Borrar
Perdigón: «El enfrentamiento está contraindicado para una actividad cultural»

Perdigón: «El enfrentamiento está contraindicado para una actividad cultural»

Jorge Perdigón habla sobre la 35ª edición del Festival de Música de Canarias, evento que dirige.

Jueves, 1 de enero 1970

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

— Durante la presentación del avance de la programación de la 35ª edición usted habló del festival de «la ilusión». ¿Las expectativas que tenía cuando comenzó a diseñar la programación se cumplieron y así ha podido mantener su propia ilusión o se han quedado por el camino algunas?

— Teníamos varias formaciones desde un principio, como la Filarmónica Bremen, que es desconocida aquí, y que para muchos especialistas en música de cámara, es una de las mejores. Cuando llegué al festival ya teníamos la propuesta de la orquesta de Hamburgo y teníamos poco tiempo para cerrarla. Además, venía con Kent Nagano, que nunca había estado en el festival. Bajo su dirección creo que esta orquesta está al mismo nivel que la de Munich, que estuvo en la edición del pasado año. También busqué a Jordi Savall.

— Llama la atención que en 35 años de festival nunca haya estado con una de sus propuestas.

— Sí. Es quizás, uno de los exponentes más importantes de la música antigua. Lo que yo quería es que viniera con Hespèrion XXI. Cuando vi el espectáculo de La ruta de la esclavitud tuve claro que era algo extraordinario y los convencí para que retomaran esta producción para el festival. Después está Marta Argerich, que cada vez toca menos y su manager fue hasta Zúrich para convencerla. Por suerte, con el Cuarteto de Cuerda Quiroga se entiende muy bien. El año pasado hicieron una gira y como ya teníamos amarrado a ese cuarteto, fue más sencillo. La despedida de Maria Joao Pires lo entiendo como un deber. Y a eso le sumo dos producciones que me interesan mucho, el Requiem de Verdi y la ópera Ariadne auf Naxos, de Strauss, que se hizo hace muchos años en Gran Canaria. No era esta versión de 1912, pero estoy convencido que pasará a ser una de las preferidas del público canario. A pesar de ser de un compositor alemán, juega muy bien con la música y el latino lo entiende perfectamente. Es una obra muy complicada. Tiene el aria más larga y terrorífica para una soprano, la del rol de Zerbinetta, que dura 15 minutos. La idea que hay detrás de todo es que cada concierto tenga una historia, un relato. Los conciertos de la Orquesta de Cadaqués, sin Anu Tali y sin Joaquín Achúcarro, serían otra cosa. Cada propuesta tiene en su interior algo que los marca. Esa es mi visión de lo que debe ser un festival.

— Imagino que una de las cosas que tuvo que hacer al llegar fue extender esa ilusión de la que habla entre el propio personal del festival, porque usted llegó en un momento en el que esta cita cultural estaba en el ojo del huracán...

— Sí, aterricé en plena tormenta. Lo primero que tuve claro es que tenía que encontrar una cierta relajación entre el propio personal. No sé trabajar solo. Trabajo en equipo. No me gusta ser jefe. Soy el que toma las decisiones y el que firma, porque va dentro del cargo, pero lo que me gusta es hacer trabajo en equipo. Quiero escuchar las opiniones y no lo sé todo. Soy consciente de que tengo unos grandes profesionales que saben más que yo y que el objetivo es englobarlo todo. A partir de esto hemos encontrado otra frescura. Las caras que encontré cambiaron poco a poco. Nos entendemos bien y todos sufrimos y todos nos alegramos cuando conseguimos alguna de las cosas para las que hemos trabajado.

— ¿Se encontró con que el Festival de Música de Canarias es lo que usted pensaba que era desde fuera?

— Todos los festivales pasan por ciclos. Para poder afianzar el de 2019, tuvo que haber cosas que no funcionasen bien, para mejorarlas. Es lo que ocurrió con el festival de 2017 y el del pasado año. El de 2018 era corto, digno. Decía que estábamos vivos. Sirvió como transición y para demostrar que se quería trabajar en otra dirección y llegar a un acuerdo con la ciudadanía, que es quien debe disfrutarlo. Esos ciclos donde el festival sube y baja son habituales. Sí que es verdad que existían muchas dudas por parte de los agentes del sector. Cuando el discurso cambia, estas empresas, que hacen sus negocios, comienzan a tener dudas sobre el funcionamiento. Antes de que finalizara el festival de este año ya me reuní con varios manager para mostrarles cuál era el camino que había decidido la consejería. Les avancé cuál era mi idea de lo que tenía que ser el festival. En los últimos meses, tras unas negociaciones durísimas, hemos logrado que los manager y los agentes hayan visto en el festival una inversión de futuro. Este año nos echan una mano y próximamente intentaremos crecer y las cosas mejorarán. Tendrán más posibilidades de negocio. Lo entendieron. Ahora ya tenemos una relación normal y en muchos casos es muy buena.

— La programación de la 35ª edición deja claro que los experimentos no tienen cabida dentro de su visión.

— Estudié en una escuela de música donde la nueva música era muy importante. Conocí allí a Olivier Messiaen y a Luigi Nono, que iban a componer, en plena Selva Negra alemana. Estoy muy cercano a la música contemporánea, pero estoy convencido que no todos lo están. Intentaré trabajar para que el público la entienda. No se va a por la belleza, sino a por otras sensaciones. Se necesita un proceso para llegar hasta ese punto. Tengo un tempo diferente en mente. Incrementaremos los estrenos dentro del Festival, como parte de una programación que incluya música contemporánea, antigua, romántica... Es importante que una de las obras que más gustó el año pasado fuera de la segunda mitad del siglo XX. El público no está muy alejado de esa música. Depende de las composiciones. Lo que tenemos es que facilitárselo. Por eso, en abril queremos hacer un encuentro de una semana para la música contemporánea, sin las sombras del festival grande. Así, el público no elegirá entre si va a ver algo clásico o contemporáneo, sino solo lo segundo. El estreno del festival de 2020 saldrá de esta iniciativa, que estamos perfilando. Intentaremos traer a los que más saben del tema para que puedan incorporar a los músicos canarios. Buscamos crear una dinánima. La música contemporánea no es el problema. Ni la antigua ni la romántica. Es el entendimiento y las necesidades de cada espectador a la hora de ir a un concierto.

— Lo que ha demostrado es que la ruptura y el enfrentamiento no están en su ideario, como sí lo estuvo entre los que diseñaron el festival de 2017.

— Eso para mí es imposible. El enfrentamiento está contraindicado para una actividad cultural. El que va a un concierto lo que desea es recibir sensaciones especiales, que en algunos casos crean euforia. Si ya esas sensaciones vienen tocadas por discusiones y declaraciones más o menos desafortunadas y se crea una intranquilidad, lo normal es que se huya del festival. Bastantes problemas tenemos en el día a día como para acercanos a algo que está envuelto en ese ambiente complicado. El festival tiene que ser amable para el público y para los músicos. Les digo siempre a mis compañeros que hay que intentar que los músicos quieran venir al festival, que aspiren a que este evento figure en sus currículum. Si no se ha tenido esa complicidad, es que no se ha sido capaz de lograr que entendieran que resulta imprescindible que cada cierto tiempo vengan por aquí. Eso se crea desde dentro, con un buen trabajo interno, con los medios de comunicación, con los políticos... Lo principal es crear ilusión para todos.

— Lo de entrar como un elefante en una cacharrería no va con usted, aunque sea con la excusa de encontrar nuevos públicos, si es que existen...

— El público es el público. Existe un público que no se ha acercado pero sí puede hacerlo y no lo hace por los motivos que sean. Si llevamos a cabo una semana sobre la esclavitud puede que se sientan atraídos por la música de Savall. Ese sería otro público. Lo que no se puede es excluir a nadie y dirigir el festival en una sola dirección. Eso existe y es legítimo, pero no es mi planteamiento. Apuesto por un festival con todos y para todos. Como cualquier persona tengo mis predilecciones, pero soy consciente de que éste no es mi festival.

— Muchos pierden la perspectiva con esa última afirmación.

— Sí. Utilizo siempre el ejemplo del fútbol. Se contrata un entrenador y el club va por una dirección. Si las cosas van bien, el entrenador sigue o no. El cargo de director implica llevar una dirección durante un tiempo, pero no significa que el festival sea mío. Es de la ciudadanía, del canario que lo pago.

— ¿El festival no necesita de campañas de impacto en las redes sociales para captar ese supuesto público, como se vendió para la caótica edición de 2017?

— El festival tiene que estar en las redes. Voy más hacia un trabajo directo con los jóvenes, que es lo que hicimos en La Palma. Llevaremos a cabo unas jornadas formativas entre noviembre y diciembre, con Fernando Palacios como narrador. Mi ilusión es que esos jóvenes, cuando lleguen a casa, hablen sobre lo que han vivido en el festival. Eso les puede despertar su interés para que en el futuro sean parte del público de los conciertos. Queremos acercarnos a ellos, ya que 20 años después igual son músicos o habituales de las salas de concierto. No me estoy inventando nada. Poco a poco estamos reduciendo también el precio de las entradas. El año que viene lo haremos aún más. También con los abonos. Intentamos hacer un producto normal y atractivo.

— Que no sea excluyente...

— Por supuesto. Eso sería la mayor equivocación de un festival. La frase que más llena es cuando te dicen: «ya me gusta la ópera» o «ahora me gusta la música clásica», porque fueron al concierto adecuado. Eso hay que ofrecerlo. Hay que trabajar en ese camino para que lleguen futuros llenos a los auditorios.

— Aspira a crear una imagen de marca entre el público.

— Sí, así llegará un momento en el que haya gente que acuda sin saber qué es lo que se toca. Serán conscientes de que les gustará más o menos, pero es una oferta de calidad. Esa seguridad de la ciudadanía es lo que nos dará a nosotros una mayor tranquilidad. Eso cuesta años. Ayudará mucho a intentar conseguirlo el que estamos cerrando acuerdos con patrocinadores privados.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios