Enésima tesis doctoral de Jonathan Viera

Hacía meses que a la UD no le temblaban las piernas. La ansiedad que cargaba en la mochila estaba pesando y mucho. Pero ayer la cara era otra. Se pudo apreciar antes del comienzo del encuentro, cuando los pupilos de Paquito se abrazaron sobre el césped y tomaron juntos el camino de los vestuarios para ponerse el traje de faena. Y esa unión que venía pidiendo el técnico en funciones se notó desde el primer minuto del partido. Líneas juntas y adelantadas. Mordiente en la zona de tres cuartos y una premisa: asfixiar la salida del esférico de los de Setién.

La UD volvía a ser un equipo compacto. La distancia entre los zagueros, el centro del campo y la delantera se veía reducida de forma considerable. Calleri dejaba de ser un islote y Las Palmas atacaba en bloque, cosa que se había perdido esta temporada. Y eso es algo que está en todos los manuales del fútbol. Y a eso hay que sumarle que el conjunto grancanario tiene un factor diferencial: Jonathan Viera.

Con el 21 como eje central del juego y queriendo ser el líder, los insulares pueden y deben sonreír. Los verdiblancos solo podían parar al mediapunta a base de faltas, pero ni así lograron sacarlo del encuentro. Con el paso de los minutos, todos los balones pasaban por las botas del futbolista de La Feria, y ahí la escuadra amarilla se hace grande. Galones y madurez. Si Jonathan Viera quiere que la UD se quede en Primera, así será. Ayer lo demostró con un recital superlativo, de auténtico jugón. Pases al espacio que solo él podía ver, regates endiablados y un sinfín de recursos.

La mejoría canaria se notó de principio a fin y Paquito, en su debut, ya suma más puntos que el bueno de Ayestarán en siete partidos. El conjunto brilló y dejó varios nombres propios: Bigas estuvo colosal, Viera rozó la excelencia, Tana volvió a ser Tana y Calleri sació su sequía.