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El escritor, poeta y articulista gaditano Felipe Benítez Reyes. Vanessa Gómez
«Vivimos una edad de oro de los bulos y la mistificación»

«Vivimos una edad de oro de los bulos y la mistificación»

El narrador Felipe Benítez Reyes entra en las mentes de los conspiranoicos con una «pandemoniaca» novela escrita «en caliente» durante el confinamiento

Domingo, 3 de enero 2021

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El confinamiento paralizó a Felipe Benítez Reyes (Rota, Cádiz 1960). Hasta que el escritor se plantó y se puso manos a la obra. El resultado es 'La conspiración de los conspiranoicos' (Renacimiento), una novela «pandemoniaca» que disecciona el pensamiento negacionista dando voz a los participantes en una delirante tertulia. El humor vuelve a ser un arma de doble filo para el autor, que quiere helarnos la sonrisa tras colocarnos al borde de la carcajada.

-¿Escribió en caliente durante el confinamiento?

-Sí. Al principio fue paralizante. Pero luego me sirvió de sujeción a la realidad o a la irrealidad que vivíamos. Escribir fue un estímulo para fingir cierta normalidad ante mí mismo. Lo hice día a día, al hilo de lo que pasaba y de las teorías alternativas que leía.

-¿Unas teorías delirantes?

-La mayoría sí. Un surtido de pensamiento exótico que me daba mucho juego. Leer estas teorías paralelas, por decirlo de manera educada, me irritaba. Pero de pronto decidí convertir la irritación en inspiración. Intenté entrar en las mentes de quienes razonan así. Ese fue el germen de la novela.

-Una ficción pandemoniaca, digamos. Un baile de demonios.

-Pues sí. Es una buena definición. Es un carrusel delirante. Se podía dar forma narrativa a esos delirios con un ensayo o una novela, y el ensayo no me encajaba.

«Si izas una bandera, por disparatados o locos que sean sus valores, alguien la sentirá como suya»

-¿Siempre fuimos un país conspiranoico o la cosa se agrava?

-Con una pandemia el conspiranoico está en su apogeo. El furor antivacuna, la idea de la manipulación de los poderes ocultos... Todo sirve de detonante. Cualquiera tiene hoy su canalito privado de televisión y su hojita parroquial para opinar. Para intensificar la circulación de tanto disparate y tanta necedad. Gente que carece de formación científica se cree capaz de desmentir a científicos acreditados y elevar a eminencia a cualquier chalado que le dé la razón. Un panorama pintoresco.

-Con altavoces como Miguel Bosé, que está en la novela.

-Iza una bandera y alguien la sentirá suya, se dice en Estados Unidos. Y creo que es así. Por disparatada que sea la bandera y aunque represente los valores más locos, siempre habrá alguien que se adscriba a ella. Si Ouka Leele o Miguel Bosé son nuestros portavoces científicos, mal vamos. Son charlatanes con una profesión que nada tiene que ver con la ciencia que se creen en el deber de cuestionar y negar la realidad, no solo la pandemia.

-¿El negacionismo conspiranoico mata?

-Sí. Atenta directamente contra nuestras vidas. Nos lo tomamos como algo pintoresco y chistoso, pero es peligroso. Se nos ofrecen remedios descabellados para el cáncer, se incita a negarse a la vacunación o a no usar mascarillas. Es el imperio de la necedad. Promulga y propaga manías individuales sin fundamento. Siempre habrá quién crea cosas inverosímiles, como que le van a vacunar con un chip que le controlará mentalmente, le hará comprar lo que no quiere o le convertirá en un esclavo orwelliano.

-¿Estamos en la edad de oro de los bulos y las mistificaciones?

-Sí. Pero también es posible que lleguemos a la edad de platino. Por desgracia puede ir a peor.

-¿Carga el diablo las tertulias?

-Sin duda. Las de la novela están un poco anticuadas. Hoy se discute en red, a través de chats. Las presenciales están casi en desuso, pero me apetecía dibujar una tertulia convencional, en la que unos tipos se reúnen una vez a la semana y dan rienda suelta a sus delirios. Ese coloquio de besugos era un buen formato narrativo.

«El negacionismo cospiranoico de la pandemia mata; es el imperio de la necedad

-El humor, crucial en su narrativa, ¿es ahora esperpéntico?

-Las opiniones e ideas de los personajes son ridículas y cómicas por sí mismas. Lo difícil era no caricaturizar a unos personajes caricaturescos. No quería llevarlos al esperpento. El humor es un vehículo, no un fin. Si se desata, la novela no funciona. Retrato conciencias y creo personajes peculiares, y el humor es un componente del retrato. Mi propósito es que la risa se congele. Me gusta que digan que con mis personajes te ríes, pero se te acaba helando la sonrisa. Reflejo la condición disparatada de nuestra realidad.

-Como la 'Malditísima Trinidad': el diablo, Soros y Gates.

-Es raro apuntar a Gates y a Soros como supervillanos que como Fumanchú o Fantomas quieren destruir el mundo. ¿Para qué? ¿Cómo se llega a esa conclusión? Quería ver cómo ese pensamiento entra en efervescencia y un disparate lleva a otro mayor en un carrusel delirante.

-La pandemia no ha sacado lo mejor de nosotros como se dijo. Casi ha sido lo contrario.

-Era lo previsible. La idea de que saldríamos santificados y purificados de espíritu era demasiado optimista. No se lo creían ni quienes la formularon. El género humano es como es: no sale ni mejor ni peor parado.

-Sitúa la novela en un Cádiz reconocible.

-Sí. Es un buen escenario para este tipo de novela. Homenajeo a una ciudad que me gusta mucho y donde paso parte del año.

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