«Trato de ofrecer puertas para repensar estos espacios despersonalizados»

Espacios físicos solitarios y crudos. Sin elementos humanos y capturados a la vieja usanza, con materiales analógicos, componen la exposición que Sonsoles Company muestra hasta el próximo 28 en la galería de la capitalina calle de Enmedio. Las piezas que conforman el relato de la artista se podrán visitar de lunes a vieres, de 17.30 a 20.30 horas, atendiendo a todos los protocolos que impone el escenario del coronavirus.

-Estas fotografías podrían documentar nuestra primera reacción ante la pandemia...

-Eso es algo que me comentó mucha gente en la inauguración. Es inevitable, al estar en esta situación. Es un trabajo que llevo realizando los últimos cinco años, por lo que no era momento Covid ni nada que tuviera que ver con ello, pero sí es verdad que hubiera sido más sencillo realizar este material.

-¿Qué le empujó a querer documentar el vacío?

-Me interesa la fotografía como registro y como fragmento. La metalingüística de lo que es la fotografía en sí. Trato de buscar espacios que estén de alguna forma descontextualizados y despersonalizados para tratar de ofrecer al espectador esta serie de puertas y ventanas, en esta ocasión todas en formato vertical, que permitan repensar y rehabitar estos espacios.

-¿En qué influye esa verticalidad con la que monta las imágenes que expone en el relato de la obra?

-Al final es que soy hija de mi tiempo. Aunque siempre utilice fotografía analógica porque me interesa por el tiempo que me da para trabajar y pensar en lo que estoy haciendo, estoy acostumbrada a mirar con ese gesto vertical con el móvil. Aunque en mi trabajo nunca hay fotografías del móvil, que en mi caso por decirlo de alguna manera son como apuntes o bocetos, se me hace mucho más natural mirar de esa manera A pesar de que con la cámara analógica es mucho más aparatoso.

-¿Qué sugieren en su narración estos espacios tan deshabitados que retrata?

-Siempre me estoy haciendo preguntas sobre el lugar, el espacio o el paisaje y cómo lo habitamos, como lo abandonamos también me interesa. La identidad que le damos o le dejamos de dar a estos espacios. O el paso del tiempo. Esta muestra se articula sobre tres ejes: lo indeterminado, lo vulnerable y lo nómada. Que son tres conceptos que me interesan mucho a la hora de trabajar. Esta muestra, a parte de estar compuesta de 28 fotografías, viene acompañada por un texto de Teresa Arozena y una pieza de instalación en la que he tenido la suerte de colaborar con el artista Daniel Rietti para realizarla, también me ha ayudado en la composición de la sala para esta exposición, y esta pieza forma parte de estos tres ejes.

-¿Persigue advertirnos de alguna forma de ese abandono que propiciamos dejando las cosas morir en el tiempo?

-No sé si es tanto una forma consciente de enfocar el punto de vista o tratar de llamar la atención sobre algo o más un ejercicio casi de empatía con los lugares. En estos determinados lugares yo siento una especie de atracción magnética y la necesidad de retratarlos. Casi como cuando haces el retrato de una persona pero utilizando o valiéndome de estos espacios.

-Viendo las distintas localizaciones de las imágenes parece que detrás de esta exposición hay un balance de muchos kilómetros...

-En esta exposición hay fotos de sitios en los que yo he vivido o he estado en los últimos cinco años. Barcelona, Madrid, Las Palmas de Gran Canaria, algunas carreteras en el medio de España y Los Ángeles, en Estados Unidos.

-¿Cuánto deben estas imágenes a esa cultura pop norteamericana?

-Supongo que mis referencias fotográficas parten de ahí. De toda esta nueva topografía americana que se hizo a partir de los años sesenta. De esta forma de mirar los restos de ese sueño americano que va quedando. Me interesa mucho toda esa cultura de las 'road-movies' y la carretera, entonces creo que es algo que inevitablemente está en mi trabajo.

-¿La apuesta por el formato analógico esconde una mayor libertad creativa a la hora de enfrentarse a su obra?

-Sí y de eso me di cuenta desde que comencé a hacer fotos, y empecé con cámaras digitales. Pero el formato digital me daba demasiadas opciones. Que tengas en las manos una cámara con la que puedas disparar 27 fotos de un mismo lugar y que pudieras ver cómo han quedado en el mismo instante es algo que hace que se me pierda algo en el proceso. Lo importante. Entonces me di cuenta cuando comencé a utilizar la fotografía analógica que para empezar no ves lo que estás haciendo. Tienes que esperar hasta que la relevas, la positivas, para poder ver lo que has hecho. Mi forma de trabajar es muy particular porque yo nunca tomo una misma imagen dos veces. Si sale bien y si no no sale. En todo este tiempo de espera hay como un repensar en la imagen que en su momento saqué. Una idealización. Una recontextualización de la idea. Es como si todo ese tiempo lento a la hora de trabajar es lo que articula el trabajo que acabo plasmando.

-¿Hacer un trasvase hacia esas posibilidades que ofrece la fotografía digital es inviable con la forma de trabajar que sostiene su obra?

-De momento es así. Porque esta forma de trabajar me funciona para contar lo que yo quiero contar. Yo no edito nada, ya tengo mis cámaras y los carretes que me funcionan. Es verdad que voy probando pero casi siempre termino utilizando más o menos el mismo material, que es el que me define el grano, el color de la imagen, las sombras. Entonces, de momento, no me lo planteo. Porque, además, yo no retoco nada. La fotografía que está expuesta está tal cual sale y se revela, se escanea y se positiva. A mí ese mundo digital del retoque o el efecto por ahora no me interesa. Soy joven y puedo cambiar en el futuro pero por ahora no me lo planteo.