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Abel y Lukas

Lunes, 26 de junio 2017, 08:00

La amistad entre un niño con una existencia atormentada y un animal se puede considerar como un subgénero cinematográfico. El listado de producciones que se desarrollan en torno a este tipo de relaciones es amplio y el enfoque de las mismas resulta muy variado.

El cineasta andaluz Gerardo Olivares cierra con Hermanos del viento una especie de trilogía en la que los niños encuentran una vía de escape junto a unos animales. Tras los lobos y las orcas –en Entre lobos y El faro de las orcas, respectivamente–, el protagonista de esta coproducción europea, Lukas, comienza a ver la luz al final del túnel junto a una cría de águila, a la que llama Abel.

Rodada en el valle de Defereggen, en el tirol austríaco, Hermanos del viento es una película con dos capas.

Por un lado está la naturaleza, que el equipo encabezado por Gerardo Olivares rodó de una forma primorosa. Junto al empleo de 17 águilas reales de un centro de recuperación, el filme incluye espectaculares tomas del paisaje alpino y de su fauna. El equipo técnico de Hermanos del viento, incluso, ha patentado una cámara especial con la que rodaron los vuelos de las águilas.

La otra capa consiste en el retrato del drama humano de sus protagonistas. Sobre todo de Lukas, cuya relación con su padre se vino abajo tras la pérdida de su madre.

El problema es que las dos vertientes del filme no casan. El guion no logra unir, de una forma natural y creíble, la belleza de la madre naturaleza con la historia humana. Por más que se haya querido dar un toque de fábula, el conjunto cojea.

A pesar de ello, el filme es una propuesta más o menos correcta para niños y adolescentes fascinados con el mundo animal.

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