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Para entender la eclosión de las vanguardias hay que analizar qué ocurrió en el primer tercio del siglo XX. Y eso es lo que hace el Museo Reina Sofía con la reordenación de su segunda planta, el episodio IV de la revolución emprendida por su director, Manuel Borja-Villel. Cuenta qué pasó en las calles, las salas de exposiciones, las revistas, la arquitectura, el cine o los tablaos y su determinante efecto en el arte desde finales del XIX hasta 1931. Muestra cómo en el humus de esos «territorios» germinaron las semillas de la modernidad.
Desde la Semana Trágica de Barcelona a la proclamación de la II República, traza un nuevo mapa del arte moderno con una compleja red de relaciones sobre lo ocurrido en los momentos históricos que alumbraron las vanguardias. Parte de finales del siglo XIX y se detiene en los años treinta, justo ante las salas del 'Guernica', las únicas que se mantienen inalterables en el museo.
Reordena una docena de espacios para narrar lo acontecido en España y Europa, partiendo de obras de Ramón Casas o Julio Romero de Torres para llegar a la cima del cubismo y el surrealismo y a las piezas icónicas de Miró, Dalí, Picasso o Juan Gris.
Este cuarto episodio de los seis de la reordenación de la colección se titula 'Los territorios de la vanguardia: ciudad, exposiciones y revistas'. Es un relato minucioso de la génesis de las vanguardias que destaca el papel crucial de «territorios» como la ciudad, con su entorno burgués y obrero, las muestras y galerías de arte, y los manifiestos y publicaciones que permitieron a los artistas comunicarse y romper fronteras. También los espacios de consumo y ocio, de los escaparates a los escenarios, dando carta de naturaleza al cine, las varietés o al flamenco redescubierto por los poetas de la Edad de Plata.
Tan relevante es así el combate de boxeo librado en la cosmopolita Barcelona de 1916 entre el poeta Arthur Cravan y el campeón del mundo Jack Johnson –considerado el primer 'happening' de la historia del arte– como el pionero cine de los Lumiére y Buñuel, el arte africano que tanto inspiró a Picasso, las Misiones pedagógicas, o las canciones de la Argentinita.
Para contextualizar este rico relato se reúnen más de 400 obras –algunas nunca expuestas– de artistas tan diversos como Hans Arp, Rafael Barradas, George Grosz, Paul Klee, Jacques Lipchitz, André Masson, Francis Picabia o María Blanchard, que tiene una obra en El Prado. De fotógrafos como, Brassaï, Man Ray, Paul Strand, Lewis Wickes Hine y José Ortiz Echagüe. De arquitectos como Ildefonso Cerdá. Textos de influyentes pensadores y promotores del arte como Carl Einstein o el surrealista Georges Bataille, creador de las revistas 'Documents' y 'Acéphale'. La labor de galeristas como Josep Dalmau, la aventura teatral de Lorca con 'La Barraca' o el flamenco, cuyo duende inspiró a unos artistas que descubrieron lo popular y su hondura y que, como el jazz en Estados Unidos, conectaba con la gente.
«Si antes se explicaba el arte y su evolución desde la abstracción, ahora lo hacemos desde la concreción y desde lugares específicos», señala Borja-Villel, máximo responsable de los cambios y con trece años en el cargo. «No se entiende la modernidad sin analizar que ocurre en y a través de la ciudad, la exposición, las revistas o el periódico», insiste. Destaca el papel del espacio urbano «ligado a la modernidad desde Baudelaire como lugar de conflicto, de descubrimiento y de sorpresa». «Si en otras épocas los creadores trabajaban para espacios religiosos y palacios, en el XIX se instauran los salones, las galerías, y los museos, como lugares privilegiados en los que mostrar la producción artística. El pasquín o el periódico son esenciales para el debate de ideas y la agitación artística y política», concluye el director del Reina Sofía.
«La modernidad está relacionada con la evolución y la consolidación del espacio social urbano, que representa el escenario de la formación de la mentalidad moderna», coincide Rosario Peiró, la jefa de colecciones del museo público que justifica la inclusión por primera vez de la arquitectura y el espacio urbano como uno de los ejes vertebradores del nuevo discurso del Reina Sofía.
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