Nathalie Poza | Actriz
«Para mí, hay más verdad en el escenario que en la vida»La actriz Nathalie Poza protagoniza 'Un tranvía llamado deseo', obra cumbre de la dramaturgia | En gira desde hace casi un año, llega ahora al Teatro Cuyás
La carrera de Nathalie Poza (Madrid, 1972) está salpicada de éxitos a fuerza de trabajo, constancia, talento y buenas elecciones. Puede que exista el componente suerte, pero eso también se trabaja. Ganadora de dos premios Goya, habitual en cine, televisión y teatro, dice que nunca se trabaja tanto como parece en el mundo de la interpretación. Siempre hay miedo frente a un parón, vértigo frente al público y la crítica. Entre preparación, estreno y gira, lleva más de un año en la piel de Blanche DuBois, protagonista de 'Un tranvía llamado deseo', de Tennessee Williams, Premio Pulitzer 1948. Bajo la dirección de David Serrano, Poza comparte escenario con Pablo Derqui (Stanley Kowalski) y María Vázquez (Stella Kowalski).
Publicidad
–'Un tranvía llamado deseo' en 2025, ¿qué ofrece?
–Cuando nos decís eso siento la exigencia de tener que traer algo, no sé, futurista. He escuchado en alguna ocasión que es una obra que necesita una revisión, pero nosotros llevamos una obra muy fiel al texto original. Hemos intentado ser lo más fieles posible a lo escrito por Tennessee Williams y precisamente porque resulta de una vigencia radical, eso es lo hermoso de los clásicos. He tenido la fortuna de poder poner en pie esta obra y de poder estar al servicio del texto, que será eterno. Y ojalá se siga haciendo y haciendo. Y evidentemente, le ponemos el cuerpo y la vida los que estamos en el escenario. Creo que precisamente porque no la hemos tocado demasiado, no la hemos cambiado ni de época ni de espacio, pero hay algo que nos hace mirar al pasado desde el lugar en el que estamos dándonos cuenta que hay muchos asuntos que no se han resuelto y que nos siguen interpelando como seres humanos que somos. La ausencia de compasión, la violencia de género, el sistema capitalista tan despiadado, si ya lo era entonces y estaba en pleno auge, ahora mismo que está en plena decadencia, pues imagínate lo que nos provoca la función. Kowalski no deja de ser un inmigrante que quiere reafirmar constantemente su identidad para poder abrazar ese sueño americano que parecía tan prometedor. ¡Y mira en lo que se ha convertido todo esto! Creo que es una función que es muy justo que se traiga al momento presente. A mí me sigue resonando el texto quizás mucho más que cuando lo estudié con veintipico años; y como mujer ni te cuento, porque todavía hay que poner en el centro de la escena que ser mujer hoy sigue siendo vivir peligrosamente, de alguna manera sigue siendo un peligro; y si eso se ha superado, pues que se nos caiga el teatro encima, pero me temo que no.
–Sí, estoy con usted, la obra tiene una vigencia total. Tennessee Williams fue un visionario y un genio. Si nos centramos en su papel de Blanche, ¿qué supone ponerse en su piel?
–Pues un gozo tremendo, porque cuando un texto es tan exquisito cobra sentido el oficio que he elegido. Evidentemente con los vértigos que te produce afrontarlo por el respeto que me provoca y por la seriedad que implica, pero al mismo tiempo te lo pone fácil porque está muy bien escrito. Precisamente por eso hay que hacerlo sin temor y sin expectativas, que es como hay que salir al escenario y como habría que vivir si pudiéramos ser tan sabios o si fuera tan seguro vivir como es salir al escenario, donde sabemos que podemos bajar y que no vamos a morir ahí arriba. Pero la vida siempre es más vertiginosa. Yo acompaño al personaje e intento no superarlo y honrar la palabra de un autor que nos ha regalado un texto caleidoscópico. Cada escena es un universo, en Blanche soy todas las mujeres imaginables, está llena de humor la obra, pero es una tragedia también, lo tiene todo. Así que para mí cada vez que la pongo en pie, cada función, es un viaje, es un tranvía deseado.
–La idea del montaje fue suya. Una obra de tres horas de duración en estos tiempos ya no es lo habitual. ¿Por qué este empeño?
–No fue un empeño, realmente fue como un impulso muy fugaz. Me preguntó David (Serrano) '¿qué te gustaría hacer Nathalie?', y me salió del alma, le dije, 'pues mira, el tranvía siempre está ahí'. A veces uno verbaliza lo que desea y cuidado con lo que verbalizas porque de repente pasa. Evidentemente, si el deseo es real y tienes la suerte de tener delante a la persona adecuada o el compañero de viaje perfecto, pues se produce la magia y con David ha sido así. David es una persona muy honesta, muy íntegro, así que pude dudar medio segundo, pero me dijo 'vamos a por ello' y a la semana ya tenía medio levantado el proyecto. Y entonces casi me da algo. Pero ya no había vuelta atrás; y aquí estamos, hay que cumplir los deseos, sobre todo cuando la motivación es tan bonita. Aunque tengo que decir que es un deseo original de María (Vázquez): 'deberíamos ser las hermanas del tranvía', me dijo. Y tuve la suerte de que pasados unos años, cuando le planteé el proyecto de David, estaba libre y seguía queriendo hacerlo. Para mí es un tesoro que me da María, es la mejor actriz que conozco y la mejor compañera imaginable, perfecta.
–En el imaginario colectivo está la versión cinematográfica; grandes del teatro nacional e internacional han sido Blanche. ¿Se ha inspirado en ellas? ¿Ha preferido hacer el papel solo suyo?
–Las dos cosas. Por supuesto intento siempre ser muy fiel a mi intuición y a mi manera de entender este trabajo. Con los años que llevo en esto creo que uno tiene que seguir el camino propio y escucharse, detectar muy bien desde dónde quieres hacer las cosas, porque solamente se puede trabajar desde uno, la particularidad que somos cada uno en nuestras motivaciones. Si no se convierte en una copia de lo que otros han hecho y está vacío de contenido y no hay amor ahí. Pero es cierto que siempre abrazo todas las inspiraciones posibles y afortunadamente somos también consecuencia de todo lo que hemos visto y lo que nos ha enamorado, y yo por supuesto tengo las películas, porque no solo hay una. La ví hace muchísimos años en teatro, y me dejó impactadísima. Y la he leído mucho. Al ser bilingüe es un juego muy divertido con los dos textos y ver cómo suena en inglés y luego cómo se puede traducir de la mejor manera posible. Y me ha gustado muchísimo la versión que ha hecho David.
Publicidad
–Habla de suerte, ¿no será más bien olfato para trazar una trayectoria profesional impecable? Es verdad que pueden pasar mil cosas en la vida, pero la suerte hay que trabajarla.
–Muchas gracias querida, yo te lo agradezco en el alma. Yo creo que es una mezcla de las dos cosas, tienes toda la razón y no debemos menospreciar lo que ponemos nosotras en nuestros recorridos vitales porque para mí el trabajo y la vida van muy a la par. Tienes toda la razón, no hay que subestimar nuestra capacidad de detectar nuestros deseos. Si con 20, 30, 40 años hubiera detectado internamente ¡qué quieres realmente!, hubiera dado otros pasos. Pero creo que profesionalmente he sido más coherente porque quizás ahí me he entendido mejor con la vida desde el punto de vista del oficio. La vida me parece más complicada, pero ya la voy entendiendo. Por eso muchas veces digo que si viviéramos como actuamos, porque la vida se pareciera más al teatro, seríamos más felices. Hay más verdad en el escenario que en la vida y detectamos muy bien qué necesita un personaje pero muchas veces las actrices no sabemos detectar qué necesita la mujer que somos en la vida real.
Publicidad
–Más de una vez ha expresado cierta inseguridad frente a sus trabajos, algo así como el síndrome del impostor.
–Es que imagínate que yo lo tuviera todo clarísimo, que pensara que soy extraordinaria, que por qué no. Pero tiene que ver con tener claro lo que quieres en la vida. Y no estoy hablando de ambición, estoy hablando de deseo, de deseo profundo, de detectar bien hacia dónde vas, qué necesitas tú, no qué se supone que tienes que necesitar o qué te dicta la sociedad, la familia o lo que sea que uno se imponga como una voz que no es la propia. Yo creo que eso es madurez, conectar con tu propia intimidad, eso es para mí la madurez, y eso es un viaje vital que estoy recorriendo. Y esa voz del impostor o como queramos llamarla, yo cada día le bajo más el volumen. Ahora tengo una capacidad de discernimiento mucho más clara de lo que quiero, lo que no quiero, y me da miedo también ser justa con lo que necesito aunque sea difícil, aunque no sea quizás lo más conveniente para los demás. Y también es que es más solitario este oficio, es muy solitario apostar por lo que uno necesita o quiere, nada te asegura que vayas a estar protegida; no es un trabajo estable, no es un oficio estable, siempre hay que empezar desde cero y eso lleva al síndrome del impostor. Es que en cada trabajo que haces te tienes que volver a desnudar, tienes que volver a ponerte como un escritor frente a una página en blanco, por mucho que haya trabajado el día que me puse delante de 'El tranvía' dije 'guau, ¿y cómo?'. Pero bueno, por mi experiencia sé que se empieza de nuevo desde ahí, desde no saber absolutamente nada.
–¿Y ser mujer y en la cincuentena lo hace más complicado?
–Siempre es más difícil, siempre ser mujer es más peligroso, se nos pide siempre el doble y se nos paga la mitad. Siempre estamos en desventaja e intentando coger nuestro lugar.
Publicidad
–Hemos hablado de teatro, pero el cine le ha dado dos Goya, ¿hacia dónde camina?
–Acabo de ver 'Los Tortuga' de Belén Funes, una película increíble, y habla precisamente de que vivir para una mujer es peligroso. Y 'Los domingos', de Alauda Ruiz de Azúaes, también es magistral. Hay un cine ahora mismo dirigido por mujeres absolutamente brutal, me siento rodeada de excelencia, de coraje, de inteligencia, de pensamiento excelente. Y me gusta, no tener miedo a buscar la excelencia para nosotras. Aunque siento que nuestra sociedad está más desestructurada, que nunca estamos viviendo un momento muy doloroso, pero es una oportunidad de oro para contar desde donde necesitamos, de una manera más radical que nunca tanto en el cine como en el teatro. No es fácil pero creo que cuanto más desestructurado está todo, más trabajo tenemos.
–¿Y dónde le gusta más contar?
–En cine, en teatro, en televisión.Me gustan todas.Siempre he convivido con los tres medios, aunque uno va donde hay trabajo y donde toca. Cuando estoy haciendo teatro echo de menos el cine; cuando hago cine echo de menos el teatro... Las tres disciplinas tienen ritmos muy diferentes, por eso es fascinante. Tienes que poner instrumentos al servicio de disciplinas diferentes y a mí me encanta ese juego; me gusta mucho también la televisión, sus ritmos frenéticos, cuando las cosas se alargan en el tiempo. En el cine todo se condensa de una manera más intensa; las familias que se producen si tengo la suerte de poder elegir y estar muy bien rodeada, pues eso que se lleva uno durante un tiempo específico, porque luego todo eso se pincha como un globo y se queda uno muy vacío. Pero es muy bonito ir viajando de una disciplina a la otra, me gusta mucho, mucho. Ojalá me dure.
Regístrate de forma gratuita
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión