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Victoriano Suárez Álamo y /Las Palmas de Gran Canaria
Sábado, 13 de mayo 2017, 18:00
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Pedro Flores (Las Palmas de Gran Canaria, 1968) se define como «ateo» y deja claro desde un principio que Los versos perdidos del contramaestre del arca (colección Mirto de la editorial sevillana Maclein y Parker) no es ni un «libro religioso» ni un acercamiento espiritual a La Biblia.
«Entiendo que, al igual que La Odisea, en La Biblia se prefigura toda la literatura occidental. Se trata de un libro fundacional y hay mucha poesía en el mito bíblico. La Biblia contiene las raíces, todos los estereotipos. Por ejemplo, Caín y Abel son una metáfora del odio, del poder, de los enfrentamientos fraticidas. El mito del diluvio, que es el que inspira este nuevo libro, es la omnipotencia, el castigo a una sociedad que se barre de la faz de la tierra con agua...», explica Flores mientras toma un café en la plazoleta de Farray, en la capital grancanaria.
El finalista del Premio Nacional de la Crítica por La poesía debe ser como la bala que mató a Kennedy y ganador del Premio Tomás Morales, se acercó por dos motivos al Antiguo Testamento.
Por un lado, considera significativa una «paradoja» fundamental. «En el pasaje de Caín y Abel, por ejemplo, se representa a dios como un señor feudal. El dios bíblico es cruel y arbitrario. Me resulta muy paradójico que el hombre occidental quiera para sus modelos de vida sistemas democráticos y en cambio para la vida eterna no tenga inconveniente en estar sometido a las arbitrariedades de un ser absoluto», apunta.
La otra vertiente que le interesó de las sagradas escrituras fue «las posibilidades literarias» que ofrece. «En los textos del Génesis he encontrado una excusa para hablar sobre los temas que yo quería. Situaciones extremas, con seres extremos. Mi intención no ha sido acercarme desde un punto de vista religioso», vuelve a aclarar.
Así nació Los versos perdidos del contramaestre del arca y los dos volúmenes anteriores que conforman «una especie de trilogía que no nació con esa intención», Memorias del herrero de Nod y Al este del desdén.
«Los libros tuvieron un recorrido muy corto. El primero, gracias a Manuel González Barrera, se publicó en Ediciones Cíclope de Lanzarote. Al este del desdén también salió en una edición pequeña y muy modesta y hoy es casi imposible encontrar ejemplares de los mismos», recuerda el autor de la antología Salir rana (Renacimiento, 2016).
Ahora, el arca de Noé le permite «hablar de la soledad, de la muerte, del posicionamiento ante el desastre, y del amor como excusa». Lo hace con un volumen en el que «el propio libro es el poema». «Los distintos poemas no son más que posibilidades de ese intento de poema. Independientemente, los poemas pierden su sentido», explica.
Al lector lo guía un individuo que, según el poema, es un contramaestre o un polizón. «Siempre escribo sobre perdedores. Me gustan estos personajes. Son radicales en su visión del mundo y en su entrega al amor o a la rebeldía. Son antisistemas. Me gustan, no hay que estigmatizarlos», apunta Pedro Flores.
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