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A fuego lento

A fuego lento

Martes, 27 de marzo 2018, 06:00

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Lo dicen los expertos. Un buen guiso requiere tiempo. Los alimentos, de máxima calidad si el bolsillo lo permite, dan lo mejor de si siempre y cuando se cocinen a fuego lento y durante el tiempo adecuado. El plato no alcanza las expectativas que ha despertado si se adelantan o se alargan los tiempos marcados.

Todas las noches de un día es un guiso, que se ha cocinado con fuego bajo para que todos sus elementos logren satisfacer el paladar más exigente. Se trata de una historia más compleja de lo que aparenta. Tiene múltiples capas, distintos tiempos y detalles. Muchos detalles, que son los que otorgan toda la magia y la profundidad que ideó sobre su escritorio el dramaturgo andaluz Alberto Conejero.

Esta obra, cuyo estreno absoluto acogió el pasado fin de semana el teatro Cuyás de la capital grancanaria, se puede resumir con facilidad. La historia transcurre en un desvencijado invernadero, en medio de unas modernas urbanizaciones. Allí nos topamos con Samuel, un jardinero. Junto a él, aparece Silvia, la dueña de este enclave. Samuel le habla a ella y a su vez responde a unas preguntas que le hace un policía, que no figura sobre el escenario, y al que encarna cada uno de los espectadores. Samuel responde a la platea las incógnitas generadas en torno a la desaparición de Silvia, de la que desde hace tiempo no se tiene noticia alguna.

Desde que este jardinero comienza con su confesión, salta la chispa. El fuego prende la llama de un pasado rico, evocador y, por momentos turbio. Aparecen fantasmas que llevaban años ocultos. Se reviven miradas, olores, silencios, palabras, desencantos, pasiones, dolores físicos y del alma... La vida, en toda su extensión, explota de una forma poética y lúcida ante los ojos de unos espectadores que se mimetizan con las flores y las plantas de ese invernadero y que encuentran la necesaria luz para sobrevivir en las palabras y los gestos de Silvia y Samuel. Dos seres marcados a fuego por una vida perra y cruel. Pocas veces se puede estar tan cerca y a la vez tan lejos como estos desnortados seres, dos sísifos que no cejan en su empeño de arrastrar la piedra colina arriba, a sabiendas de que la meta es inalcanzable y que volverán al punto de partida.

Ana Torrent y Carmelo Gómez son los encargados de dar vida esta pareja desparejada de alma y espíritu. En la puesta de largo del pasado viernes estuvieron solventes. Alcanzarán, como es lógico, mayores cotas de brillantez a medida que Todas las noches de un día coja velocidad de crucero y la maquinaria acabe de engrasar. Destilaron algo de tensión en los primeros compases, pero a medida que el universo poético pergeñado por Conejero tomó vuelo, crecieron y convencieron, como el público les hizo saber al finalizar el montaje. Cierto es, también, que el texto y la apuesta escénica que comanda Luis Luque otorgan un mayor lucimiento al personaje masculino. Aunque sin Silvia, este guiso no pasaría de ser más que un plato combinado.

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