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Saro León, 30 años de lucha por amor al arte

Saro León, 30 años de lucha por amor al arte

Desde su espacio de la calle Villavicencio, la galerista ha tendido puentes para promocionar a los artistas canarios en el exterior y conectarlos con creadores de Oriente, África, Europa y Latinoamérica. Todos reconocen su mérito, pero ella aún duda sobre si su labor ha dejado huella en la sociedad y en el tejido cultural canarios.

Jueves, 1 de enero 1970

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carmen delia aranda Las Palmas de Gran Canaria

Me metí en esta historia porque no era consciente, estaba entusiasmada, feliz de hacer cosas y de dedicarme a lo que quería», explica Saro León, la única mujer galerista de Gran Canaria, que estos días celebra sus 30 años al pie del cañón. Tres décadas al frente de la sala que le han permitido tratar con muchos artistas y conocer a personas valiosas que han compartido con ella su sensibilidad y conocimientos. «Me han enriquecido mucho. He aprendido de ellos. Eso es lo que más valoro de la galería», comenta esta licenciada en Historia del Arte por la Universidad de La Laguna, carrera que compaginó con sus clases en la Escuela de Arte.

«En 1988, había ansia de muchas cosas. Se acababa de inaugurar La Regenta y unos meses después se abrió el Centro Atlántico de Arte Moderno», relata Saro León sobre aquellos tiempos en los que, empujada por su colega tinerfeña Magda Lázaro, emprendió una aventura en la que sigue inmersa.

La primera sede de la galería se situó en la calle Néstor de la Torre número 2 de la capital grancanaria. «Fue recibida por el público con mucho entusiasmo. Las exposiciones eran auténticos eventos. Tenía un poder de convocatoria tremendo, no por mí, sino por la curiosidad de la gente», comenta León sobre el efecto que causó la apertura de la sala a finales de 1988. El artista Pedro González fue el elegido para la inauguración. Fue el primero de los muchos autores canarios que pasaron en aquellos años por la galería: como Gonzalo González, Gregorio González, Toño Cámara o Cándido Camacho. «En aquel primer momento, casi todos los artistas eran de la galería de Magda Lázaro, de la generación de los 70».

Esta primera etapa, hasta mediados de los 90, fue la época dorada de la galería. León, para hacerse un nombre, exhibió la obra gráfica de grandes autores; como Tàpies, Chillida o José María Sicilia. «A finales de los años 80 hubo un boom impresionante. Llegaba a la península y se me cerraban las puertas. En aquel momento, el movimiento del mercado era tan fuerte que en Madrid y en Barcelona solo se miraban el ombligo», relata la galerista que pronto fijó su mirada en el extranjero. «En estos 30 años me he movido por todo el mundo, desde Estados Unidos hasta Oriente, intentando abrir un hueco para introducir a los artistas canarios», reconoce León que en 1991 trasladó la galería a su actual ubicación, en la calle Villavicencio 16. La nueva sede se inauguró con una muestra de los artistas becados por la Academia Española en Roma: Blanca Muñoz, Manuel Sáez, Din Matamoro, Isidro Blasco y Dayra von Berner. «Probablemente fui la primera galerista de Blanca Muñoz», dice con cierta satisfacción. También fue una de las primeras personas que fijó su atención en la fotografía de Alberto García Alix, que expuso en su galería en 1996.

Le enorgullece haber traído a la isla en varias ocasiones al artista mexicano Guillermo Gómez Peña, quien protagonizó una performance en la plaza del Pilar Nuevo. «Era la primera vez que la hacía en la calle. Fue un hito para la galería, aunque ya había expuesto en el Centro Insular de Cultura. Mientras estaba realizando la performance lo increparon», recuerda León sobre esta acción que consistió en la puesta en escena de cinco tableau vivant (pintura viviente) sobre el colonialismo que se activaban a su paso.

Otra propuesta que escandalizó a los más pacatos fue la de Juan Hidalgo, otro de los artistas destacados de la galería. «Llegaban a abrir la puerta y asomarse para insultarme», recuerda. Pero fue la acción de la performer Tania Bruguera titulada El susurro de Tatlin #6 la que desató una gran polémica en 2009 en la Bienal de La Habana. En esta acción, la artista invitaba a los asistentes a hablar en un atril durante un minuto. «Justo al final, una paloma entrenada por magos se posaba en el hombro de los oradores», parodiando así el mítico discurso pronunciado por Fidel Castro tras su entrada triunfal en La Habana en 1959. Fue en esta feria donde León tuvo la oportunidad de divulgar el trabajo de creadores canarios como Teresa Correa, Manolo González o Gregorio González y contactar con creadores caribeños como Marcos Lora Read, Santiago Rodríguez Olazábal y Edouard Duval Carrié, en una línea de trabajo a la que más tarde se incorporaron autores como César Martínez, Betsabée Romero o Mónica Bravo.

SeulPhoto, Venecia, Documenta, la feria de Colonia, Art Basel Miami, la Bienal de Fotografía de Bamako y la Bienal de Dakar fueron otros de los destinos donde contactó con artistas que luego expondrían en la isla como Malick Sidibé, Owusu Ankomah o Abdoulaye Konaté.

De oriente importó la obra de los coreanos Lim Soosik, Kim Joowon y Lee Gap Chul y del japonés Atsuhide Hito.

«Siempre he combinando a artistas canarios con extranjeros. Es algo fundamental, porque si no hay diálogo, sería endogámico», comenta León, quien, además, propició la creación de lazos entre artistas canarios y foráneos.

Sin embargo, no ha sido un camino de rosas. La galerista reconoce que no hay apenas coleccionismo en la isla y que lo que se gana en la galería solo da para que permanezca viva. «A las ferias ya no puedo ir porque no tengo dinero. La mantengo abierta gracias a lo que se pueda ganar y apostando mis ahorros. Mi sueldo lo invierto en la galería. La mantengo abierta por verdadera pasión. Es una droga que engancha», confiesa con cierto pesimismo.

De hecho, León aún duda del valor de su empeño. «Fue muy complicado hacerme un hueco, no solo aquí, sino entre los galeristas de la península. Me costó mucho trabajo. Nada ha sido fácil para mí. Todo ha sido cuestión de ir ganando batallitas y todavía no he ganado nada. ¿Qué es lo que he conseguido? Nada», dice sobre su desazón que se acrecienta cuando alguien le dice que la galería es un buen hobby para sobrellevar su viudedad. «Eso es lo más doloroso que me pueden decir, que es un entretenimiento», dice con cierto abatimiento.

Por suerte, los que han trabajado con ella saben que eso no es cierto.

De hecho, Teresa Correa asegura rotunda que León siempre ha destacado, no solo por su talla humana, sino por su entrega total a su trabajo. «Para ella tiene que haber sido muy duro en algunos momentos anteponer los intereses de los artistas a los suyos», sostiene la fotógrafa que solo tiene palabras de elogio para una labor que ha dado visibilidad a los artistas canarios y dado a conocer en la isla el trabajo de artistas «interesantísimos de talla internacional que, de otra forma, difícilmente habríamos conocido», comenta la artista que, gracias a León, protagonizó una muestra individual en el centro de arte Wilfredo Lam de La Habana, centrada en la figura de la cabaretera cubana Juana Bacallao. «Muchos artistas deberían agradecerle eternamente lo que ha hecho por ellos», apostilla.

También Orlando Britto ha trabajado como comisario y artista de la mano de León. «Ha dado visibilidad a un número importante de artistas canarios de diferentes lenguajes y generaciones, y ha posibilitado del mismo modo la visibilidad y diálogo con un número igualmente significativo de artistas internacionales, lo que es muy coherente con nuestro espacio insular como lugar permanente de encuentros», dice el actual director del CAAM.

Concha Jerez, otra de las habituales de la sala, coincide con ambos. «Ha traído a Canarias a una serie de artistas de sumo interés y ha abierto una brecha en la relación de artistas africanos, latinoamericanos, coreanos y de oriente, además de artistas del continente europeo y de España», dice la premio Velázquez de Artes Plásticas 2017, que resalta el «esfuerzo económico y de todo tipo» que ha hecho para mostrar estos trabajos, además de los muchos viajes realizados para estar al día. Asimismo, Jerez destaca su labor como coleccionista. «Ha elegido muy bien las piezas, tienen características muy especiales y ponen de manifiesto la tricontinentalidad que ella siempre ha ejercido».

Por su lado, el comisario y viudo de Juan Hidalgo, Carlos Astiarraga, resaltó el riesgo y la energía que ha desplegado en su galería, y el apoyo prestado a los artistas, tanto consagrados como jóvenes. «Es una mujer estupenda, generosa y entusiasta y, como profesional, una leyenda que ha luchado contra viento y marea, sin apoyos institucionales».

Me metí en esta historia porque no era consciente, estaba entusiasmada, feliz de hacer cosas y de dedicarme a lo que quería», explica Saro León, la única mujer galerista de Gran Canaria, que estos días celebra sus 30 años al pie del cañón. Tres décadas al frente de la sala que le han permitido tratar con muchos artistas y conocer a personas valiosas que han compartido con ella su sensibilidad y conocimientos. «Me han enriquecido mucho. He aprendido de ellos. Eso es lo que más valoro de la galería», comenta esta licenciada en Historia del Arte por la Universidad de La Laguna, carrera que compaginó con sus clases en la Escuela de Arte.

«En 1988, había ansia de muchas cosas. Se acababa de inaugurar La Regenta y unos meses después se abrió el Centro Atlántico de Arte Moderno», relata Saro León sobre aquellos tiempos en los que, empujada por su colega tinerfeña Magda Lázaro, emprendió una aventura en la que sigue inmersa.

La primera sede de la galería se situó en la calle Néstor de la Torre número 2 de la capital grancanaria. «Fue recibida por el público con mucho entusiasmo. Las exposiciones eran auténticos eventos. Tenía un poder de convocatoria tremendo, no por mí, sino por la curiosidad de la gente», comenta León sobre el efecto que causó la apertura de la sala a finales de 1988. El artista Pedro González fue el elegido para la inauguración. Fue el primero de los muchos autores canarios que pasaron en aquellos años por la galería: como Gonzalo González, Gregorio González, Toño Cámara o Cándido Camacho. «En aquel primer momento, casi todos los artistas eran de la galería de Magda Lázaro, de la generación de los 70».

Esta primera etapa, hasta mediados de los 90, fue la época dorada de la galería. León, para hacerse un nombre, exhibió la obra gráfica de grandes autores; como Tàpies, Chillida o José María Sicilia. «A finales de los años 80 hubo un boom impresionante. Llegaba a la península y se me cerraban las puertas. En aquel momento, el movimiento del mercado era tan fuerte que en Madrid y en Barcelona solo se miraban el ombligo», relata la galerista que pronto fijó su mirada en el extranjero. «En estos 30 años me he movido por todo el mundo, desde Estados Unidos hasta Oriente, intentando abrir un hueco para introducir a los artistas canarios», reconoce León que en 1991 trasladó la galería a su actual ubicación, en la calle Villavicencio 16. La nueva sede se inauguró con una muestra de los artistas becados por la Academia Española en Roma: Blanca Muñoz, Manuel Sáez, Din Matamoro, Isidro Blasco y Dayra von Berner. «Probablemente fui la primera galerista de Blanca Muñoz», dice con cierta satisfacción. También fue una de las primeras personas que fijó su atención en la fotografía de Alberto García Alix, que expuso en su galería en 1996.

Le enorgullece haber traído a la isla en varias ocasiones al artista mexicano Guillermo Gómez Peña, quien protagonizó una performance en la plaza del Pilar Nuevo. «Era la primera vez que la hacía en la calle. Fue un hito para la galería, aunque ya había expuesto en el Centro Insular de Cultura. Mientras estaba realizando la performance lo increparon», recuerda León sobre esta acción que consistió en la puesta en escena de cinco tableau vivant (pintura viviente) sobre el colonialismo que se activaban a su paso.

Otra propuesta que escandalizó a los más pacatos fue la de Juan Hidalgo, otro de los artistas destacados de la galería. «Llegaban a abrir la puerta y asomarse para insultarme», recuerda. Pero fue la acción de la performer Tania Bruguera titulada El susurro de Tatlin #6 la que desató una gran polémica en 2009 en la Bienal de La Habana. En esta acción, la artista invitaba a los asistentes a hablar en un atril durante un minuto. «Justo al final, una paloma entrenada por magos se posaba en el hombro de los oradores», parodiando así el mítico discurso pronunciado por Fidel Castro tras su entrada triunfal en La Habana en 1959. Fue en esta feria donde León tuvo la oportunidad de divulgar el trabajo de creadores canarios como Teresa Correa, Manolo González o Gregorio González y contactar con creadores caribeños como Marcos Lora Read, Santiago Rodríguez Olazábal y Edouard Duval Carrié, en una línea de trabajo a la que más tarde se incorporaron autores como César Martínez, Betsabée Romero o Mónica Bravo.

SeulPhoto, Venecia, Documenta, la feria de Colonia, Art Basel Miami, la Bienal de Fotografía de Bamako y la Bienal de Dakar fueron otros de los destinos donde contactó con artistas que luego expondrían en la isla como Malick Sidibé, Owusu Ankomah o Abdoulaye Konaté.

De oriente importó la obra de los coreanos Lim Soosik, Kim Joowon y Lee Gap Chul y del japonés Atsuhide Hito.

«Siempre he combinando a artistas canarios con extranjeros. Es algo fundamental, porque si no hay diálogo, sería endogámico», comenta León, quien, además, propició la creación de lazos entre artistas canarios y foráneos.

Sin embargo, no ha sido un camino de rosas. La galerista reconoce que no hay apenas coleccionismo en la isla y que lo que se gana en la galería solo da para que permanezca viva. «A las ferias ya no puedo ir porque no tengo dinero. La mantengo abierta gracias a lo que se pueda ganar y apostando mis ahorros. Mi sueldo lo invierto en la galería. La mantengo abierta por verdadera pasión. Es una droga que engancha», confiesa con cierto pesimismo.

De hecho, León aún duda del valor de su empeño. «Fue muy complicado hacerme un hueco, no solo aquí, sino entre los galeristas de la península. Me costó mucho trabajo. Nada ha sido fácil para mí. Todo ha sido cuestión de ir ganando batallitas y todavía no he ganado nada. ¿Qué es lo que he conseguido? Nada», dice sobre su desazón que se acrecienta cuando alguien le dice que la galería es un buen hobby para sobrellevar su viudedad. «Eso es lo más doloroso que me pueden decir, que es un entretenimiento», dice con cierto abatimiento.

Por suerte, los que han trabajado con ella saben que eso no es cierto.

De hecho, Teresa Correa asegura rotunda que León siempre ha destacado, no solo por su talla humana, sino por su entrega total a su trabajo. «Para ella tiene que haber sido muy duro en algunos momentos anteponer los intereses de los artistas a los suyos», sostiene la fotógrafa que solo tiene palabras de elogio para una labor que ha dado visibilidad a los artistas canarios y dado a conocer en la isla el trabajo de artistas «interesantísimos de talla internacional que, de otra forma, difícilmente habríamos conocido», comenta la artista que, gracias a León, protagonizó una muestra individual en el centro de arte Wilfredo Lam de La Habana, centrada en la figura de la cabaretera cubana Juana Bacallao. «Muchos artistas deberían agradecerle eternamente lo que ha hecho por ellos», apostilla.

También Orlando Britto ha trabajado como comisario y artista de la mano de León. «Ha dado visibilidad a un número importante de artistas canarios de diferentes lenguajes y generaciones, y ha posibilitado del mismo modo la visibilidad y diálogo con un número igualmente significativo de artistas internacionales, lo que es muy coherente con nuestro espacio insular como lugar permanente de encuentros», dice el actual director del CAAM.

Concha Jerez, otra de las habituales de la sala, coincide con ambos. «Ha traído a Canarias a una serie de artistas de sumo interés y ha abierto una brecha en la relación de artistas africanos, latinoamericanos, coreanos y de oriente, además de artistas del continente europeo y de España», dice la premio Velázquez de Artes Plásticas 2017, que resalta el «esfuerzo económico y de todo tipo» que ha hecho para mostrar estos trabajos, además de los muchos viajes realizados para estar al día. Asimismo, Jerez destaca su labor como coleccionista. «Ha elegido muy bien las piezas, tienen características muy especiales y ponen de manifiesto la tricontinentalidad que ella siempre ha ejercido».

Por su lado, el comisario y viudo de Juan Hidalgo, Carlos Astiarraga, resaltó el riesgo y la energía que ha desplegado en su galería, y el apoyo prestado a los artistas, tanto consagrados como jóvenes. «Es una mujer estupenda, generosa y entusiasta y, como profesional, una leyenda que ha luchado contra viento y marea, sin apoyos institucionales».

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