Borrar
‘Las pequeñas virtudes’

‘Las pequeñas virtudes’

Natalia Ginzburg rememora su vida en unos textos emocionantes y sencillos, en los que elude las palabras que le son ajenas.

Carmen Delia Aranda y / Las Palmas de Gran Canaria

Lunes, 21 de septiembre 2020, 12:20

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Lo más parecido a la justicia divina es el tiempo porque coloca en su sitio a personas y hechos. Es lo que le ha sucedido a Natalia Ginzburg (Palermo, 1916-1991), una autora cuyas letras se sitúan al nivel de otros narradores italianos de su tiempo como Italo Calvino o su amigo Cesare Pavese y que, sin embargo, no gozaron de reconocimiento por tratarse de una mujer que escribía sobre lo que más conocía; su entorno y su vida.

Fue el año pasado, con motivo de los cien años de su nacimiento, cuando su obra se empezó a reconocer más allá de los Alpes. En España se editaron tres títulos: Todos nuestros ayeres, Léxico familiar y Las tareas de casa y otros ensayos. Pero el volumen que nos ocupa es Las pequeñas virtudes (Acantilado, 2002), una serie de relatos, publicados entre 1944 y 1962, en los que Ginzburg transita entre el ensayo y la autobiografía.

En sus páginas, nos traslada al pueblo de los Abruzos donde su marido fue desterrado por el gobierno de Mussolini, las profundas huellas que la segunda Guerra Mundial dejó en su generación, su conocimiento personal de la miseria o la idiosincrasia británica.

Ginzburg rememora su vida en unos textos donde busca con avidez la sencillez y elude las palabras que le son ajenas. En principio anuló de sus escritos cualquier rastro de su condición femenina, pero luego se percató de que su vida era una gran fuente de inspiración. «Me parecía que sabía muchas cosas sobre el jugo de tomate, y también que aunque no las pusiera en el relato, era útil de todas formas para mi oficio que yo las supiera», confiesa irónica en este conmovedor libro.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios