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Dos y para siempre

Dos y para siempre

La chispa salta en cualquier momento. También de la forma más inesperada. Fruto de un recuerdo, de una visión o de una acción, propia o ajena. El punto de partida de una novela es tan insospechado como sorprendente, en la mayor parte de las ocasiones. Dos (editorial Siete Islas), la nueva criatura narrativa de Santiago Gil (Guía, 1967), nació de las carreras diarias que este escritor se mete entre pecho y espalda por las calles de la capital grancanaria, cuando el día ni siquiera ha despuntado.

Victoriano Suárez Álamo y / Las Palmas de Gran Canaria

Jueves, 1 de enero 1970

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«El germen está en una cruz que está situada en una carretera de la bajada de Tafira, hacia Vegueta. Estuvo cortada durante ocho meses por la caída de un muro. Cada día iba a correr por allí y veía cómo le ponían flores, de forma asidua. También cuando subo corriendo hacia San Roque me encuentro un sitio con otras tres cruces, donde sucede lo mismo. Ahí está el germen de Dos. La soledad, la ausencia, la mala suerte, la muerte...», apunta sobre este volumen.

Pero esta breve novela, que se desarrolla a modo de desgarrador diario, explora una idea que siempre ha planeado por la mente de Santiago Gil. Se trata de los gemelos, en esta ocasión, gemelas.

«Otro elemento vital en la novela es la imagen de ver a unas gemelas extremadamente delgadas en distintas ciudades del mundo. Recuerdo, por ejemplo, cómo me tropezaba con unas en el barrio de Moncloa, en Madrid. También me topé con otras en Londres, así como en Las Palmas de Gran Canaria. Aunque no quieras, siempre te quedas mirándo», señala.

Estos seres, que han convivido juntos en el útero materno y que durante su infancia y adolescencia apenas se suelen separar, se transforman en un elemento perfecto para una reflexión de mayor calado, que puebla el subtexto de Dos.

«Me atrae mucho la figura del doble. No somos uno solo. Vivimos muchas vidas en una sola vida. Todos. Pero no somos conscientes de esta situación», apunta.

Gil plasma ese vínculo tan especial en una imagen durante la novela. La gemela que asume la función de narradora nació agarrada a la pierna de su hermana. «Es algo que había oído muchas veces. Recuerdo que me contaron que, tras un parto, una vez les costó soltar a dos, porque uno de los gemelos se había pasado las últimas semanas agarrado con fuerza al brazo de su hermano los últimos días antes de nacer. Han estado juntos en el limbo, en el no recuerdo. Respiran y encuentran la vida juntos. Esa unión está presente en toda la novela. Esa dualidad se asemeja a las dos esquinas de un triángulo. Cuando una falla, todo se viene abajo», comenta el autor de La costa de los ausentes.

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