno menos. Se corta la racha triunfal de Las Palmas, aunque el rendimiento mantiene el optimismo

Miércoles, 15 de julio 2020, 16:53

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Pudo ser una noche de fiesta y museo y terminó quedándose en una obra de arte inacabada. Lástima de todo lo que se quedó por el camino, que fue mucho y acabó dejando a medias a la UD, una sinfonía en el primer acto y que, luego, se cortocircuitó cuando lo tenía a favor, con uno más en el césped y balón y ocasiones. Pero no. El Rayo, un rival muy lejos de su cartel, que vivió de una casualidad, penalti absurdo de Kirian, y de la especulación, abandonó en pie el Gran Canaria aliado con una conjunción astral entera. De cien partidos que se den igual, no saldría con éxito de ninguno. Dimitrievski, su portero, apenas paró. No le hizo falta. Pero vivió un bombardeo absoluto, balones al palo, ocasiones de todos los colores y malogradas al límite. Ahí estuvo la diferencia. Las Palmas no concretó entre la multitud. El Rayo se agarró a un accidente y jugó igual con once que con diez, sin asomarse a Valles y empoderando el antifútbol, repliegue en campo propio y a lo que salga. Por algo está donde está, en el sótano de la tabla y con unos números que le desmienten.

Sea como fuere, no hubo manera de que Las Palmas estirara su eficacia y martillo triunfal. Venía de hacer pleno en sus últimas cuatro apariciones y la pretensión de irrumpir en la cabeza de la tabla ofrecía el atajo más simple de seguir igual. No caben reproches al rendimiento y despliegue y la afición salió contenta de ver en su equipo recursos y caudal. Luego que entre o no, ya es mera casuística. No era el día y bastante beneficiado quedó el adversario, al que el empate debe saberle a gloria porque bordeó el desastre en algunos tramos.

La puesta en escena de la UD resultó imponente. Fútbol plagado de lujos, con acciones de antología, magia y prodigios multiplicados. Todo, a lomos de un Jonathan Viera absolutamente magistral, maradoniano de principio a fin en una exhibición de arte colosal. Asistió de taco a Narváez para el 1-0, estampó una falta en la cruceta, flotó imparable por todos los sectores del campo y añadió dos gotas más de almíbar con una acción en la que limpió a dos defensas con la cintura y remató fuera por poco y, al rato, empalando una asistencia picada de Pedri sin encontrar portería. Un escándalo, mayormente. Está por saberse si sigue o no y, a la vista de su esplendor, es inevitable pensar que los sueños de la UD van atados a las botas de Jonathan, un extraterrestre en esta categoría. Si sobrevivió el Rayo al descanso fue por pura casualidad, encerrado en su parcela, repartiendo leña y al que una negligencia de Kirian sacó del agujero. El tinerfeño, ayer sustituto de Ruiz de Galarreta en la zona ancha, no tuvo luces. Perdió un porrón de balones, se le notó descolocado, incómodo, asustadizo. Lo peor vino con el penalti que cometió atropellando a Embarba en la única estirada visitante. Un regalo demasiado barato. Fue el cante en mitad del show de tres cuartos en adelante. Porque, Viera en los altares, Benito percutió, de una galopada suya vino el gol inaugural, Pedri mantuvo inspiración y toque quirúrgico, inmenso Narváez, con la zurda y con la diestra hasta que entrara el balón en su intento ganador...

Mereció Las Palmas echarle la persiana al pleito por sudor y méritos. Pero, por lo que fuera, falta de puntería, cuestión de centímetros, infortunio, no llegó la sentencia y ahí el Rayo se sostuvo. Metido atrás, grosero en sus formas, intimidado, pero vivo y al corriente de los puntos.

Pocas cosas tenía que cambiar la UD para meterle el diente. Todo lo bueno le correspondía y únicamente el alboroto podía privarle de sacar adelante la cuestión. Por si fuera poco, nada más comenzar la segunda mitad, Trejo, que cargaba una amarilla, se fue a la caseta y permitió la superioridad numérica con cuarenta minutos por delante. Una invitación al abordaje.

Mel movió el árbol pronto. Precindió de un Kirian fuera de lugar y tiró de Araujo, que reaparecía en casa. Un cambio que era una declaración de intenciones y que bien pronto pudo tener efecto. Viera filtró un pase milimétrico al Chino y, rompiendo la línea adelantada, se plantó ante Dimitrievski. Araujo metió empeine de derecha y elevó el esférico a la perfección. Incluso el efecto óptico hizo que la mayoría del estadio celebrara el gol. Pero no, se fue por poco, impotente el portero, y con lamento desesperado del argentino. La tuvo y de qué manera Sergio para restablecer la justicia en el electrónico y nadie duda de que un 2-1 hubiese sido mortal de necesidad, en el alambre el Rayo y al que lo único que le valía es que el reloj corriera sin consecuencias.

Paradojas, la UD se cegó en el momento en el que parecía que tiraría de poso. Había que tener la pelota sin prisas, quedaba un mundo por delante y en el tapete había dinamita de sobra. Pero no, pudieron el vértigo y la aceleración. Lanzamientos lejanos que no comprometieron al portero, jugadas sin acabar, suspiros que se perdieron por lo que no terminaba de llegar. No ayudó el colegiado tampoco, el controvertido Ais Reig, del que nadie por aquí tiene buen recuerdo. Toleró las pérdidas de tiempo del Rayo como antes había tolerado el juego subterráneo sin castigo, y, ya en el alargue, no quiso saber nada de un agarrón a Aythami en área vallecana. Ni él ni el VAR, que no se sabe bien para qué está y más cuando arrecian dudas razonables. Nada pasó y podía haber pasado y el partido murió como lo había dejado Embarba con su penalti.

Normal que el empate dejara el cuerpo cortado en Siete Palmas y, también, en los futbolistas, que se vaciaron y dejaron una actuación para la esperanza por encima de la decepción lógica no de haber ganado. Estaban empezando a acostumbrarse a no fallar, como bien desea Mel, y esta vez faltó el descorche.

Pero se conservó la seña y la intención de un equipo que comienza a cohesionarse y maneja registros más que interesantes para el desafío que viene con 2020, esto es, asaltar el ascenso. Seguro que con Viera la empresa sería más factible y abordable. Seguro, también, que se intentará, por muy difícil que parezca que siga. Y tampoco duden de que con o sin Jonathan amanecerá. Fue bonito mientras duró. De eso nadie duda. Y quien sabe si, en junio, estos puntos que dejó sirven para vestirse de fiesta.

Ficha técnica:

1. Las Palmas: Álvaro Valles; Srnic, Mantovani, Aythami Artiles, De la Bella; Javi Castellano, Kirian (Araujo, min. 53); Benito Ramírez, Jonathan Viera, Pedri; y Narváez (Maikel Mesa, min. 64).

1. Rayo Vallecano: Dimitrievski; Advíncula, Catena, Milic, Tito; Mario Suárez; Andrés Martín (Saveljich, min. 57), Trejo, Pozo (Óscar Valentín, min. 75), Embarba; y Piovaccari (Saúl, min. 87).

Goles: 1-0, min. 6: Narváez. 1-1, min. 21: Embarba, de penalti.

Árbitro: Saúl Ais Reig (Comité Valenciano). Expulsó por doble tarjeta amarilla al jugador visitante Trejo (minutos 29 y 50). Además, amonestó a su compañero Mario Suárez, y a los jugadores locales Aythami Artiles, De la Bella y Maikel Mesa.

Incidencias: partido de la vigésima primera jornada de LaLiga SmartBank, disputado en el Estadio de Gran Canaria ante 13.636 espectadores. El defensa local Aythami Artiles fue homenajeado por sus 250 partidos oficiales. Realizó el saque de honor David García, jugador con más encuentros en la historia de la UD Las Palmas (474) y que esta semana recibió la insignia de oro y brillantes de la entidad. Se guardó un minuto de silencio por el fallecimiento de Sinforiano Padrón, exjugador del club local en los años 50

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