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La forja (médica) de un olímpico

La forja (médica) de un olímpico

Detectar a las jóvenes promesas desde la infancia es fundamental para poder convertirlas en deportistas de élite, explica la doctora Paloma Suárez, responsable de la Unidad de Medicina Deportiva del Hospital Vithas Las Palmas

Lunes, 12 de agosto 2024, 09:34

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Durante los Juegos Olímpicos es posible vislumbrar la meta a un esfuerzo de años en la vida de muchos deportistas. Historias de éxito y superación, talentos excepcionales que alcanzan su cénit. Pero el camino comienza mucho antes, y en la forja de un olímpico, como en el de cualquier deportista de élite, influyen múltiples factores. Un camino en el que la medicina juega un papel importante, con el reconocimiento médico-deportivo como piedra angular.

Y es que el talento, una mente fuerte, la constancia y el sacrificio son valores indispensables en un deportista de élite junto a un equipo que los apoyan e impulsan. El reconocimiento médico-deportivo cumple, en definitiva, la misma función que el test de cociente intelectual en el ámbito deportivo, porque en el deporte también es posible tasar el talento que lleva a la élite. Ayudan a identificar talentos tempranos y proporcionan una base para diseñar programas de entrenamiento adecuados según las necesidades y el potencial del deportista. De esta manera podemos detectar también cualquier problema de salud que podría afectar a su rendimiento y poner en riesgo su bienestar para poder corregirlo. Se trata de conseguir un asesoramiento integral del deportista.

En las pruebas de esfuerzo con analizador de gases se obtiene la información suficiente para, por un lado, descartar posibles patologías, incluida la temida muerte súbita. Y por otro lado, determinar si un deportista tiene un talento especial y, a partir de ahí, cómo ayudarle a desarrollarlo para que llegue al objetivo que quiera alcanzar. Por eso es importante hacer pruebas seriadas a lo largo de la temporada y a lo largo de los años para ir ajustando y ayudando a ese deportista a sacar su máximo talento.

Imagen principal - La forja (médica) de un olímpico
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En definitiva «tenemos que valorar las capacidades, el 'motor' que tiene cada deportista y según cada 'motor' sabremos qué talento tiene para después poder ayudarle a desarrollarlo al máximo«, explica la doctora Paloma Suárez, responsable de la Unidad de Medicina Deportiva del Hospital Vithas Las Palmas. Porque todo no es contar con las condiciones adecuadas. «Hay deportistas con todo a su favor físicamente que no cuentan con la perseverancia, la ambición o la fortaleza mental necesaria y otros con menos talento pueden llegar alcanzarlos. Pero sí es verdad que para llegar muy alto se necesita tener unas capacidades muy especiales y después que se sumen el resto de las cosas».

Pero, ¿cómo se consigue discernir esto? «Para determinar si un niño tiene un talento excepcional hay que valorar una serie de parámetros y compararlos con los valores esperados para su edad. Estos parámetros se obtienen mediante la prueba de esfuerzo del reconocimiento médico-deportivo, siempre y cuando se realice con analizador de gases», detalla la especialista en medicina de la actividad física y del deporte.

Se sabe de su uso si se coloca al deportista una máscara una vez sube a la cinta de correr o a la bicicleta. Si no se utiliza esta máscara, se obtendrán solo resultados cardiológicos y en la ergoespirometría o cicloergoespirometría se analizarán todos los datos cardiovasculares, respiratorios y metabólicos, lo que supone mayor seguridad médica y deportiva.

Con el analizador de gases se obtienen una serie de parámetros ventilatorios, como la capacidad ventilatoria del deportista, los valores de VO2 max (la cantidad de oxígeno que el cuerpo gasta por minuto), los umbrales aeróbicos y anaeróbicos, la recuperación y el desarrollo de la frecuencia cardiaca y una alta eficiencia en el intercambio de gases además de los cocientes ventilatorios. Y dos datos muy importantes: la eficiencia energética y la eficiencia mecánica que tiene un deportista.

La eficiencia energética supone la capacidad del cuerpo para utilizar la energía de la manera más efectiva durante el ejercicio. Un deportista con una alta eficiencia energética puede realizar un trabajo físico con menos gasto energético y esto es crucial para deportes de resistencia. «

Y también lo vemos en deportes de equipo. Esta eficiencia junto a la calorimetría nos permite ver el consumo que tiene cada deportista en estado aeróbico y anaeróbico, el metabolismo oxidativo, la flexibilidad metabólica y así poder adoptar tanto el soporte nutricional diario del deportista como su suplementación y su planificación de competición. Se planifica desde sus entrenamientos a las horas de sueño y comidas por fases, los días antes y vdurante la competición. Todo esto es fundamental durante su crecimiento como deportista y un factor obligado en un olímpico», relata la especialista en medicina de la actividad física y del deporte del Hospital Vithas Las Palmas.

APOYO: Deportistas en busca de la élite

Cristian González, Sidney López, Daniela Betancor y Yaré Cocera y sus progenitores dan fe de la importancia del reconocimiento. Son cuatro jóvenes deportistas de entre 11 y 19 años de distintas disciplinas que tienen en común su paso por la Unidad de Medicina Deportiva del Hospital Vithas Las Palmas.

Cristian González es futbolista. Su madre, Estefanía Guerrra acude todos los años a realizarle el chequeo para que pueda desarrollar al máximo su talento y «por estar tranquila sobre su corazón, que no haya problemas. Su salud es fundamental, ahora estamos trabajando con la doctora para que saque músculo», explica antes de que Cristian comience el reconocimiento médico-deportivo.

Este chequeo, que se prolonga durante una hora, incluye la realización de una historia clínica, para la que se le pregunta por sus antecedentes médicos, el deporte que hace, frecuencia del mismo y su estado competitivo. Le sigue el peso y la medición mediante bioimpedancia y plicometría para registrar su porcentaje de grasa, masa muscular y grasa visceral. Con esos datos y los de la calorimetría derivada de la ergoespirometría posterior (prueba de esfuerzo con analizador de gases) es posible saber qué composición ideal debería tener este deportista. Después se le ponen los electrodos y se realiza dos electros basales, uno en posición decúbito supino y otro en bipedestación, se sube a la cinta o a la bicicleta y comienza la prueba de esfuerzo. La prueba se realiza con un protocolo de aumento de la intensidad cada minuto o minuto y medio según el protocolo adecuado para cada deportista para conseguir que la prueba sea máxima. Las pruebas deben ser máximas para tener todos los datos y saber cómo responde ese corazón en niveles altos para saber cómo funciona, si lo hace correctamente, y poder mejorar su rendimiento.

Algo que se consigue si se siguen sus recomendaciones. «A la hora de llegar a meta no está tan cansada a pesar del esfuerzo. Antes terminaba rendida en la pista pero ya no ocurre, se mantiene de pie, camina, ya es otra cosa», explica Berni Artiles, la madre de la atleta Daniela. En su caso cuenta con un entrenador que coordina con la doctora Suárez sus entrenamientos, alimentación y suplementación para lograr el mejor rendimiento posible.

Y es que, como dice Víctor Cocera, padre de Yaré, la velocidad sin control no sirve de nada. En su caso, la tranquilidad de que el corazón está bien y evitar un susto, junto a la mejora del rendimiento, lo han llevado hasta aquí. Y según cuenta, ha valido la pena. «He mejorado mucho en la nutrición, tengo más capacidad y más energía», explica.

Sidney, el benjamín del grupo, es también nadador. Su padre, Javier, cuenta que decidieron venir a consulta por tranquilidad. El niño estaba creciendo muy rápido y tenía dolores en el pecho al realizar esfuerzos grandes. «He mejorado muchísimo, antes no aguantaba tanto nadando, ahora puedo y ya pocas veces me duele», puntualiza Sidney sonriendo.

Respecto a la edad para realizarse la primera prueba, cada vez los niños empiezan a hacer actividad física antes y con mayor exigencia, con lo cual se recomienda realizar un reconocimiento médico-deportivo completo entre los seis años y los ocho años. Sobre todo si el niño realiza actividades deportivas organizadas y entrena muchos días a la semana con intensidad y tiene un gran interés por el deporte.

«Así evaluaremos su salud y sus capacidades físicas pero para valorar y trabajar su rendimiento óptimo los 9 o 10 años es un buen momento. Depende un poco del desarrollo del niño, del nivel de la actividad que realice y de la disciplina que sea. A veces lo más idóneo para establecer los parámetros con más exactitud es entre los 9 y 12 años, pero ya está estipulado en las guías que es posible su realización desde los seis años» determina la doctora Paloma Suárez.

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