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Las Palmas de Gran Canaria
Su obra ha sido recomendada en el portal de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal). «La recomendación de los libreros es más satisfactoria que cualquier premio», asegura el autor de esta novela en la que mezcla ... aventura, historia y fantasía de la mano de un sacerdote al que el Vaticano le encarga recuperar los libros desaparecidos del monasterio de San Millán de la Cogolla.
«Es un homenaje a los libros, los libreros, los escribas y las bibliotecas pero, sobre todo, al conocimiento. Que la acción discurra donde nace el castellano no es casual. Es un homenaje a San Millán de la Cogolla, donde se encontraron los textos seminales del precastellano, las Glosas Emilianenses», abunda el escritor que reconoce haberse obsesionado con el paradero de los códices que contenían esas valiosas anotaciones.
En este sentido, Modroño subraya que su relato reivindica la riqueza histórica de La Rioja «un cruce de caminos que amalgamaba a vascos, aragoneses, navarros y castellanos» y el papel de los monasterios como lugares que albergaban todo el saber y que, de la noche a la mañana, con la desamortización del siglo XIX quedaron como esqueletos de piedra donde apenas quedó nada. El libro no trata solo de recuperar libros sino conocimiento», abunda el escritor que, en esta obra, nos guía desde 1878 hasta nuestros días.
Además, en La fuente de los siete valles, Modroño cambia de tercio. «Con un importante secreto alquímico, la obra gira en lo fantástico. Corrí cierto riesgo al hacerlo porque los denominadores comunes de mis libros son las ambientaciones mimadas, una cuidada documentación geográfica y emocional». De hecho, en su obra, retrata la psicología de personajes históricos como Espartero, María de la O Lejárraga o Menéndez Pelayo. «Me meto en su día a día para darles humanidad», afirma.
Su séptimo libro, La fuente de los siete valles, es muy especial para Félix G. Modroño (Portugalete, 1965). Es el primero que ha escrito tras dejar su trabajo en un banco. «Soy de Bilbao. Le eché valor y dije: voy a dedicarme a escribir. Lo decidí con más de 50 años. El tiempo es lo que no se puede comprar», explica el autor que confía en que la escritura le dé de comer. «No sé si de cenar», dice con sorna.
En esta obra, como en las anteriores, se ha esforzado por recrear el ambiente que envuelve a los personajes. «Me empiezan a llamar el escritor de las ciudades. Disfruto mucho poniéndome en la piel de nuestros antepasados; estudiando su modo de vestir, de comer, sus supersticiones y pensamientos», relata el autor que, antes de afrontar una obra, rebusca en una bibliografía de casi cien títulos para documentarse.
También en esta obra cuida especialmente los vocablos en desuso y los localismos. «Soy muy escrupuloso con este asunto. La forma de hablar varía de un lugar a otro. Un canario no diría pinzas sino trabas y a los autobuses, guaguas», explica el autor que, con esta precisión léxica, intenta suscitar el interés del lector en una determinada expresión o en un personaje que quizás no conocía como la feminista María de la O Lejárraga o el marqués de Murrieta, pionero de la viticultura riojana.
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