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«Entiendo cada concierto como una experiencia trascendental»

«Entiendo cada concierto como una experiencia trascendental»

Andrés Orozco-Estrada (Medellín, 1977) vuelve esta noche a pisar, casi nueve años después, el escenario del Auditorio Alfredo Kraus de la capital grancanaria. En aquella ocasión llevó las riendas de la Filarmónica de Gran Canaria, de la que apunta que guarda «muy gratos recuerdos», y desde las 20.00 horas de esta noche lo hará con la Orquesta Sinfónica de la Radio de Frankfurt, cuya titularidad ostenta, dentro de la 36ª edición del Festival de Música de Canarias.

Jueves, 1 de enero 1970

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Repite en el recinto del paseo de Las Canteras ofreciendo al público un programa «muy ruso», con piezas de Mussorgsky, Tchaikovsky y Shostakovich. «De la orquesta de Frankfurt destaco su entrega profunda y honesta con la música. Le gusta trabajar en los detalles y ensayar y tomarse el tiempo necesario para pulir y sacarle toda la profundidad a cada nota. Eso la convierte en un gran orquesta, que además cuenta con un gran nivel técnico. Al mismo tiempo, se trata de un grupo de músicos que tiene una gran expresividad. Tiene un sonido de base muy alemán, con unos vientos muy bien formados y una cuerda con un sonido robusto, con una serie de colores muy bonitos que nacen de la presencia de solistas españoles, franceses y de otros países en las distintas secciones. Esa internacionalidad le genera unos colores adicionales a su sonido. Además, se trata de una orquesta con una enorme flexibilidad. En el festival estamos con un programa ruso, pero también solemos hacer un repertorio contemporáneo, tocando de una forma muy moderna, con una articulación ligera, cuidada y clara, porque se trata de una orquesta muy versátil», asegura el director colombiano.

En el repertorio de esta noche figura el Concierto para violín de Tchaikovski, que aborda como solista el joven Fumiaki Miura. «Es la primera vez que toco con él. Los ensayos han sido muy interesantes, porque tiene un dominio magistral de la obra. En el concierto disfrutaremos de momentos mágicos y llenos de una gran inspiración», vaticinaba antes de la velada celebrada anoche, en el Auditorio de Tenerife Adán Martín.

La primera parte incluye también Una noche en el Monte Pelado, de Mussorgsky, antes de que Shostakovich, con su Sinfonía nº5, ponga el colofón tras el descanso. «Es una música trascendental en el repertorio sinfónico. Está llena con una combinación muy original de sufrimiento y al mismo tiempo dulzura y una energía casi salvaje, en el sentido positivo, que emana de las entrañas del ser humano. Todo muy ligado al momento histórico que le tocó vivir a Shostakovich y que hoy conocemos, porque la sinfonía tiene una historia detrás, escondida. Técnicamente, además, es una obra maestra», avanza.

Cuestionado sobre sus propias características como director, Orozco-Estrada dice que esa valoración no le corresponde. Pero sí que deja claro cómo entiende su oficio y la disciplina artística en la que se gana la vida. «Busco encontrarme a mí mismo, generar mi propia música, mi manera de construir y entender las obras, para crear mi discurso musical. Aspiro a ser muy auténtico y a no generar efectos vacíos. Soy muy honesto y respetuoso con la música. Estoy entregado a ella... la música es mi vida. Para mí, cada concierto es una experiencia de vida trascendental», subraya.

Cuando ensaya, dice, no evita el intercambio de ideas con los músicos a los que dirige. «Estoy atento a lo que me ofrecen. No solo verbalmente. Estoy con los oídos muy abiertos escuchando lo que ofrecen los solistas y las distintas secciones, porque de ahí salen ideas interesantes. Tengo las mías muy claras, pero, a veces, escuchándolos me inspiran y me enriquecen y moldeamos juntos la interpretación. Eso es lo que crea la magia y el disfrute en los ensayos», argumenta.

Para Andrés Orozco-Estrada, que una mujer dirija una orquesta sinfónica no es una novedad, porque, aclara, se formó con esta realidad, que por fortuna cada día cobra más peso. «En Medellín, mi primera maestra musical fue una mujer, por eso, para mí es normal que haya una mujer al frente de una orquesta. Fue una suerte crecer fuera de ese prejuicio. En Houston, por ejemplo, una de mis asistentes es una joven directora. Más allá de si es un hombre o una mujer, lo importante es la manera de trabajar y el resultado que se consigue. Llegará el momento en el que no será importante si es un hombre o una mujer. Mientras no hubo oportunidades para las mujeres, no se pudo avanzar en este campo. Pero creo que las cosas han cambiado y me parece maravilloso. Estoy atento y dispuesto a escuchar y reconocer a las maestras al frente de las orquestas», asegura el músico colombiano.

Cuestionado sobre el aniversario de Beethoven, que se celebra este año en todo el mundo, Orozco-Estrada deja claro que, más allá de esta celebración, «su repertorio es fundamental para las orquestas, para los intérpretes y para los seres humanos».

«Técnicamente, solo las sinfonías, muestran un gran espectro de colores e ideas. Se ve en ellas un desarrollo virtuoso impresionante, así como un desarrollo orquestal único. A eso se suma una genialidad sociopolítica, ya que fue voz del momento histórico. Cada obra suya es una joya musical. Si se hace con cuidado, detalle y tiempo, nunca están de más. Lo que no se puede hacer con Beethoven es tocarlo mal. Siempre supone un beneficio y un aprendizaje enorme para cualquier músico, que no lo olvida durante toda la vida», señala.

Reconoce que le gusta afrontar también composiciones contemporáneas. «No hay una temporada en la que estrene un mínimo de una o dos obras. Cuando se trata de compositores vivos, que asisten a los ensayos, el aprendizaje es aún mayor. Es algo que disfruto mucho. Supone una exigencia muy diferente que hay que afrontar con la misma idea que el repertorio clásico», puntualiza el director que hoy se despide del 36ª Festival de Música.

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