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El día que Pacuco volvió a los banquillos

El día que Pacuco volvió a los banquillos

Con el pertinente permiso arbitral, ocupó plaza en la banda, dirigió a los futbolistas, recuperó las arengas que le hicieron único y, evidentemente, fue talismán.

Ignacio S. Acedo y /Las Palmas de Gran Canaria

Jueves, 16 de julio 2020, 14:18

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Y Pacuco Rosales volvió a los banquillos. Fue en Madrid, en partido de la Tercera Regional, y que medía al equipo representativo de la Casa de Canarias de la capital de España con el Villaverde. Con el pertinente permiso arbitral, ocupó plaza en la banda, dirigió a los futbolistas, recuperó las arengas que le hicieron único y, evidentemente, fue talismán.

«En el descanso les dije que había que jugar por los extremos, que estábamos siendo muy superiores y no se podía escapar la victoria. Los chavales siguieron mis instrucciones y ganaron 1-2». Sigue siendo genuino Pacuco en el oficio que dignificó durante décadas y que le instaló, por siempre, en el corazón de todos los aficionados. Atendiendo, precisamente, a la fama que adquirió en su etapa de entrenador, con gestas inolvidables como el ascenso a Segunda División de 1996 con la UD, recibió semanas atrás una llamada de Roberto Miño, presidente de la Casa de Canarias en Madrid, con el deseo de que pudiese compartir con la amplia colonia de isleños allí afiliada sus experiencias dentro y fuera del fútbol. «Le dieron mi número en la UD Las Palmas y, desde el primer momento, me pareció muy interesante su propuesta, al margen de que siempre es un orgullo que se acuerden de uno», reconoce Pacuco, quien aceptó de inmediato. No podía imaginar que la experiencia iba a resultar tan enriquecedora.

Pacuco no se limitó a contar vida y milagros. Que también. A las charlas que presidió, regadas de regalos para el museo de la institución, como una camiseta de su peña de La Isleta o una zamarra oficial de la UD con la firma de todos los jugadores, añadió la gran pasión futbolera que lleva en vena. Y el sábado pasado hizo un paréntesis de su retiro y se sentó en el banquillo, en un partido de aficionados, para dirigir a los jugadores canarios que defienden los colores de la Casa de Canarias en la competición federada de Madrid. «Estaba en una nube y me lo pasé genial, fueron sensaciones a pie de campo que, después de tanto tiempo, me pusieron la piel de gallina. Incluso hice de director deportivo, pues tienen jugadores de todas las islas menos de El Hierro y ya les conseguí un herreño para que se una a ellos», expone emocionado.

Hoy regresa a casa colmado de atenciones y vivencias imborrables. «Ha sido inolvidable. Me trataron como un ídolo y pude revivir los viejos tiempos con una gente maravillosa. Agradezco a Roberto Miño todas sus consideraciones. Me han ganado como amigo», concluye uno de los portadores de la insignia de oro y brillantes de la UD.

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