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Una poeta gótica, un buzo profesional, un español que vive entre indios en el extremo norte de Canadá… son algunos de los orgullosos luchadores de la selección nacional de Combate Medieval que ya vela armas para su concurso en el VII Campeonato Mundial de esta modalidad, que se celebrará por segunda vez en el castillo de Belmonte (Cuenca) del 29 de abril al 2 de mayo, y con entradas ya a la venta.
La fortaleza del siglo XV será el escenario de esta exigente competición deportiva a la que acudirán 500 guerreros de 23 países de todo el mundo, que lucharán sobre la arena a la manera de los antiguos combates medievales, tanto en el patio de armas como en el recinto amurallado del castillo. En esta edición no estará Rusia, siempre favorita por ser pionera en esta práctica ancestral, y sí acudirá Ucrania, con su selección femenina, ya que los hombres no pueden salir del país por si les llaman a filas.
El evento ha sido presentado este miércoles en Madrid con asistencia de los promotores, los dueños del castillo de Belmonte, Hernando de las Bárcenas y Javier Fitz-James Stuart, y algunos de los integrantes del equipo nacional, entre ellos su seleccionador, José Martínez Amoedo, que vive en Canadá, y uno de sus capitanes, Cristian Bernal, cofundador de este deporte que en España practican unos 300 luchadores, entre ellos una treintena de mujeres.
El combate medieval, que se enseña en clubes específicos pero también en clubes de artes marciales y boxeo, exige una buena forma física (las armaduras pesan entre 30 y 40 kilos y solo el casco, unos ocho) y mental «porque tienes que tener mucha capacidad de sacrificio, de aguantar el dolor y de mantener la tranquilidad en situaciones de estrés extremo», describe Amoedo, que a sus 53 años sigue combatiendo en la modalidad de duelo uno contra uno. «A pesar de los golpes, todo el mundo se lleva bien. Mi lema es que la primera copa se toma después del último combate», apunta para resaltar que los combates «se toman muy en serio«. »Esto no es una recreación, es una competición. El ruido del choque de las espadas no es broma. No hay una coreografía. El público no es consciente de lo que se sufre dentro del casco. Hay mucho dolor, pero sigues y sigues para no hincar la rodilla», indica.
Otras disciplinas de las que podrá disfrutar el público en este viaje en el tiempo (hay gradas para cuatro mil personas) son las de lucha de cinco contra cinco, de diez contra diez y de 16 contra 16, una de las más espectaculares que bien podría formar parte de cualquier repertorio de 'Juego de Tronos' o 'Vikings'. «Aquí no se hacen prisioneros, no se habla, se combate hasta que uno cae al suelo», detalla el madrileño Rodrigo González, otro de los integrantes del equipo español. Hacerse con una armadura «decente», explica González, cuesta entre 1.300 y 3.000 euros, depende de la calidad de material o de si es de segunda mano o encargada a medida a un armero.
Los deportistas van provistos de armas sin punta (espadas de una o dos manos, que son más largas y pesadas, hachas, mazas, alabardas, partesanas, escudos…) y el principal objetivo es derribar al rival. «Tan importante es la fuerza como la técnica», aclara Bernal, un barcelonés de 38 años, buzo profesional ahora metido en trabajos de seguridad y que capitanea el equipo de lucha cinco contra cinco.
En el cuerpo a cuerpo vale casi todo (puñetazos, patadas, llaves…) , pero no se puede golpear con la punta del arma para evitar, por ejemplo, que entre por los visores, y tampoco se puede pegar directamente en la nunca. Según Bernal, el ideario está basado en el «coraje, el sacrificio, la seriedad, el compañerismo y la superación». El evento cuenta con médicos y dos UVIs móviles, si bien, como dicen los organizadores, «el índice de lesiones es parecido al que hay en un partido de rugby«. Se suelen atender más insolaciones entre los espectadores que heridas de los participantes, y subrayan que, además de los jueces que vigilan el juego limpio, hay un riguroso control de armas para garantizar la seguridad.
Con todo, Amoedo, que lleva combatiendo desde hace casi 15 años, guarda una buena colección de huesos quebrados a lo largo de sus casi 190 centímetros de estatura. Cicatrices en las manos («los dedos son los que más sufren, sobre todo en los combates de uno contra uno»), dos costillas fracturadas, 22 puntos de sutura de un hachazo en la cabeza, un diente partido, rotura de timpano… «y me sigue apasionando». Por algo es el más condecorado de España en combates medievales, con varias medallas de plata y bronce en campeonatos del mundo, pruebas dominadas casi siempre por 'armarios' rusos y gigantes bielorusos, ucranianos y estadounidenses, sin olvidar a los samuráis japoneses y los luchadores finlandeses y brasileños, estos últimos muy técnicos.
El evento se desarrollará coincidiendo con el puente del 1 de mayo, cuatro días en los que el público podrá disfrutar de los combates, de un mercado medieval, y del emblemático castillo de Belmonte, declarado Monumento Nacional, y que fue propiedad, entre otros personajes históricos, de la emperatriz Eugenia de Montijo. La fortaleza ha acogido el rodaje de películas como 'El Cid' (1961) con Charlton Heston y Sofia Loren, y desde hace años es el motor turístico de esa zona rural de Cuenca, un revulsivo contra la España vacía en forma de miles de visitantes anuales.
Como admiten los seleccionados nacionales, resultar victorioso, al contrario que en cualquier otro Mundial deportivo, no supone ninguna compensación económica. España no suele brillar en los combates colectivos, pero es una de las favoritas en los duelos personales. «Aquí el premio es el honor y representar a España«, refieren.
Orgullosa de vestir la zamarra española (en este caso un uniforme de combate de color rojo cruzado por una banda amarilla, perteneciente a una de las órdenes de caballería más antiguas de Europa), Virginia Gutiérrez, de 34 años, es una de las pocas mujeres que practica la lucha medieval. Ella se batirá en la categoría de duelos, para lo que se prepara en un club de Pueblo Nuevo, la localidad madrileña donde reside. «Empecé con la esgrima histórica y de ahí me pasé al combate medieval», señala Virginia, autora del poemario 'El verso níveo', del que la crítica ha alabado «su belleza gótica, su imaginario mitológico y evocador y su léxico arqueológico y reposado».
Ella compagina su amor por la lírica con clases de Coaching, los estudios de Producción Editorial y las 'tizonas' como la que lleva al cinto. «Entré en esto por las armas históricas y me quedé por la gente», ilustra Virginia para reforzar esa idea de compañerismo que existe entre los participantes de un deporte, aún minoritario, aunque cada vez con más clubes. «Es una luchadora gigante», la define su seleccionador, que se gana la vida en el territorio del Yukón, en el extremo noroeste de Canadá, entre hielo, osos y montañas. Allí Amoedo da clases de superviviencia a los pueblos indígenas que habitan ese lugar tan remoto y escasamente poblado. «Los indios dicen que el pelo largo te hace tener más intuición y eso es fundamental en la lucha», concluye mientras se aleja con su coleta al viento rumbo a Belmonte.
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