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Es uno de los museos nacionales más 'discretos' (solo 87.000 visitas en 2023 frente a los 3,2 millones del Prado), así que un poco de ruido en torno a su colección no viene nada mal para dar publicidad al Museo de América, que desde su inauguración en 1941 reúne joyas de las civilizaciones precolombinas de las que se ha vuelto a hablar ahora tras el seísmo desatado por el ministro de Cultura, Ernest Urtasun (Sumar) y su plan para la descolonización artística de los museos estatales.
Ante las dudas de si ese proceso implicará devoluciones de piezas a sus países de origen, todas las miradas se han dirigido hacia el Museo Nacional de Antropología, el Museo Arqueológico Nacional y sobre todo, hacia el Museo de América, que, entre otros reclamos, alberga el Tesoro de los Quimbayas, un deslumbrante ajuar funerario precolombino formado por 122 piezas de oro y cobre (recipientes, narigueras, collares, pendientes, instrumentos musicales...) datadas entre los años 250 aC y 430 de nuestra era. Colombia activó hace años una acción popular para reclamar la repatriación del oro de los Quimbaya, un asunto que ha vuelto a las conversaciones de los historiadores al calor de las palabras de Urtasun de «buscar espacios de diálogo e intercambio para superar un marco colonial anclado en inercias de género o etnocéntricas».
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José Antonio Guerrero
Obra maestra de la orfebrería prehispánica, esas 122 piezas forman parte «del más importante tesoro indígena llegado hasta nuestros días», como lo describe el Museo de América, y fueron efectivamente saqueadas en 1890 de dos tumbas de caciques quimbayas, cerca de Filandia, un pequeño pueblo cafetero del departamento de Quindío.
El Gobierno colombiano compró a los expoliadores locales el fabuloso botín indígena, que fue trasladado a Madrid con ocasión de la Exposición Histórico-Americana de 1892, la que conmemoraba los 400 años del Descubrimiento. Concluida la muestra, el entonces presidente de Colombia, Carlos Holguín, quiso regalar el tesoro a la reina regente María Cristina, viuda de Alfonso XII y madre de Alfonso XIII, en agradecimiento por la mediación española en un arbitraje que zanjó una disputa fronteriza entre Colombia y Venezuela, resuelta a favor de los primeros.
La entrega del tesoro a la regente se hizo en una ceremonia oficial presidida por el embajador de Colombia Julio Betancourt, y la reina a su vez lo puso a disposición de las colecciones históricas, primero en el Museo Arqueológico Nacional y más tarde, cuando fue fundado, en el Museo de América. De hecho, es una de sus señas de identidad, junto al Códice Trocortesiano, un enigmático manuscrito maya del que solo quedan cuatro en todo el mundo.
«A ver si con toda esta polémica las visitas aumentan porque merece la pena verlo», dice Enrique, profesor de Historia en un instituto de Móstoles, que contempla en la penumbra de la sala las fascinantes reliquias doradas que refulgen tras el blindado que las protege.
Colombia ha aprovechado el debate desatado en España para exigir de nuevo la repatriación de un legado que consideran parte de su identidad nacional. Sumar, el partido de Urtasun, ya había pedido en octubre al Gobierno español que devolviera el oro a Colombia. Así que antes de que el suflé fuera a más, el Ejecutivo, en respuesta a una pregunta parlamentaria del PP, aclaró que «no hay dudas» sobre la titularidad española del tesoro «ni sobre la legalidad de su obtención».
En todo caso, la mayoría de los historiadores consultados opinan que el debate sobre la descolonización museística «llega tarde» y que no es equiparable al suscitado en países como Francia, Reino Unido o Alemania, que tienen las salas de sus museos llenas de arte rapiñado. «Nosotros no tenemos mármoles del Partenón», esgrime Alfredo Pérez de Armiñán, vicedirector de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en alusión al disputado friso de la Grecia clásica que se exhibe en el Museo Británico, considerado epicentro del saqueo colonial.
Armiñán, expresidente de Patrimonio Nacional, no cree que España haya sido precisamente un país expoliador. «De los estados occidentales con grandes imperios, España es el menos afectado. No tenemos piezas significativas saqueadas que puedan ser reclamadas. El Tesoro de los Quimbayas es el más relevante, y quizá el único. Pero fue un regalo de Colombia y no hay ningún tipo de justificación jurídica para una reclamación. Han pasado 132 años desde que se hizo esa donación, e incluso desde el punto de vista del derecho colombiano sería muy discutible que no hubiera prescrito. Es como si nosotros reclamáramos a Reino Unido la colección Wellington que se conserva en Apsley House», apunta.
La colección Wellington guarda una curiosa historia. Se trata de un excepcional conjunto de pinturas (entre ellas 'El aguador de Sevilla', de Velázquez) y joyas que el Duque de Wellington incautó a José Bonaparte en la Batalla de Vitoria en 1813. Hasta en dos ocasiones Wellington intentó devolver a España su fabuloso botín de guerra, pero en ambas Fernando VII le instó a aceptarlo como gratificación por su ayuda contra los franceses. De ahí que los británicos conozcan la colección como 'El regalo español'.
Armiñán sostiene que España juega en una liga distinta a la de otros países coloniales, aunque admite, eso sí, que Austrias y Borbones extrajeron «sistemáticamente» plata y oro americanos para financiar las guerras de la Corona, «que afectaban al conjunto del imperio, incluyendo la defensa de los territorios americanos».
En esta línea se pronuncia Andrés Ciudad, experto en cultura maya y catedrático de historia de América en la Universidad Complutense, quien sitúa a España al margen de lo sucedido en el siglo XIX con la colonización de África y Asia por parte de otras potencias europeas. «Aquí no tenemos Partenones, ¿hubo expolio? ¡claro que lo hubo!, pero tiene una naturaleza distinta porque no llegó a los museos. Todo el oro y la plata estaban destinados a ser fundidos. Los conquistadores no apreciaban el arte indígena y esas piezas no están en los museos, salvo algunas del Museo de América, como el Tesoro de los Quimbayas, que fue un regalo del Gobierno colombiano al español ¡y si lo regalas, lo regalas!». El historiador apunta que España ha suscrito los acuerdos de la Unesco contra el saqueo. «Lo que tenemos en los museos estatales es muy difícil que salga. Son donaciones muy justificadas y legalizadas», zanja.
De criterio similar es Guillermo Serés, director del Centro de Estudios de la América Colonial, de la Universidad Autónoma de Barcelona, para quien España no tiene nada en sus museos que haya sido fruto de la rapiña y sujeto a devolución. «Se esquilmaron las minas de plata boliviana, pero con eso se pagaban los galeones que traían la seda de China. No hay ningún Partenón español ni nada por el estilo».
Serés tilda la idea del ministro Urtasun de «ocurrencia» y de un «indigenismo mal entendido» en el que también enmarca «las tonterías» del presidente de México, López Obrador, cuando emplazó a España «a pedir perdón por el saqueo de la conquista». «Es como si tenemos que pedir perdón a los romanos por habernos romanizado», ironiza el profesor, que recuerda que España «hispanizó un territorio» y llevó a América «lo mejor de Europa», por lo que reivindicar «de forma desaforada» el legado indigenista, «es una gran impostura».
No tan taxativo, el historiador del arte Manuel Borja-Villel, exdirector del Reina Sofía y actual asesor de los museos catalanes de la Generalitat, aboga por abrir «un debate sosegado» bajo la premisa de que «si algo ha sido robado tiene que ser devuelto». Pone el ejemplo del museo berlinés Foro Humboldt, donde el dudoso origen de algunas piezas no se ve como una carga sino como una oportunidad para un nuevo diálogo intercultural. Si una máscara tribal es fruto del expolio y está 'manchada de sangre', así se recoge en la cartela, «e incluso a veces está el pedestal vacío y te cuentan la historia de la devolución», ilustra Borja-Villel que reflexiona sobre la idea de resignificar los museos que exhiben piezas en entornos despojados de su contexto.
«En el Museo de América hay una sección que se llama 'La comunicación', que habla de cómo las culturas precolombinas estaban conectadas entre ellas. Pero la idea de comunicación es una idea occidental. Ellos hablaban de conectividad, que tiene que ver con lo humano y lo no humano, y por tanto aplicar una idea que allí no funciona es como si nos aplican en España una historia de 'cowboys' y acabamos con Bienvenido Mr Marshall». Y subraya que en cualquier debate el factor ético debe ser tenido en cuenta, incluso si es un obsequio de Estado como el Tesoro de los Quimbayas. «Posiblemente a nivel formal y legal no haya nada que objetar. ¿Pero es ético? ¿La persona que lo donó representaba a las comunidades legítimamente herederas? Esto es lo que hay que cuestionar. No todo lo legal es ético».
Colombia sigue con interés el debate abierto en España sobre la descolonización de los museos, un asunto que les atañe directamente por el Tesoro de los Quimbayas, cuya restitución reclaman. Una de las voces más respetadas en aquel país es la de Antonio José Rengifo, profesor de Derecho Internacional en la Universidad Nacional de Colombia, y promotor de la acción popular para la repatriación de las 122 piezas de oro que se exhiben en el Museo de América de Madrid.
A preguntas de este periódico, Rengifo responde por correo electrónico subrayando la importancia de «ponerse en el lugar del otro para entender la visión del problema», sin que ello signifique darle la razón.«Es obvio que no es posible ver las cosas de la misma forma desde ambos lados del Atlántico. Creo que es ahí donde está la posibilidad de diálogo y de buscar alternativas», apunta.
Como jurista, Rengifo opina que, en el oro de los Quimbaya, un obsequio que el Estado colombiano hizo a España a finales del siglo XIX, se violó la Constitución de la época, ya que, al tratarse de un tesoro de la nación, obligaba al entonces mandatario a pedir la autorización del Congreso de la República, cosa que no hizo.
Lo más llamativo es que la Corte Constitucional de Colombia (una suerte de Tribunal Constitucional) dio la razón al profesor Rengifo en sus demandas, y en 2017 ordenó al poder ejecutivo colombiano hacer las gestiones necesarias para la repatriación del Tesoro Quimbaya, cosa, que según precisa el docente, Colombia aún no ha llevado a cabo de manera oficial.
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