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JUAN CARLOS DE SANCHO
Las Palmas de Gran Canaria
Sábado, 5 de junio 2021, 02:00
Nos encontramos en el Jamaica, teníamos que ir muy lejos para hablar de metáforas. Antes fue una gasolinera y ahora una cafetería-terraza. Bob Marley volaba como una isla portátil, repartiendo aromas de café y hierbas aromáticas, pese a las mascarillas y la pandemia. Le cuento al pintor Manolo Yanes y también al poeta Roberto Toledo mi interés por el dibujo que con tanta frecuencia va a la par de la reflexión sobre la poesía. Les comento que el dibujante escribe en el lienzo y que no abundan los que dibujan, es un arte que tiene que ver con el devenir, con lo que no puede decirse con palabras, requiere por tanto unas dotes precisas y delicadas de observación y ejecución.
Las líneas del buen dibujante hacen brotar la vida que ha podido perder figura y fondo, incluso corregir los malentendidos que generó nuestra conciencia. Si hubiera alguna certera evidencia el dibujo podría retenerla, incluso darnos noticias de su apariencia real o imaginaria.
A los tres nos gusta pensar. Les leo un texto de Yves Bonnefoy de su libro 'Apuntes sobre el dibujo': «... Pero hace falta también que el dibujante sepa ver la hierba de la montaña, la que resiste a todos los vientos pero se abre a las flores más simples, entre las últimas placas de nieve. Y también hace falta que acepte que el viento pasa y que la huella se desvanece». Pedimos tres tés, este test a tres.
Manolo Yanes dibuja en la servilleta un cuerpo apolíneo. Concordamos los tres que el dibujo es el fundamento del arte; estaba al corriente de este asunto el hombre primitivo sin saberlo, pero dejó constancia de sus visiones y apariciones. Pasa un pájaro antiguo y nos cuenta: «Dibujaba entonces sin conocer las palabras».
Manolo Yanes: «La mitología es una metáfora. Todo lo que no sea racional es una forma de explicación. Es una necesidad humana de fabular o trascender».
Les recuerdo a mis amigos tinerfeños una certeza de Galdós: «Es la ficción la que crea la realidad». Hablamos de la necesidad de reinventar la mitología, recuperar lo trascendente, lo que algunos llaman la utilidad de lo inútil y la importancia del dibujo en ese proceso de desvelar el enigma que rodea el arte con nuestras propias vidas. John Berger pensaba que un dibujo es un documento autobiográfico que da cuenta del descubrimiento de un suceso, ya sea visto, recordado o imaginado.
Qué importante es el dibujo. El boceto te da todo, es la realización absoluta de lo que luego será una estatua, una catedral o el propio dibujo final como ideal de belleza. La idea artística, aun invisible, soñada, necesita de la mano, la mano del lápiz o el carboncillo. El boceto es el dibujo de la idea final, llama después al color, a la imagen que imaginó el artista en abstracto. El artista dibujante nos propone una utopía, igual que el niño en sus primeros garabatos, cuando intentaba traducir lo que miraba y le quería dar forma. El dibujante imagina su idea conceptual o de belleza y su cerebro le manda a su mano que su inclinación artística ordene, visualice y desarrolle la noción esperada, la propuesta innovadora.
Roberto Toledo: «Necesitamos la poesía del dibujo, dar un salto cualitativo dentro de este nihilismo que nos paraliza y eclipsa la belleza. Manolo Yanes reinventa la mitología. Mantiene el interés por la figura humana, lo apolíneo, el sentido de la belleza clásica, griega, la proporción, la armonía, su reflexión está siempre en el ser humano, la suya es una pintura que te lleva a la reflexión».
Juan Carlos de Sancho: «¿Podremos crear un nuevo lugar en el Universo o ya está todo inventado? ¿Es posible todavía un nuevo Renacimiento o reinvención del mito en una sociedad eminentemente pragmática o tecnológica?».
Manolo Yanes: «Para mí, sí, imprescindible. Es mi manera de hablar. El arte es una necesidad personal. El ser humano tendrá siempre necesidad de expresarse, de entenderse, explicarse. Heredamos las dudas de siempre, se desdibujan a menudo las pocas certezas que tenemos. El mundo clásico creó una mitología prodigiosa, llena de significados. Yo continuo esa tradición, los artistas sostenemos y cuidamos la utopía.
Vivimos en una sociedad bombardeada por imágenes, sobre todo imágenes en movimiento. Estamos saturados de información y no hay tiempo para la reflexión desmenuzada; se opina mucho, se piensa poco. El arte abstracto también ha ocupado las salas y museos durante décadas, propuso una nueva mirada, la liberación del arte respecto al tema, el material como lenguaje autosuficiente e independiente de la reproducción de objetos reconocibles. Los dibujos de Manolo Yanes, su pintura, proponen nuevas diligencias, otros atrevimientos, otros retratos del mundo y sus personajes. Roberto Toledo conoce los alegatos de Yanes, los lugares de su imaginación dibujada».
Roberto Toledo: «Se desdibujó el cuerpo en el lienzo, estuvo como desaparecido. Después de la Primera y Segunda Guerra Mundial se desvanecieron en pocos años millones de seres humanos, todos asesinados y la abstracción encontró sus mejores reflejos en los campos de batalla. Ocurrió una destrucción masiva y eso conmovió al arte en su conjunto. Me imagino que muchos artistas quedaron colapsados».
Juan Carlos de Sancho: «Creo que esa hecatombe, ese gran fracaso de la Humanidad generó en los artistas un nihilismo de gran alcance, una desconfianza absoluta en el ser humano. Nietzche pensaba que los pensamientos son las sombras de nuestros sentimientos, siempre son más oscuros, más vacíos, más simples que estos. Aquellas terribles guerras tuvieron que dejar a aquellos artistas del momento en un estado de 'shock' absoluto, todas las utopías cayeron en saco roto, la realidad era terrible y se impuso lo abstracto como lenitivo. Había que inventar otra cosa, pero ¿por dónde empezar?
Pienso en Leonardo da Vinci mientras nos sirven los tres tés. Siempre me gustaron los dibujantes, los atrapa- sueños, los que redibujan la realidad y la reinventan. Pienso en el Tao Te King: «La vía que puede enunciarse/ No es la vía para siempre, / El nombre que puede nombrarla / no es el nombre para siempre». Cuando entras en la exposición 'Metamythologia' de Manolo Yanes vuelves a ver la figura humana en su esplendor alegórico, una relectura subjetiva de diferentes personajes mitológicos. El tiempo responde aunque no le preguntes y Yanes propone una relectura de los mitos y fábulas».
Manolo Yanes: «Todo es relativo. Con el tiempo todo se descubre. Depende de por qué estás haciendo lo que haces. Estoy al margen de lo que se supone debe hacer un artista contemporáneo. La Vanguardia se ha convertido en un negocio y los criterios son excluyentes. Los cuadros de Yanes no solo son perfiles físicos, son presencias que nos liberan de esas explicaciones demasiado simples y precipitadas. Es un gran dibujante, de alta escuela. Para él dibujar es como ir lejos, trabaja con ideas profundas y elaboradas, procura que todos los sueños que están posados en las ramas alcen el vuelo y cubran con el batir de sus alas y con sus gritos el fruto del árbol del mundo (Yves Bonnefoy). Le comento a Roberto Toledo que la obra de Manolo Yanes se debería explicar desde la poesía, sus cuadros son poemas.»
Roberto Toledo: «Cuando acudes a una exposición de Yanes caes en la cuenta que el mito crea una mística, una poética. La mística crea religiones, civilizaciones, culturas. En la figuración de Manolo se revela la potencia de la imaginación, de lo inasible. El mito es absolutamente necesario para refundar un imaginario que nos devuelva la dimensión de lo humano. Estamos, de alguna manera, creando el anti-mito en el pragmatismo y en el mecanicismo. Nos hemos vuelto tan cartesianos que nos hemos despoblado del concepto de ánimas, del concepto de ánimus y es importante recuperar esas potencias que nos conectan con el animal que somos».
Manolo Yanes: «Mi vida también está ahí en esas figuras, a veces de forma premonitoria. Toda mitología relata los atributos y odiseas del cuerpo, como toda mística. En una época como la actual, cuando la globalización atenta muchas veces contra la identidad de las diversas comunidades étnicas y sociales, quizá sea el momento adecuado de que hablen los dioses una vez más, sus Metáforas. ¿Por qué no revisar los sistemas de ideación más antiguos, de manera que al no estar directamente comprometidos con ellos aprendamos en perspectiva bastante más sobre nosotros mismos? Nuestras creencias fundamentales están en banca rota, un pensamiento único devora, como Moloch, nuestras individualidades asustadas».
Roberto Toledo: «Los círculos de la mirada y de la vida se convocan a través del mito. Todo proceso creativo se sostiene sobre la respiración de un mito. Solo los sueños y los mitos nos permiten resolver lo que es inaccesible a la razón. El mito es ese lugar donde podemos sacrificarlo todo sin perder nada».
Juan Carlos de Sancho: «Me gusta la interpretación alegórica, no solo las verdades probadas y aceptables, me atrae también la idea de la utilidad de lo inútil, lo que para unos tiene que ver con esos procesos propios del alma y para otros de la psique. Echo de menos la mentalidad ingenua y estética, no utilitaria, lo que conmueve no por sus beneficios prácticos sino por los espirituales, sensibles».
Giro la cabeza y veo sentados en distintas mesas del Jamaica a Edipo, Electra, Sísifo, Ícaro, Aura Mazda, Thor, Perséfona, Urano, Crono, Gea, Hades, Hermes, Dionisio, Afrodita, Artemisa, Minerva, Fortuna, Júpiter, Vesta, Neptuno, Cibeles... La camarera flota, se asombra por tanto resplandor reunido. Le cuento a Manolo Yanes cómo ha conseguido tamaño prodigio. Me dice que «te dije antes que todo es relativo y que con el tiempo todo se descubre, esto que ves me parece un intercambio productivo, necesario, enriquecedor». «Es lo que tiene poseer una mirada viajera, oblicua, son las felices coincidencias de la fantasía» -me aclara liviano Roberto Toledo-.
La diosa Aurora ha llenado con su jarra nuestros vasos de su resplandor del rocío. Ícaro sube y baja por la sombrilla, evitando derretirse.
Roberto Toledo: «Aquí y en este preciso momento podemos seguir indagando con la mirada y sentirnos partícipes del misterio de la creación. Si no hay mito no se puede construir el imaginario de una civilización, de una cultura».
Manolo Yanes: «¡Vaya tarde amigos, me siento unido a las raíces de estos seres imaginarios, me bebo el rocío de Aurora. Brindemos por lo invisible e imperecedero!»
Se escapan de las manos de Zeus las pequeñas y velocísimas Nikes mientras él amontona las nubes refulgentes de la tarde insular. Desde la perspectiva de la creación de una nueva sociedad mejorada creo que deberíamos impulsar nuevos núcleos de ideación, recuperar raíces universales, estudiar los documentos y los distintos vestigios históricos que dan cuenta de la existencia del mito que ha ido conformando nuestra civilización y nuestra psique, valorar con mayor interés las creencias básicas de cada pueblo, sus iconos ancestrales tan llenos de sabiduría, no para dirigirnos a un culto común sino para sustraernos de tantas angustias y fracasos. En momentos críticos la reinvención del mito será nuestra propia reinvención.
Recupero a Yves Bonnefoy para concluir esta noche de escrituras y dibujos, necesito dar forma final a una intuición que me llevó hace unos días a la exposición 'Metamythologias' de Manolo Yanes. Escribe el ensayista y poeta francés: «Dios está a tal punto ausente en las palabras que hay que ser ateo, por simple prudencia, pero ¿y si apareciera en el dibujo, pese a todo, por la gracia de un trazo que se quiebra, de una luz que salpica?»
Esto y algo más pude experimentar hace unos días en la sala S/T de Las Palmas de Gran Canaria. Ahora la tarde nos difumina en el Jamaica subidos en tres caballos alados y lo dicho queda así relatado. «Esto es la respiración del espíritu» -determina Ícaro-.
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