Borrar
Vea la portada de CANARIAS7 de este jueves 18 de abril
Juegos de niños

Juegos de niños

El español Carlos Front participó con 11 años en Barcelona 92 y Dimitros Loundras, un gimnasta griego, logró una medalla con 10

Pío García

Viernes, 23 de julio 2021, 23:28

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Un poco antes de las diez de la noche del 25 de julio de 1992, en el túnel del estadio olímpico de Montjuic, Carlos Front, un chaval vestido con el uniforme de la selección española, apenas podía ver más allá de sus narices. Náufrago en un mar de piernas, emocionado y aturdido por el estruendo, oyó decir a sus espaldas: «¿Y Carlos? ¿Dónde se ha metido Carlos?» Cuando sus compañeros del equipo de remo lo encontraron, formaron un corro en torno a él para protegerlo. Al salir al tartán del estadio, otro remero, Juan Luis Aguirre, lo cogió en hombros, como hacen los padres con los niños que no alcanzan a ver algo, y le dijo: «Esto no te lo puedes perder». Alguien le susurró al oído: «No olvides nunca este momento».

Carlos Front (Amposta, Tarragona, 1980) tenía 11 años. Era el más joven de los 12.000 atletas que desfilaron aquel día en Montjuic. Vio a Antonio Rebollo lanzar la flecha ardiente hacia el pebetero, escuchó cantar a Montserrat Caballé, recibió la ovación atronadora de los 65.000 espectadores que abarrotaban el estadio. Su embarcación (el ocho con timonel) quedó lejos de las medallas, pero él se convirtió en una de las estrellas de los Juegos: «Todo el mundo quería verme, hablar conmigo, comer conmigo... Tenía a los voluntarios que estaban muy encima. Recuerdo que los jugadores de baloncesto de España venían a hacerse fotos conmigo. ¡Era el mundo al revés, en vez de ir yo a hacerme fotos con ellos, eran ellos los que venían a hacerse fotos conmigo!». Aquellos días los vivió en la Villa Olímpica, lejos de su familia. Aunque por motivos de seguridad ningún atleta podía salir del recinto, Carlos confiesa que algún voluntario le ayudaba de vez en cuando a escaparse: «Tenía la suerte de que la casa de mis padres estaba muy cerca, así que de vez en cuando me iba a verlos».

Front dejó el deporte de competición a los quince años, harto de sus esclavitudes, pero nunca ha dejado de remar por diversión. Ahora trabaja en el departamento de calidad de una empresa. Hijo de un entrenador histórico del remo español, Bienvenido Front, se sentó por primera vez en el puesto de timonel a los seis años. No había entonces límite de edad, pero sí de peso, así que no pudo competir hasta alcanzar los 45 kilos. Mientras que a sus otros compañeros de equipo les sometían a regímenes alimenticios draconianos para que no engordaran, a Carlos le obsequiaban con unos banquetes episcopales. «A los diez años pegué un estirón, conseguí el peso mínimo y pude competir». Desde fuera chocaba ver a un chavalín dirigiendo a ocho hombretones que le doblaban en edad y en estatura, pero Carlos no se cortaba: «Llevábamos muchos años entrenando juntos, así que era todo muy normal. Si tenía que pegar a alguien un grito, se lo pegaba y todo el mundo lo comprendía».

Aunque desde Barcelona'92 nadie ha superado en precocidad a Carlos Front, el primer puesto en esta clasificación olímpica lo sigue ostentando un gimnasta griego de 10 años, Dimitros Loundras, que participó en los primeros Juegos de la era moderna, celebrados en 1896 en Atenas. Dimitros consiguió la medalla de bronce por equipos en barras paralelas. No parecía un reto demasiado difícil porque en aquella disciplina solo hubo tres competidores, pero su registro, reconocido por el Comité Olímpico Internacional, ha quedado grabado en mármol y será muy difícil, quizá imposible, que alguien lo supere. Loundras, que acabó sirviendo como vicealmirante de la Armada griega en las dos guerras mundiales y más tarde fue prefecto de la isla de Lesbos, murió en 1971.

Su récord estará a salvo en Tokio, en donde competirán dos niñas de 12 y 13 años: Hend Zaza y Sky Brown. Comparten generación y tal vez tengan las mismas inquietudes, pero viven en mundos opuestos. Hend Zaza practica tenis de mesa, es siria y nació en Hama, una ciudad de 600.000 habitantes situada entre Homs y Alepo. Entrena seis días a la semana, pero solo hasta que anochece porque los cortes de luz son frecuentes. Sky Brown es 'skater', nació en Japón de madre japonesa y padre británico, compite bajo la bandera del Reino Unido, tiene 814.000 seguidores en Instagram y pasa seis meses al año en California. Ninguna de las dos lo ha tenido fácil para llegar a Tokio.

Hend Zaza consiguió la clasificación olímpica con 11 años. Nacida el 1 de enero de 2009, comenzó a practicar ping-pong a los cinco. En el tablero encontró un refugio frente al miedo cotidiano provocado por los bombardeos y los francotiradores. Mientras su país se consumía en un infierno de sangre, atentados y escombros, Hend disputaba cada punto con la rabia de una niña que quería jugar, divertirse, escaparse, vivir. «Pocas veces he visto a alguien de esa edad entrenándose con tanta intensidad como Zaza», indicaba hace un año Eva Jeler, una de las grandes figuras del tenis de mesa europeo.

A Hend Zaza quizá le falte algo de técnica, pero le sobran determinación, entusiasmo y voluntad. Ocupa el puesto número 155 del ranking mundial. Se ganó su plaza olímpica en Jordania al derrotar a la libanesa Mariana Sahakian, 31 años mayor que ella.

Aunque, vista desde fuera, la vida de Sky Brown parece sacada de una película americana de adolescentes, la 'skater' británica también ha tenido que cruzar un purgatorio para llegar a Tokio. Se levanta a las cinco de la mañana para hacer surf y luego entrena cabriolas con el monopatín. Su imagen –pelo largo, mechas californianas, cuerpo menudo, ojos rasgados– se ha hecho muy popular entre los aficionados y las grandes marcas deportivas se frotan las manos pensando en sus posibilidades publicitarias.

Sin embargo, el sueño olímpico de Sky Brown (y algo más) estuvo a punto de torcerse el 2 de junio de 2020, cuando se cayó entrenando en California, aterrizó mal sobre la rampa y se rompió el cráneo y los huesos de la mano izquierda. Días después, publicó en Instagram el vídeo de su trompazo y una fotografía suya, con el ojo morado, en la cama del hospital. Su mensaje, lleno de emoticonos retadores, anunciaba su decisión de volver «aún más fuerte y más dura». El retraso de los Juegos le ha venido de perlas. Cuando se disponga a deslizarse por el parque urbano de Ariake, sede de la competición de 'skate', Sky Brown, nacida el 12 de julio de 2008, habrá cumplido ya los trece años.

Lo deciden las federaciones

Son las federaciones internacionales de cada deporte las que marcan la edad mínima para competir. Muchas de ellas exigen ya que los atletas olímpicos hayan cumplido al menos 16 años, aunque en algunos casos, como en el tenis de mesa, no hay rango alguno y por eso en Tokio pueden coincidir Hend Zaza (12) y la luxemburguesa Li Xialian (58).

En la pista de 'skate', al lado de Sky Brown se ajustará el casco la coruñesa Julia Benedetti, de 16 años. Julia acaba de terminar primero de Bachillerato en el colegio Santa María del Mar y se dispone a vivir una experiencia insólita, para asombro de sus compañeros de clase. «Me dicen que qué guay», sonríe. Julia habla con la frescura de una chica que hace apenas dos años solo pensaba en jugar con su monopatín y que ahora se ve cogiendo un vuelo a Japón para participar en unos Juegos Olímpicos: «Quiero divertirme. Y creo que eso debería ser así en todos los casos. Antes que para ganar una medalla o lo que sea, los deportes deberían ser para pasárselo bien».

Quizá, como apunta Julia Benedetti, la diversión sea la clave para que la infancia del atleta no acabe consumiéndose en la pira de la alta competición. Sonia Fernández, que con 13 años fue olímpica en saltos de trampolín, reconoce que practicar deporte tan joven a ese nivel tiene sus ventajas e inconvenientes: «Te da disciplina, autoexigencia, mentalidad de superación… pero pierdes amistades», confiesa. Sonia, que estudió Icade, Económicas y Empresariales, no quiso que sus hijos se apuntaran a hacer saltos: «Creo que el sacrificio no compensa. No compensa lo que pierdes y lo que sacrificas con lo que recibes, al menos en el caso del deporte amateur. Yo he visto gente muy buena, varias veces olímpicos, a los que luego han dejado tirados. Por eso en mi casa siempre tuvimos claro que lo primero eran los estudios». Con independencia de cómo le vaya en Tokio, la 'skater' Julia Benedetti parece seguir el consejo de Sonia: le tiran las ciencias y quiere hacer una Ingeniería. El monopatín continuará siendo lo que siempre fue para ella: un divertimento.

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios