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Alicia Ramos: «El rock lo inventamos las mujeres y es nuestro»

Alicia Ramos: «El rock lo inventamos las mujeres y es nuestro»

La cantautora tinerfeña actúa este sábado, a las 20.30 horas, en The Paper Club en el Festival Encuentros en el Mar, que dedica su edición de este año a visibilizar, analizar y difundir la realidad de las personas transexuales. Curtida en las pequeñas salas madrileñas, llega a Gran Canaria para ofrecer un recital de aire folk en el que aborda con optimismo y humor aspectos de su vida y de la realidad.

Jueves, 1 de enero 1970

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¿Cómo será el concierto que dará en The Paper Club? ¿Viene sola?

— Voy sola solísima, con mi guitarra y yo, madera y acero.

— ¿Lleva 30 años tocando?

— Supongo que muchos más. Tengo 49 y empecé con 16. Son más de 30.

— No se ha prodigado por Canarias.

— Me fui de Canarias hace casi 20 años. Voy cuando me llevan. Ojalá pudiera ir más, pero eso es caro. Hace poco toqué en Las Palmas, en la Sala Insular de Teatro, el 28 de junio. Desde entonces no he vuelto. Me encantaría ir más, claro. De hecho hay muchas cosas de mi espectáculos, giros de humor, que están pensados para el público canario, pero no hay oportunidades.

— El rock ha renegado de la canción protesta. En su caso se dan la mano.

— No sabía que el rock hubiera renegado de la canción protesta. Voy a tener que hablar seriamente con él. El rock que yo escucho, no. Efectivamente existe toda una corriente mainstream del rock que va más hacia la cultura del entretenimiento que la crítica social. Pero hay otra corriente que convive con esta que sí es consciente de la capacidad de la música para poner en primer plano las necesidades de la clase trabajadora. El rock puede ser la música de la clase trabajadora y, de hecho, lo ha sido en algunos momentos.

— Pero la gente huye de la verdad como del ébola. ¿Cree que su carrera hubiera sido más exitosa si cantara sobre las trivialidades del día a día?

— No lo sé. Ni lo he pensado. Una, en la vida, por lo menos a mi edad, no persigue el éxito ni caer bien, ni encajar, sino vivir una vida plena con sentido, coherencia y fundamentito.

En sus canciones habla de las pensiones y el Fondo Monetario Internacional, Urdangarín, la precariedad...

— Creo que son las cosas que importan. Igual que en la historia las cosas que me llaman la atención ocurren en aquellos momentos en los que se produce un cambio, un tránsito, como del feudalismo al capitalismo, por ejemplo; en lo que se refiere a mi inspiración artística, me interesan aquellas grietas donde se manifiestan claramente las contradicciones del sistema, cómo el sistema está montado sobre bases muy frágiles y lo que parece sólido e inmutable es en realidad bastante volátil. En esas grietas meto el dedo para empezar a construir una canción. Quizá debería pensar en el mercado, pero yo me voy a morir igual y quiero dejar esto hecho.

— Sería difícil variar a estas alturas.

— No se lo creería nadie (risas).

— En el rock la presencia femenina es minoritaria. No sé si esta situación la ha sentido en los escenarios.

— El rock lo inventamos nosotras. Lo inventó Sister Rosetta Tharpe (1915-1973). Están Joan Jett, Lucinda Williams... y es nuestro. El rock, como todo, el mercado tiende a atribuírselo a las manifestaciones masculinas de ese arte, pero creo que es nuestro. Es de las mujeres. Ya lo creo. Es verdad que encuentras pocas compañeras, pero cuando las encuentras son las más potentes, las más salvajes. Ya lo creo que es nuestro. Tengo compañeras concretas, con nombres y apellidos, que son indestructibles. (risas)

— En el caso de las mujeres transexuales, será aún más difícil porque la sociedad les cierra puertas.

— Eso está cambiando, sobre todo porque la sociedad, en realidad, la gente, la calle, está muy por encima de todos esos prejuicios que suelen manifestar, preferentemente, las estructuras de poder, los partidos, los gobiernos.... pero la gente no tiene problema ninguno. En todos los ámbitos encuentras a gente haciendo cosas interesantísimas, salvo yo (risas). Llegará un momento en el que la legislación, el poder y la administración se tengan que poner al nivel de la población que le lleva años luz de ventaja. Ese es mi punto de vista.

— Es optimista y esperanzador.

— Qué remedio. Si no, me muero.

— También es una opinión basada en la experiencia propia.

— Así es. Lo veo con la infancia. He colaborado mucho con Crisalis, una asociación de familias de menores trans, y ves que en la escuela, con sus amigos, en las familias, con los profesores y en la calle va todo bien. El problema empieza cuando llegas a la Consejería de Educación o la Fiscalía del Menor, ahí es cuando empiezan los problemas. Con la gente va bien, el problema es con la ley, la autoridad, la administración.

— Usted es feminista y transexual, y últimamente parece que hay grietas que quieren separar a las mujeres transexuales del resto.

— Le estamos dando más importancia de lo que la tiene a este asunto. Es algo que ocurre en países atrasados, como Estados Unidos. Aquí la cosa va bien y hay un pacto claro de acción conjunta del movimiento por los derechos de las personas trans y el movimiento feminista. Es un pacto de corazón y a fuego. Eso no va a cambiar. Esas tendencias llegan a través de las redes sociales. Son porquerías que vienen de Estados Unidos y de lugares que no tienen nada que ver con nuestra realidad, pero tienen mucha visibilidad porque tienen más dinero.

—El nombre de su último disco, , ¿a qué se refiere?

— Es un guiño que tiene que ver con la caída de la comuna de París en 1871 y el análisis que hacen de las causas Marx y Engels.

— Los temas del álbum tienen un nexo común. ¿Cuál es?

— Tienen un aire, un halo que igual solo me doy cuenta yo. Tienen una dosis similar de inocencia, esperanza y tragedia, un mismo color. Siento una cosa similar al tocarlas, aunque no se parezcan entre ellas. Es algo que una madre reconoce.

— Las ha agrupado cuando hoy se escuchan las canciones sueltas.

— No tengo que cumplir ninguna expectativa, ni quedar bien con nadie. Mi compromiso es conmigo. Estoy fuera de todo. No tengo que ceder nada porque no le debo nada a ningún mercado. Lo que tengo es mío y lo he hecho con los que me siguen. Voy a mi puto rollo (risas).

— Habrá tenido que ganarse al público en pequeños conciertos.

— Es duro, incierto, pero es estar viva. No conozco otra cosa. No puedo compararlo con una gran gira, porque no la he hecho, pero esta es mi vida y me encanta ese contacto directo. Aquí no hay trampa posible. Todo es carne y sudor.

— Supongo que ha hecho muchos kilómetros.

— Tienes que tocar allá donde se pueda y es cierto que cada público tiene una personalidad diferente. En todos sitios aprecias algo. Te tiene que gustar andar de aquí para allá tocando, pero hay que aguantar mecha. Ya tengo casi 50 años. El reto es mantenerse sana y fuerte para afrontar esto mientras tenga fuerzas para apoyarme en una guitarra.

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