
Angelito 'el zapatero' o 'el niño de cera', uno de los mitos de la lucha
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Camurria y Ángel Álvarez Peña fueron los artífices de un himno que perdura para siempre: «El grande perdió, el chico ganó»Secciones
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Camurria y Ángel Álvarez Peña fueron los artífices de un himno que perdura para siempre: «El grande perdió, el chico ganó»Pedro Reyes
Las Palmas de Gran Canaria
Domingo, 29 de octubre 2023, 12:58
Uno de los mejores luchadores de principio del siglo XX fue el lagunero Ángel Álvarez Peña, más conoció por Angelito el zapatero o también por el niño de cera, expresión acuñada en una luchada en Gran Canaria, donde el público cuando lo vio no daba crédito que alguien, con esa cara tan dulce y aniñada, pudiera ser un grandísimo luchador.
No solo en las islas mostró sus habilidades en el arte de la lucha canaria, sino que a partir de 1920 se fue a Cuba y allí continuó dejando al público admirado por su calidad.
Cuando se retiró como bregador, se dedicó a la enseñanza de la lucha, especialmente a los luchadores del Acaymo y a todo aquel que quisiera aprender a bregar.
La realización de este reportaje ha sido posible por manifestaciones transmitidas oralmente por parientes de algunas personas que le conocieron, como Jaime Álvarez, nieto de su ayudante; reportajes de la prensa de la época y algunos pasajes de libros como la Lucha Canaria de Antonio Ayala, Costumbres de Viera o Historia de la lucha canaria, una mirada al pasado de Andrés Simó, además de diferentes números de la revista Lucha Canaria de los años 40 y 50 del pasado siglo.
Angelito fue uno de los discípulos del Sopo, considerado el mejor luchador tinerfeño de aquella época. Su aspecto delgado y aniñado no daba la sensación de ser un luchador. Jaime Álvarez, un conocido experto en el juego del palo, nos contaba que su abuelo, Arturo Suárez Torró, le había comentado en sus charlas sobre lucha canaria que el primer trabajo que tuvo fue de ayudante de Angelito el zapatero, el famoso luchador lagunero.
«Mi abuelo recordaba que a Angelito lo podían levantar, pero siempre caía de pie y lo recordó como una gran figura de la lucha. También Ramón el de la cantina de San Benito hablaba de Angelito como héroe del lugar y contaba la anécdota que fue con la selección de Tenerife a Gran Canaria y la gente murmuraba que era solo un niño y que como iba a luchar. Cuando saltó a la arena, tumbó a todos los luchadores con los que se enfrentó y fue allí donde ya le pusieron el apodo del niño de cera. Se le consideraba por la gente de la laguna como un héroe», argumenta.
La revista de lucha en los 5, escribía un artículo donde se decía que «el Sopo y Angelito han sido los luchadores más completos de Tenerife, sin olvidar a Camurria. Cuando salían al terrero, incluso cayendo, se podía apreciar en ellos no solo su alta escuela sino su gran calidad de artistas. Sabían caer, como se dice en el argot luchístico».
«Agarraban sin miedo y sin miedo arremetían contra su adversario. Arte pleno de emoción era el suyo; arte en su máxima finura contra los hombres fuertes, hercúleos, estos adalides del deporte, tenían siempre sus recursos, sus luchas de admirable factura, estudiadas de antemano. Desde nuestro asiento le observábamos con admiración. Muchas veces se dio el caso que, cuando le creíamos irremisiblemente perdido, les bastaba un pequeño forcejeo, un desviamiento de su cuerpo, para ante el asombro general, dar en tierra con el formidable adversario», destacan las páginas.
Como colofón, este verso de Nljota: «Más vale maña que fuerza, dice un refrán español; por eso vence Angelito, el más recio luchador»:
El periódico Aire libre del 13 de mayo de 1946, en un articulo de R. Rupérez viendo una luchada, un espectador le comentó «usted es muy joven y no vio las verdaderas luchas. Le voy a contar un hecho que sucedió allá por el año veinte, cuando se salían al terrero sin el afán de las perras, como se sale hoy sino por defender el bando al que pertenecías o por cancelar una caída anterior. En las Fiestas de mayo de Santa Cruz se dio cita en la Plaza de toros lo mejor de la afición y los mejores luchadores, y lógicamente estaba Angelito. Comenzó la luchada bastante mal para el bando al que pertenecía este maestro. Cuando Angelito llegó al terrero, venía de equiparse, vio que su bando iba perdiendo y que estaba de pie aquel atleta que se llamaba el chocho, de quien tanto hablaron los periódicos de la época. Al ver que le tocaba Angelito, se volvió a los de su bando y dijo «díganle a ese niño que se confiese antes de agarrarse».
Se dieron las manos y pegó la lucha. Mucho forcejeo por ambos lados, se tantearon y se tiraron luchas hasta que Angelito de magnifico desvío dio con su contrario en el suelo, lanzándolo a una distancia de cuatro metros. Se acercó al chocho, le dio la mano, lo levantó y lo acompañó al baño suyo. Al llegar le preguntaron sus compañeros:
¿Cómo estuvo eso chocho? «¡No me digan nada que donde creí que me mandaba ese chiquillo era al cielo!».
Efectivamente, no era para menos porque fue uno de los mejores desvíos dados por Angelito y aquel publico puesto en pie, vitoreó al niño de cera, como lo calificaron en Las Palmas. Se tiraron al terrero y lo sacaron a hombros. Aquello sí que eran luchas y aquel si era público».
La revista Lucha canaria editada en las Palmas de Gran Canaria, en la de 1948 escribía que «Angelito fue un genial artista de nuestro deporte típico y ha sido admirado y aplaudido por todos los públicos que le vieron luchar, incluso en la isla de Cuba, aunque especialmente en Las Palmas donde acudió con el Acaymo, a los que enseñaba, para enfrenarse al Adargoma, ganando la primera por 11-12 y perdiendo la segunda por 12-7».
Angelito el zapatero tenía una calidad asombrosa y aprovechaba muy bien la fuerza del contrario y que la lucha era corrida, por lo que pudo lograr grandes triunfos ante luchadores mucho más fuertes que él. Al ser un luchador pequeño y de poco peso, luchaba por abajo y sus mañas eran ejecutadas con maestría, en especial con agachadillas o desvíos. Como tenía poco peso era levantado con asiduidad, pero normalmente caía de pie y ahí aprovechaba la situación par contrear, al contrario.
El 4 de diciembre de 1918, Manuel Verdugo publicaba sobre Angelito que «no se envanece con los aplausos. Su noble e insuperable maestría en la lucha canaria, se valora no solo por la relativa exigüidad de su estatura y por una falsa apariencia de endeblez corporal, sino también por su simpatía y atrayente modestia. Estas y otras cualidades morales y físicas, concurren en él para formar un tipo de luchador único, notabilísimo, que no se ha dado, ni creo que se vuelva a dar entre los cultivadores del deporte regional».
En 1920 Angelito se va para Cuba, como otros tantos bregadores de esos años, para provechar y hacer las américas, donde solían regresar con sus buenas pesetas en función de las luchadas y desafíos que hicieran y ganaran.
El escritor canario Francisco González en una carta canaria que escribe en el Diario de la Marina, el 18 de agosto de 1920, les comunica así a los lectores cubanos como era Angelito. «Este joven luchador representa un estilo nuevo, el refinamiento, la maestría y la elegancia dominando a la fuerza completamente. La fuerza no la posee, se trata de un muchacho, al parecer débil, enfermizo, con aspecto anémico, que sin embargo se ha hecho aquí el rey de la palestra», explicó.
En su vuelta y establecido en la zapatería de La Laguna, estaba siempre aconsejando a los jóvenes y explicando las mañas y la manera de derribar, al contrario, aunque se fuera más pequeño, y de menos peso, aunque jamás hubo otro como él.
Gilberto Alemán escribía en su sección de Tenerife hoy sobre Angelito ya retirado. «Fue en los años 40 en La Laguna. Angelito vivía cerca de mi casa. Su taller de zapatería se abría en las calles San Agustín con Juan de Vera. Mi padre nos había hablado de la habilidad de este hombre, de aspecto un tanto frágil, en el arte de la lucha canaria. Era silencioso y cordial.
Yo había conocido a los Pollos de Las Canteras y de las Mercedes, este último guardia municipal lagunero, de tres pisos, casi una manzana de hombre, y no podía imaginármelo luchando con Angelito. Sin embargo, a este no parecía importarle la ostensible diferencia de estatura y peso, que muchas veces le separaban de sus rivales, y no fueron pocas las ocasiones que pudo dar en tierra con ellos.
En la cancha de Anchieta se organizaron, años más tarde, unos cursos de lucha canaria, al amparo de la Escuela de Artes y Oficios y me fui a aprender lucha canaria, que constituía uno de mis deportes favoritos. El profesor era nada más y nada menos que Angelito.
Poco a poco, lentamente, el luchador trataba de meterle en la mente de aquellos estudiantes de bachillerato, las cuatro reglas del deporte antiguo que practicaron los guanches. La mano aquí o allá, la fuerza sobre el hombro, el impulso del cuerpo...».
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