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JUAN CARLOS DE SANCHO
Miércoles, 29 de septiembre 2021, 02:00
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El cuerpo de España, extenuado por el caciquismo y por desuso de toda acción política saludable, viene a ser presa del morbo clerical, que desde los primeros tiempos de la Regencia comenzó a extenderse, y ya se corre formidable de la epidermis a las entrañas de la nación.......Falta exponer el carácter social del clericalismo que con formas modernizadas nos invade ahora, y que nos ahogará si no ponemos toda nuestra energía en la empresa de contenerlo, ya que no de destruirlo. Benito Pérez Galdós, 'Heraldo de Madrid', 9 abril de 1901
Balzac y Stendhal en Francia, Dickens y Thackeray en Inglaterra, Dovstoyesky y Tolstoi en Rusia son en el mundo entero entes vivos, gestores sin par de la actualidad. ¿Por qué, entonces, en el caso de Don Benito Pérez Galdós, esa integración intelectual y social no se ha producido completamente? La gran filósofa republicana María Zambrano argumentó en su tiempo que Galdós había descubierto «el secreto de la íntima estructura de España» y esa total clarividencia honorable del mayor novelista español después de Cervantes ha marcado su destino.
Galdós sigue siendo un escritor maldito, se habla mucho de él pero se lee poco; creo que sigue habiendo cierto interés en algunos círculos para que se lea poco, es un autor muy molesto para el Poder en todas sus configuraciones. Señaló el mal de España desde la nucleogénesis del fenómeno. Toda su obra es política, políticamente incorrecta. Tuvo entonces muchos enemigos y los sigue teniendo ahora, esa buena capa que todo lo tapa. No es fácil encontrar sus obras en librerías. Muchos ventrílocuos profesionales, incluso académicos, han querido edulcorar su radical discurso ético, estético y político, y han adulterado su mensaje agitador hablando por él, tutelando o escondiendo sus mensajes de innovación y recambio de los valores caducos que enferman desde tiempos pretéritos a España.
Galdós quiso mejorar España en toda su obra, propone un cambio en la manera de ser de los españoles. A Don Benito le preocupa la voluntad como motor de una acción innovadora a la que es previo un conocimiento de lo bueno y lo malo. Para el universal escritor canario lo esencial no es reformar tal o cual ley, tal o cual institución, sino transformar nuestra manera de ser, es decir vivir en la realidad y no en la ilusión. España es para Galdós un país que le gusta aparentar, un lugar de frenesí y delirio con capacidad de disimulo y potencia para fabricar caretas superpuestas, al margen del sentido, es decir de la finalidad y la plenitud.
Galdós no se andaba con chiquitas, cada novela, cada obra de teatro, es el desarrollo de una significación ética, señalando un mal congénito de España. Nunca separó sus personajes del conflicto ideológico en que se ven envueltos. En Gloria, Don Benito hace tesis sobre el fanatismo, ignorancia y autoritarismo, contra el que se rebela el personaje al no renunciar a su propio criterio. Galdós escribe con ideología, se la juega, se enfrenta al mal de España sin rodeos. Cuando Casandra asesina a Juana de Samaniego las fuerzas reaccionarias, ultracatólicas, hacen lo imposible para que no le concedan el Nobel en 1912 y lo consiguen. Galdós era para esas fuerzas del oscurantismo un antiespañol. Ciento veinte años después han vuelto al Parlamento.
Para Don Benito la actividad española en todos los sentidos- religioso, moral económico y político- engendra formas vacías de contenido, meras apariencias. Esta manera de ser produce, para Galdós, sus más fatales consecuencias en la zona religiosa y moral ya que para el escritor canario el espíritu cristiano ha sido suplantado por el dogma, el rito y el verbalismo. Galdós es un reformador de esta España enferma de sí misma, miope, que ignora su enfermedad y no le pone cura.
El director teatral Ferran Madico, consciente de que Galdós considera que este extravío moral no es el mal sino la ignorancia del acervo espiritual que cada ser humano lleva dentro (o sea la manipulación de la mente desde la ignorancia del manipulado) vuelve a poner en escena 'Electra' de Galdós un siglo y unos años después de su escandaloso estreno en Madrid en Enero de 1901. Del teatro Español Galdós salió a hombros, parte del público gritaba enfervorizado desde las butacas: ¡Abajo los jesuitas! La obra creó una crisis de gobierno. Galdós había tocado la herida de España, señalando su llaga más profunda: la intolerancia, la intransigencia, el fanatismo, el doctrinarismo, los dogmas intocables, el diluvio clerical.
Cuando me senté en la fila 12 del Teatro Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria sentí cómo revoloteaba sobre el público un canario sin jaula venido de otro tiempo, nacido en la calle Cano en 1843. Se me posa en el hombro y me dice susurrando: «lo que va usted a ver dentro de un momento es la representación de un despropósito muy español que se alimenta del suelo por dos grandes raíces: una que está en las sacristías, claustros y locutorios de monjas y otra que se fijara en las tabernas donde se reúnen los voluntarios realistas. Ándese con ojo y no pierda la chispa, que en eso andan ocupados estos desaprensivos, en apagarnos la luz propia».
'Electra' es un haz de luz en el escenario. Clara Chacón interpreta con arte la metamorfosis de su inocencia, atravesando escenarios reales y virtuales del tiempo imaginario, desde la ingenuidad a la ofuscación, desde el equilibrio mental a la temporal locura para volver finalmente restituida a la realidad que se merece, emancipada. Todo el elenco de actores y actrices se mueven en una calculada sinfonía, parecen danzar dialécticos y profundos alrededor de símbolos imperecederos, argumentado el delirio español: el dinero, el poder de las congregaciones religiosas, la complicidad de la aristocracia, la corrupción interesada, el fanatismo, la impermeabilidad ante al discurso del otro.
El director y los actores desvelan un mal ancestral de España que parece perpetuarse, enquistarse sin remedio. Un botafumeiro bendice con humos sagrados el dinero que Cuesta reparte a mansalva, Pantoja recoge el suyo y zarandea su bolsín a ver si está lo convenido para financiar la congregación donde secuestrará a Electra, si pudiera al país entero. Muchos son los efectos audiovisuales que modernizan y actualizan el discurso galdosiano: sabe el director que los pantojas vuelven a ocupar los escenarios públicos. En España el pensamiento tarda siglos en cambiar: «llegará la Democracia a nuestro país pero tardará años en instalarse. Somos una monarquía teocrática»- determina Galdós. Máximo, la conciencia ética, se rebela, es una autoridad moral, la ciencia contra la superstición.
A la salida hablo con Pantoja, lo miro pero ya no me asusta, ahora se llama Antonio Valero, un gran papel el suyo. Los nuevos pantojas quieren arruinar de nuevo este país de apariencias y dislates pero el canario sin jaula no lo va a permitir si seguimos leyendo con sentido y profundidad sus propuestas innovadoras, asistiendo inseparables a su teatro de la realidad y la razón. Luchemos contra la sinrazón y que 'Electra' ilumine el porvenir. No hay otra, suprimamos juntos la intolerancia mientras retumba el volcán.
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