Hedonista y tranquilo, el paraíso de Jacobo Bergareche tiene forma de mesa poblada de viandas. Amante de las grasas y comilón impenitente, su elevado colesterol le ha obligado a someterse a comidas espartanas, aunque cuando llegan los fines de semana se desquita. Este escritor, guionista y productor cinematográfico cultiva pasiones tan intensas como pasajeras: lo mismo le da a la caza de patos que a la lectura de poesía. En el Harry Ramson Center de Austin (EE UU), uno de los mayores archivos literarios del mundo, Jacobo Bergareche ha pasado las horas muertas leyendo la correspondencia de afamados escritores, entre ellos Wiliam Faulkner. De esa dedicación nació su novela 'Los días perfectos' (Libros del Asteroide), que ya va por la cuarta edición. Estudió literatura en Boston y ha estado tres años en EE UU, donde fundó con unos amigos una empresa tecnológica. Ajeno al estrés y a la ira, si algo le perturba se va al campo a recolectar setas y observar a los pájaros.
8.00 horas. Si duermo ocho horas me encuentro fenomenal. Soy muy dormilón, pero si duermo poco, pongamos tres horas, estoy jodido. Entonces intento echarme la siesta para recuperar el sueño.
8.15 horas. Desde hace un año trato de no desayunar. Solo me tomo un zumo de pomelo y eso me da la vida. Luego me tomo un par de cafés y mi pastilla contra el colesterol; así es mi despertar. Leo los periódicos en el teléfono o el iPad.
8.30 horas. Llevo a mi hija mayor al colegio en moto. Vuelvo a casa, me encierro a escribir hasta la una y me voy a nadar. Soy productor y guionista, y ahora mismo estoy escribiendo una serie, que es de lo que vivo. Todo el mundo que escribe tiene que buscar algo que le dé de comer, y yo lo he encontrado con los guiones.
14.30 horas. Procuro no comer mucho porque luego llega el fin de semana y me gusta darme una bacanal de vez en cuando. Entonces emulo a Heliogábalo. Por eso trato de compensarlo con ayunos entre semana. Me encanta cocinar, comer y probar cosas nuevas. Soy carnívoro, aunque trato de evitar en la medida de lo posible el pecado de la carne roja. Eso sí, me encanta un buen chuletón, los torreznos, el tocino y todo lo que tenga mucha grasa.
19.00 horas. Huyo bastante de los círculos literarios. Mis amigos no tienen nada que ver con la literatura ni con el cine. Los escritores me caen fenomenal, pero tampoco conozco a tantos. Vivo bastante ajeno al mundillo editorial.
20.00 horas. Desde siempre me ha gustado mucho escribir cartas. Escribí millones de ellas hasta que apareció el email. Si quisiera recopilarlas se las tendría que pedir a mis exnovias, porque me dio por las cartas de amor. En caso de que consiguiera reunirlas juntaría varios volúmenes. Me encanta descifrar las estrategias que una persona emplea para escribir a otra, lo que quiere decir en el fondo. Es muy interesante.
21.00 horas. Apago el móvil y me voy a leer a la cama con mi mujer y mis hijas. Es un ritual que seguimos todas las noches. Mi hija mayor, que es adolescente y no quiere saber nada de nosotros, ya no participa en él. Pero las pequeñas sí: nos metemos los cuatro cada uno con su libro en la cama y nos pasamos hora y media leyendo.
12.30 horas. Uno de mis sitios preferidos es el mercado de Chamartín, en mi barrio. Hay dos puestos que me fascinan y a los que dedico mucho tiempo. Uno de ellos es el de López Astorgano, una pescadería pequeña que tiene cosas increíbles. Cada vez que traen algo especial me llaman, ya sea parpatana de atún, morrillo, raones y cosas raras. Me llevo muy bien con Ángel, el pescadero. Y otro sitio muy recomendable es la frutería Rosarito, cuyo dueño se llama Goyo y que tiene las mejores setas. Me pico con él y bromeo: «a ver si los boletus que me das tienen gusanos».
19.00 horas. Recibo clases de guitarra todas las semanas; soy malísimo pero me divierto mucho. Amo a mi profesor, Lisandro, que es un buen amigo y toca que te mueres. Coincidimos en los gustos: boleros, tangos y rancheras. Siempre que hay una cena llamo a Lisandro y terminamos todos cantando. Antes de la pandemia iba a bastantes conciertos. Me encanta el jazz y la música clásica, los ritmos latinos, la salsa, el son cubano... El rock me aburre más. No escucho música electrónica.
10.30 horas. Mi vocación frustrada es ser escritor. A los 15 años iba la Escuela de Letras, pero de joven me lié con el mundo de la publicidad y los guiones, de modo que la escritura fue mi vocación frustrada durante casi 30 años. He conseguido serlo desde hace poco tiempo. Ya tengo publicados tres libros, además de algunas obras infantiles, pero siempre me ha dado pudor decir que era escritor. Muchas veces te preguntan: «¿pero vives de eso?» Son palabras que te deslegitiman constantemente. Se puede decir que con los libros me saco una paga.
21.30 horas. Las series ya no me enganchan tanto como antes, las veo por el curro. Me divierte más ver pelis antiguas en Filmin, que es la plataforma más afín a mis intereses. El género al que pertenezcan me da igual. Veo mucho cine italiano clásico de entre los años 40 y 60.
22.30 horas. Somos muy familiares. La Navidad la paso en Bilbao con mis padres -con los que hablo todos los días- mis primos y mi abuela, que vive en Lekeitio. Nos hemos criado en una especie de clan y me encuentro muy a gusto en él.
13.30 horas. No suelo enfadarme. De hecho huyo bastante del conflicto y los gritos.
17.30 horas. Tengo un podcast que hago con la editorial Círculo de Tiza que se llama 'El diletante'. Llevamos cinco episodios y ahora vamos a hacer otro para una nueva plataforma.
12.00 horas. Una de mis aficiones es observar aves con los prismáticos. Lo hago sobre todo en la sierra de Hornachuelos (Córdoba) y en la ría de Cubas (Santander). Últimamente también recalo en la sierra de Madrid. Consulto mis cinco o seis guías de aves y algunas aplicaciones. Me gusta la naturaleza, recoger setas y ahora me interesa mucho el mundo de las orquídeas, que estudio y clasifico.
12.00 horas. Doy una vuelta en bici al embalse de La Pinilla, en el valle de Lozoya (Madrid). En el último año me he vuelto loco con la bicicleta y en un fin de semana me puedo hacer 120 kilómetros.
16.00 horas. Mi estilo de vida es bastante hedonista. Consiste en jugar al mus, fumar mis puros los fines de semana y celebrar tertulias. Mi casa y la de mis amigos son mi txoko particular. Nos vamos turnando para ofrecer nuestras casas y reunirnos en torno a una buena mesa, sin que nos echen nuestras mujeres del hogar. Quizá por eso no voy mucho a restaurantes. Adoro esas comidas que se juntan con la cena.
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