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Canarias7 / Las Palmas de Gran Canaria
Jueves, 1 de enero 1970
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“En Chirino, el fuego, que se aviva con el viento, es el centro; por él pasa la más antigua de las transformaciones, hasta constituir todo un cosmos que el artista interpretará con su obra”, explica Jarauta, quien fue el encargado de pronunciar sendas conferencias magistrales, sobre Picasso y el propio Chirino, en la inauguración del programa cultural de la Fundación.
Según define el trazado de Martín Chirino, “la forma deviene espiral incendiada, metáfora del movimiento eterno del universo”. Así, la espiral, emblemático cuño del escultor, arranca de la primera llama de la cosmovisión aborigen: “Esa idea mágica de quienes pensaron el mundo como la poderosa expansión de un centro, cuya alma fuera el fuego y su forma un laberinto”.
Para Jarauta, a partir de “aquel abismo insondable, surge este círculo de hierro que el fuego incendia y expande, y, desde un centro que se desplaza y recoge, dibuja un orden y movimiento que penetra el espacio para convertirlo en el lugar del mundo”. A su juicio, la cosmovisión de Chirino oscila entre “un bosque oxidado” y “un jardín telúrico”, a cuyo través se busca restaurar la armonía.
“En la obra de nuestro artista ninguna forma agota el espacio. Todas son provisionales cifras del infinito posible, estrategias de la presencia, formas de habitar. Unas veces se ordenan de acuerdo a perfectas geometrías que simulan ideales abstractos, casi matemáticos. Y otras veces, son formas que avanzan como proyecciones simétricas de lo natural, aventurando una aparente línea de su continuidad con lo visible”, concluye el filósofo.
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