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Vanessa Monfort posa con un ejemplar de 'La mujer sin nombre'. C7
«María Lejárraga escribió la totalidad de la obra atribuida a su marido»

«María Lejárraga escribió la totalidad de la obra atribuida a su marido»

La novelista y dramaturga barcelonesa regresa con una obra que indaga de nuevo sobre la figura de un personaje relevanteVanessa Monfort Autora de 'La mujer sin nombre'

C. M.

Las Palmas de Gran Canaria.

Lunes, 16 de noviembre 2020, 06:35

Si 'Firmado Lejárrága' fue la primera obra de ficción con la que se daba a conocer a María Lejárraga al gran público, 'La mujer sin nombre' es la primera novela que defiende con pruebas la autoría única de María.

–¿Cuál ha sido su principal motivación para escribir este libro?

–Quise regalarle a mis lectores un personaje que es, en sí mismo, un manual de supervivencia en tiempos de crisis. ¿Sus armas? Su inteligencia, su imaginación y su irreductible sentido del humor. Y por supuesto he querido poner mi grano de arena para devolverle a María Lejarraga, línea a línea, lo que era legítimamente suyo. Todos tenemos derecho a saber y a recuperarla. Es uno de nuestros mayores referentes literarios cuyo nombre permanecía oculto y parte de nuestro patrimonio cultural.

LAS FRASESOBJETIVOEsta es la novela más ambiciosa de mi carrera, es de amor, desamor, de contradicciones»RETO«Quería regalarle a mis lectores un personaje que es, en sí misma, un manual de supervivencia»

–¿Por qué ahora?

–Creo que estamos en un momento histórico que podría llamarse de «rehabilitación histórica de la memoria de la mujer». Un proceso que afecta al mundo entero y a dos milenios de nuestra historia. Hay mucho por hacer. Hay momentos de la historia que son una puerta y nuestra generación ha abierto una por la que una generación anterior de mujeres puede llegar hasta nosotros en una sociedad mucho más preparada para ello. Creo que la propia María supo que no era el momento cuando, tras intentar reivindicar su coautoría fue atacada por sus contemporáneos. Tengo la teoría de que si quisiera haber destruido las pruebas de su autoría no se habría llevado al exilio las cartas que la demostraban y que nunca utilizó. Sobre todo porque no murió de un accidente sino que simplemente dejó de respirar seis meses antes de cumplir los cien años mientras leía «Tirano Banderas» y traducía la última obra de su querido Ionesco. Sin embargo sí nos dejó un rastro de migas de pan para que la descubriéramos en un momento de la Historia en que la mujer tuviera otra posición y la sociedad fuera más madura en cuanto a derechos y libertades. Yo sólo he seguido ese rastro.

–La novela se lee a ratos como un thriller y otras como una novela de aventuras porque Lejárraga viaja por todo el mundo y sobrevive a la Guerra Civil y a la invasión Nazi en el Paris ocupado, pero desde luego no es una biografía novelada. ¿Cómo se planteó contar cien años de una vida tan rica?

–Por eso es la novela más ambiciosa de mi carrera. ¿Cómo contar cien años de una vida que contiene tantas vidas dentro? Esta es una novela de amor y desamor, de contradicciones humanas, de misterio, un manual de supervivencia para tiempos difíciles, una odisea por la Europa y la América del siglo XX contemplada por antiheroína de una inteligencia extrema que nos acerca a la parte más humana de los intelectuales, artistas y políticos que protagonizaron ese pedazo sangriento y vital que es el siglo pasado.

–Lejárraga fue una gran escritora en un mundo de hombres pero, a raíz de su separación, surge la María feminista.

–Sí, tras separarse su universo cambia por completo. Empieza a ser activamente político y feminista y se puebla de mujeres como María Guerrero, las miembros del vibrante Lyceum Club —Victoria Nelken, Clara Campoamor, Elena Fortún, Colombine, María de Maetzu— o su amiga y parlamentaria, Matilde de la Torre. María también evoluciona tras la decepción —tanto su discurso como su obra—, que aparece llena de tríos amorosos, denuncia social e incluso explora temas tabú en la época como la homosexualidad y los «negros literarios». El final de su vida transcurre, además, en América así que el personaje se llena de nuevos matices: vive la Nueva York y el Hollywood de los años 50, Méjico, la Gran Buenos Aires de los 60 son escenarios de la novela.

–¿A qué cree que es debido el imán de María Lejárraga?

–Creo que María Lejarrága tiene todo lo que tiene que tener un gran personaje literario. Solo que ella fue real y yo he tenido la suerte inmensa de que me encontrara y de poder contar su historia.

–Parte de la vida de la autora estuvo marcada por la relación de su marido con la actriz más famosa del momento, Catalina Bárcena.

–Desde luego, la relación de codependencia intelectual y amorosa de María y Gregorio es uno de los grandes temas de la novela. Creo que María fue consciente a partir de un punto de que se había inventado al escritor que no era su marido, para poder amarlo. Hasta qué punto nos inventamos a la persona que queremos amar, es una pregunta que casi nunca nos atrevemos a hacernos. En el caso de un escritor, existe una tendencia aún mayor.

Por otro lado, la extravagante situación de que no se supiera que María escribía las obras de Gregorio la llevó a escribir los papeles que la propia amante de su marido, la actriz Catalina Bárcena, representaba, sin que ésta lo supiera al principio.

–La novela tiene forma de thriller. ¿Cómo se le ocurrió la trama?

–Sí, recuerdo que cuando empecé a escribir esta historia me di cuenta de que era una especie de 'Shakespeare en Love' real y a la española, donde la vida del dramaturgo, en este caso de la dramaturga, se transparentaba tanto en su obra que podía contar su vida a través de ella. Por eso decidí que sería una compañía teatral la que seguiría su pista al ir a estrenar uno de sus textos más interesantes y olvidados, «Sortilegio», en el que sospecho que su autora ocultó su propio drama.

–¿Autora total o coautora de la obra firmada por Gregorio Martínez Sierra?

–Es innegable que su matrimonio con Gregorio Martínez Sierra los convirtió en un gran tándem de empresario/director y autora. Pero, tras leer y digerir toda su correspondencia privada, los documentos y estudios sobre su figura y la posible autoficción que se transparenta en casi toda su obra, no me deja otra visión que la que me da mi oficio: autor es quien escribe. Y nadie más. Mi conclusión es que María Lejárraga escribió la totalidad de la obra atribuida a su marido.

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