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Iñaki Martínez: «Canarias sirvió de refugio a los extorsionados por ETA»

Iñaki Martínez: «Canarias sirvió de refugio a los extorsionados por ETA»

El escritor presenta este miércoles en la Casa Museo Pérez Galdós, a las 20.00 horas, su última novela. En esta entrevista, habla de su obra y da unas pinceladas de su azarosa etapa como asesor de los empresarios vascos en Latinoamérica.

Jueves, 1 de enero 1970

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sombrero es la segunda parte de su novela de , ¿por qué eligió La Habana de los años 50?

— En realidad no es la segunda parte. Es una novela autónoma, aunque los personajes son los mismos de La ciudad de la mentira que se desarrolla en Tánger en los 40. Esta novela recupera esos personajes por varias razones: porque en la novela anterior, siendo ellos aún muy jóvenes, dejaron cosas inacabadas, incluso una historia de amor entre dos de los personajes. La Habana era un escenario adecuado para que retomaran su peripecias y aventuras. En el contexto de los años 50, La Habana era una ciudad glamurosa donde pasaban muchas cosas.

— Son muy diferentes a . Supongo que el cambio de tercio tendrá que ver con su época de delegado del Gobierno vasco en Latinoamérica.

— Sí, es verdad. Arresti es una novela diferente que se desarrolla en el País Vasco. He vivido en América y conozco muy bien Cuba y La Habana. Suelo ir con frecuencia. Me interesaba novelar la historia de esos personajes en Cuba en los años 50. Sobre Cuba se ha escrito mucho, pero a partir del 59, de la Revolución. No tanto sobre lo que pasaba antes de la Revolución, ese contexto me interesó muchísimo. Tras el golpe de estado de Fulgencio Batista, los grandes jefes de la mafia estadounidense se instalaron en Cuba y se adueñaron de las salas de fiesta, de los burdeles, los casinos y, mientras tanto, los rebeldes empezaban a tomar posiciones. Es un contexto idóneo para una novela de intriga y espionaje.

— Supongo que por su trabajo pudo conocer el mundo del espionaje.

— Sí, es verdad. En este libro ha tenido que ver el hecho de que haya desarrollado bastante funciones de política internacional y diplomática. He conocido a gentes del espionaje y analistas de inteligencia en diferentes contextos, en España y fuera de España. En América también. Me he empapado de sus actividades y de su manera de comportarse; esa tremenda soledad en la que viven y desarrollan su trabajo, que les impide dar un solo dato de lo que hacen ni a las personas más cercanas, sus esposas y sus hijos. Desde el punto de vista humano, me ha interesado mucho y está reflejado en mi novela.

trata de la extorsión de ETA a los empresarios. ¿Queda mucho por saber del conflicto vasco?

— Queda muchísimo por saber. El episodio del terrorismo ha terminado hace poquísimo tiempo. La gran mayoría de los empresarios que fueron implicados en el impuesto revolucionario aún no se atreven a hablar. Conozco a más de 15 o 20. No se atreven a contar todos los detalles de lo que les ocurrió, cómo lo hicieron, dónde, cómo pagaron, cómo fueron los episodios de entrega del dinero... Guardan las cartas y para ellos es un episodio reciente y doloroso. La mayoría lo quieren vivir sin hacer aspavientos. Queda muchísimo por contar y nos corresponde a los novelistas e historiadores, a los que nos dedicamos a escribir. Muchos de los extorsionados viven en el País Vasco, pero otros muchos están fuera. Se tuvieron que marchar y empezaron nuevas vidas. En Canarias viven algunos. Fue un refugio.

— En principio era una trilogía. ¿Continuará?

— Puede seguir en algún momento. Tengo avanzados algunos trabajos. Lo que sucede es que han aflorado otras historias y personajes que se entrecruzan, y los planes dibujados en la pizarra no se cumplen.

— ¿Se hubiera imaginado cuando participó en la fundación de Euskadiko Ezkerra el escenario actual; con ETA desactivada y con los políticos nacionalistas catalanes en la cárcel?

— El escenario de ETA desactivada, sí me lo imaginé, pero no en los primeros años de la transición sino más adelante. Tras la aprobación de la Constitución y del Estatuto de Autonomía, cuando nos damos cuenta de que el autogobierno era una realidad y podía serlo de forma más notable. Hay que trabajar en ese sentido, sin buscar salidas traumáticas o violentas. Lo de los políticos catalanes y los episodios soberanistas, no. Para mí ha sido grandísima sorpresa. Cataluña y, sobre todo, Barcelona en aquellos tiempos era una ciudad extraordinaria para la cultura, abierta, sin grandes fanatismos en el orden político, desarrollada industrialmente. Era un gran modelo y los catalanes con los que tenía relación eran personas dialogantes y para mí ha sido una gran sorpresa encontrarme el extremismo de hoy en día en personas que han cambiado su punto de vista político y se han vuelto nacionalistas extremistas. Cuando los nacionalistas vascos han pasado a ser moderados y darse cuenta por dónde van las cosas en Europa, ha sucedido a la inversa en Cataluña.

— Negoció con la guerrilla salvadoreña. ¿Ha tenido una vida aventurera?

— La verdad es que sí. Mi vida ha sido una aventura permanente y algo de riesgo ha habido sobre todo en Ámerica Central, en la guerra de El Salvador, donde viví cinco años. Precisamente estos días me venía a la memoria, cuando santificaron a monseñor Romero, yo estaba allí el día de su funeral, cuando empezaron a disparar desde las azoteas de los edificios cercanos a los manifestantes. Acababa de llegar y tuve la fortuna en esa época de relacionarme con los jesuitas de la Universidad Centroamericana y con Ignacio Ellacuría, con el que trabé amistad.

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