El relato documental de 20 años de migraciones
Casa África presenta una muestra de 41 imágenes del fotoperiodista Juan Medina, fotografías que transitan por las raíces de un fenómeno en estallido permanente
Juan Medina se siente incómodo posando ante los rostros que ha retratado y que ahora se exhiben en Casa África. Le parece estar mostrando un trofeo de caza y eso fractura la identidad de su trabajo, centrando en las dos últimas décadas en capturar las instantáneas que hilan el relato de un fenómeno migratorio que está más de relieve que nunca estos días. «Soy fotógrafo porque no tengo la capacidad de contarlo con palabras», asevera humildemente.
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Medina inauguró este viernes una exposición que se podrá visitar en la institución del barrio de Arenales hasta el próximo 30 de abril. 41 fotografías que componen una cartografía precisa de los acontecimientos migratorios que parten en el África occidental camino de Europa. En 'Migraciones en la frontera del Sur de Europa' Medina barre con su objetivo todo el proceso, desde el origen en el continente hasta el destino en Europa. Especialmente impactante es la pieza audiovisual 'Josepha', en la que la imagen es acompañada por la voz de la protagonista cantando la canción a la que se aferró como plegaria toda una noche, sola y rodeada de muerte en el mar, hasta que al borde de la vida fue rescatada por un barco de OpenArms.
Para Medina es tan importante contar el presente como generar memoria. Dejar un testimonio sólido e irrefutable sobre las condiciones de vida que obligan a las personas a romper con todo y jugarse la vida a bordo de embarcaciones ruinosas. «La intención es documentar. Esto son pruebas. El elemento periodístico es el eje de esta cuestión, el retrato de un momento oportuno de la sociedad. Creo verdaderamente en la función del periodismo en ese terreno, como prueba de que esto está sucediendo. Porque hoy todavía hay gente que niega que esto haya ocurrido y aquí están las pruebas para verlo», subraya.
Juan Medina (Buenos Aires, 1963) es un referente de la fotografía periodística. En la actualidad reside en Madrid como fotógrafo de la agencia Reuters, pero el destino le sitúo en Canarias a finales de la década de 1990, cuando se originó el primer movimiento migratorio masivo hacia las islas. Concretamente en Fuerteventura. «Comencé a trabajar con esta situación en 1998, cuando los periodistas acudíamos a cubrir la noticia. Pero eso se fue incrementando y vimos las condiciones en las que estaban viajando, el drama en el que estaban viviendo o la vulnerabilidad que tenían todas estas personas y decidimos que había que darle una vuelta más de rosca. No quedarnos en la simple noticia, continuar con la historia para que no se perdiera como una noticia más», expone.
La obra del fotógrafo argentino ha trascendido límites y ha sido galardonada con premios como el Photo Press o el Atlanta Photojournalism Seminar Contest. Él, no obstante, prefiere seguir mirando a los ojos de los migrantes desde el raso. «Enfrentarte a esto conlleva una gran responsabilidad porque estás hablando de seres humanos en un momento vulnerable. Que con las mejores intenciones que podamos tener siempre la sociedad nos divide y nos pone un escalón superior al del otro. Hay que luchar contra eso, bajar ese escalón y tratarlos como un igual. Pensar que podrías estar tú en esa situación, como de hecho lo han estado parientes nuestros. Y no hace mucho tiempo», dijo.
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Evidentemente, su familiaridad con la problemática le convierte en fuente adecuada para hablar sobre la actualidad de la situación, especialmente relevante estos días en las islas. «Lo que se puede contrastar después de tantos años de un drama sostenido y estructural es que como sociedad fallamos. Nos retrata como ciudadanos qué actitud tenemos hasta este hecho, nuestra respuesta ante una persona que ejerce su derecho a emigrar. Si somos xenófobos, si somos solidarios. Cada estamento de la sociedad tendrá que hacer sus propias cuentas y se retrata en la medida de cómo afronta la cuestión», subraya.
Por ello insiste en la necesidad de conservar imágenes que abran los ojos a los que aún niegan la mayor. Exponer las vicisitudes que estas personas atraviesan en la búsqueda, muchas veces ficticias, de una vida mejor. «Si sigue muriendo la cantidad de gente que está muriendo, si se siguen dando estas condiciones a su llegada o la violencia de las fronteras igual que hace 30 años hay que pensar que algo estará fallando. La ignorancia nos lleva a crear que somos seres diferentes. Tener en cuenta como se llaman las personas, que es lo que les llevó a arriesgar la vida para venir hacia aquí. Tratar de contar esas historias es lo que nos puede alejar del rechazo y el racismo», dice.
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Por ello, por supuesto, no puede comprender cómo hoy es cada vez más difícil hacer su trabajo. Con los migrantes cerzcados por vallas y fuerzas de seguridad evitando que eso quede reflejado. «Se vulneran dos derechos fundamentales.Sin perder de vista que muchas veces los periodistas nos ponemos en el centro de las cosas, pero hay que respetar antes que nada el derecho a emigrar. Porque miramos a esto como una ilegalidad, cuando las personas tenemos derecho a emigrar. Y luego si se impide el trabajo de los que queremos contar eso se está vulnerando el derecho a la información, y no lo digo por lo que sufrimos nosotros. Es por hurtarle a la sociedad conocer lo que está pasando», indica el fotoperiodista.
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