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Fernando Alonso, al volante de su Alpine durante el GP de Portugal. EP
El viejo Alonso para los nuevos tiempos
Análisis

El viejo Alonso para los nuevos tiempos

La remontada del asturiano en el Gran Premio de Portugal ilusiona, no tanto por su resultado final sino por la sensación de competitividad que provocó

david sánchez de castro

MADRID

Lunes, 3 de mayo 2021, 12:46

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Hay figuras en el deporte español que ocupan un lugar totémico en el colectivo general. Ángel Nieto, Severiano Ballesteros, Carlos Sainz (padre), Rafa Nadal, Pau Gasol, Fernando Alonso… con sus idas y venidas son esos pioneros que convirtieron sus disciplinas en motivo de apertura de los periódicos, por encima del fútbol, especialmente en las victorias.

España es un país que celebra éxitos y se conforma con poco, cainita él desde tiempos inmemoriales, y capaz de escupir a sus próceres si es menester. En los últimos tiempos se ha visto en el caso de Alonso. La última vez que el asturiano más internacional de su historia tocó la gloria en la Fórmula 1 fue en 2013, hace ya ocho años, y desde entonces se navega por un desierto con los oasis de sus aventuras en competiciones como las 24 Horas de Le Mans. Alonso ha visto cómo las lenguas y las plumas se han afilado en cuanto se ha visto que el Alpine A521 se parece más a un camión que a un avión en cuanto a sus prestaciones se refiere. Como si señalar lo obvio, que el coche no está para ganar, fuese una excusa. ¿Acaso Messi o Benzema serían superestrellas mundiales en el Zamora CF?

La afición española a la Fórmula 1, la que se quedó en el barco cuando los éxitos dejaron de convertirse en el pan de cada día, se acostumbró más al sabor del vinagre que del vino. De soñar con victorias se pasó a conformarse con podios, de ahí con festejar las migajas de los puntos, con el paréntesis de celebrar incluso el completar un gran premio sin romper. Los que aún seguían sobre las tablas de la nave alonsista aprendieron a sacar el lustre de los sextos, séptimos u octavos puestos del hombre que puso a seis millones de espectadores frente a la televisión en los años dorados.

Buena parte de ese halo que rodea a Fernando Alonso se debe a actuaciones como la vista el pasado fin de semana en Portugal. Del decimotercer al octavo, cinco posiciones de ascenso entre la parrilla y la bandera a cuadros que casi supieron a una victoria, especialmente por esas 20 vueltas finales en las que Alonso volvió a tener 23 años y no casi 40, y los hoy adultos volvieron a ser adolescentes o niños. Ni el dopaje del DRS, los neumáticos y demás apéndices colocados en una Fórmula 1 cada vez más artificial evitaron que, por momentos, los corazones de la afición volviesen a latir como hacía mucho. El viejo Alonso volvía a salir a la luz en estos nuevos y extraños tiempos.

Ajustarse el traje de Fórmula 1

En las tres primeras carreras que Fernando Alonso ha disputado desde su regreso a la Fórmula 1 se han podido ver algunas trazas de lo que siempre fue como piloto. Estratega, analista, calmado o agresivo en función de lo que el devenir de cada gran premio requiriese. Pero también a un Alonso al que le está costando recuperar las sensaciones. Se notan los dos años y medio fuera de una competición donde los automatismos son tan importantes, por mucho que lo intente ocultar. Prepararse para la Resistencia, para Indy o para el Dakar tiene poco o nada que ver con estar listo para la Fórmula 1, de igual manera que jugar al baloncesto no convierte a un buen pívot en un delantero centro goleador.

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En ese sentido, se nota el rodaje continuado de Esteban Ocon. El francés es un talento puro, considerado una de las grandes esperanzas de Francia aunque sin grandes aspavientos. Rápido, fiable y sin muchos errores a sus espaldas, no en vano aún está en la órbita de Mercedes, a expensas de que el proyecto de Alpine se afiance. El galo ha podido con Alonso, de momento, y el español sabe que tiene que pulir aún algunos aspectos. Uno de ellos es claramente la clasificación: Ocon ha salido delante de él, sobradamente, en dos de las tres citas que llevamos de campeonato.

La mancha que ha quedado del buen fin de semana («el mejor de los que llevamos», en palabras de Alonso) en Portimao es el sábado. «Una clasificación 'regu'», admitía el asturiano, sin entender aún por qué perdió un segundo de ritmo con respecto a las previsiones que habían mostrado los libres. Montmeló será un lugar perfecto para comprobarlo.

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