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La autora está acostumbrada a contestar preguntas indiscretas que, en otro contexto, serían intolerables. Se muestra cómoda y afable, a pesar de la naturaleza íntima de la conversación. Su primer libro, El comensal, surgido de su duelo por la muerte de su madre y de su abuelo, asesinado por ETA en 1977, es el culpable de la impertinencia.
Su carrera de Empresariales la apartó de la escritura pero, hace unos años, la imperiosa necesidad de exorcizar sus sentimientos la lanzó hacia el cuaderno en blanco. «A mi madre le diagnosticaron un cáncer en abril y se murió muy deprisa, en septiembre. Su muerte me dejó aturdida. Mi primer impulso fue poner por escrito lo que había pasado para ver si tenía algún sentido y me ayudaba a entender lo vivido», explica Gabriela Ybarra (Bilbao, 1983).
«Mientras estaba contando la enfermedad de mi madre, había comportamientos que me resultaban extraños o que no terminaba de entender. Mi padre estaba muy nervioso; me decía esto ya lo he vivido antes y empezó a mencionar a mi abuelo, así que decidí tirar del hilo para ver por qué mi padre se ponía así», comenta la escritora cuya familia apenas le explicó las durísimas circunstancias del asesinato a manos de ETA de su abuelo, el editor del Diario Vasco y El Correo, Javier Ybarra Bergé. «Tenía la información elemental, pero no un relato aparejado, ni muchos sentimientos. Pensé, durante muchos años, que el asesinato no nos afectaba».
Aunque reconoce que el clima social durante la Transición en el País Vasco no era el idóneo para expresar el dolor por el brutal crimen, asegura que su libro ha sido «un ajuste de cuentas hacia la desmemoria familiar». El efecto de su «puñetazo en la mesa» ante el silencio de sus parientes ha sido muy positivo. «Se ha roto un tabú familiar y ahora nos sentimos más cercanos. Se puede hablar con mayor libertad sobre mi abuelo y de cómo vivió esos días. Han tenido reprimidos esos sentimientos y el libro les ha dado la oportunidad de expresarlos».
Por otro lado, relatar los últimos días de la existencia de su madre también la han ayudado a ver la vida de otro modo. «Ahora tengo menos miedo a la muerte. Aunque sé que cada muerte es diferente, sentí que morirse no era tan terrible y me llamó la atención la belleza que puede tener la muerte», explica la escritora que confiesa que nunca se imaginó que los días «más bonitos» de su vida pudieran ser «los últimos días» de su madre. «Viví momentos especiales, de mucha unión, muy íntimos y, por supuesto, irrepetibles».
Las críticas de El comensal subrayan la capacidad de Ybarra para contar esta vivencia sin patetismo. «Intenté distanciarme a través del estilo. Está muy trabajado. Soy bastante analítica y, mientras escribía, había partes en las que me desmoronaba, pero, a la hora de corregir, sentía que no funcionaban bien y las quitaba. Cuando más me gustaba lo que escribía, fue con el tono desapegado. Los hechos eran tan fuertes -abunda la autora- que tenía que dejar espacio al lector para que proyectase sus sentimientos».
La novela, de la que habló en el Encuentro de Clubes de Lectura de Fuerteventura celebrado el 8 de junio, recibió el Premio Euskadi de Literatura en 2016. Un reconocimiento que ha llenado de ilusión a Ybarra. «Este premio escapaba de mi imaginación. Lo interpreto como una invitación a volver al País Vasco. Viví en Bilbao hasta 1994. Nos tuvimos que ir porque mi padre estaba amenazado por ETA», comenta la escritora que entiende que las heridas de aquel conflicto aún están frescas.
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