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El timple en el conservatorio

El timple en el conservatorio

En la década de los noventa, José Antonio Ramos, Benito Cabrera y yo, de la mano de Miguel el Colorado (mi casi tocayo de nombrete), nos acercamos al Gobierno de Canarias con la propuesta de introducir el timple en el conservatorio.

Domingo Rodríguez el ‘Colorao’

Jueves, 1 de enero 1970

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Recuerdo que tanto Jose como yo llevábamos una hoja doblada en el bolsillo donde teníamos apuntadas las ideas que queríamos exponer; cuando Benito echó mano a su maletín y extrajo un manojo enorme de papeles escritos con letra bonita donde había un proyecto curricular bien presentado, adaptado para el timple de otros proyectos curriculares de diferentes instrumentos similares, nuestras hojitas de ideas se empequeñecieron, no por pequeñas ya que las ideas eran mucho más grandes y novedosas que el papel, más bien fue debido a que, si los políticos del momento no mostraron interés en un proyecto correctamente presentado en época de crecimiento económico donde el dinero parecía caer del cielo, era debido a que no estaba en sus planes, o tal vez que no era el momento.

Digo esto porque ahora que la economía no está tan boyante si la comparamos con aquella esplendorosa e histórica época, parece ser que sí, que hay ganas y voluntad de que el timple esté de una vez por todas en el conservatorio, o sea, que si me gusta el timple puedo estudiarlo de forma oficial y tener una titulación tan válida como la de guitarrista, pianista, cuatrista, gaitero, violinista, etc., aunque solo sea en el ámbito de nuestra comunidad, como lo es la gaita en Galicia, la triquitixa en el país vasco y un largo etcétera de instrumentos locales que se han expandido al mundo engrandeciendo a sus países o comunidades de origen a través de su música representada en un instrumento musical identitario tal y como lo es el timple en nuestra comunidad.

Ahora bien, el timple ha evolucionado a la par que sus intérpretes y seguirá ese camino a medida que las futuras generaciones sigan pisando el acelerador de esta caminata colectiva. Son los intérpretes, los timplistas actuales, los que deben tomar las riendas y plantearse como queremos conducir este carro. Lo digo porque he oído a muchos frases como: «Andrés Segovia empezó a adaptar repertorio de los grandes clásicos a la guitarra y de ahí nació la guitarra clásica; el timple necesita pasar por ese proceso». No nos equivoquemos, el timple y nuestra música existe mucho antes que nosotros y siempre han marchado a la par. La guitarra flamenca es admirada y escuchada en el mundo entero y no ha necesitado este proceso, el tres cubano, el cuatro puertorriqueño, el charango y muchos más instrumentos no han tenido que hacer esas adaptaciones para ser ricos en su esencia y para ser conocidos en el mundo, la ‘guitarra española’ no es solo conocida por su repertorio clásico, eso es solo una parte más de sus múltiples facetas, y no es precisamente la faceta clásica de la guitarra lo que goza de más aceptación popular. No quiero decir con esto que transcribir a los clásicos para timple sea malo, es solo un proceso más que irá apareciendo a medida que vayamos avanzando pero no es necesario para que el timple y otros instrumentos identitarios brillen por sí mismos. Si reculamos en la historia de nuestro camellito veremos cómo estas incursiones en la música clásica ya las hicieron Rojitas, Aldana, Casimiro y más timplistas de la época y precisamente es lo que menos se recuerda de ellos.

El que el timple entre en el conservatorio es una alegría inmensa para los timplistas y para los canarios en general pero ahora precisamente es cuando debemos andar con ojo para elegir el camino, para continuarlo como hasta ahora, donde todos hemos visto su lógica evolución. No es solo conservarlo, es expandirlo, no es mantenerlo sino agrandarlo. Es avanzar reflejándonos en lo que hemos sido dirigiéndonos hacia lo que podemos y queremos ser a través de él; es pasado y futuro que se va labrando con el presente sin obviar su raíz popular. El timple es quien estaba y estará antes y después que nosotros los que somos timplistas gracias a él. Nosotros no lo inventamos sino que lo encontramos... ¿o fue él quien nos encontró?. En parte somos como él nos ha formado, somos nosotros los que le debemos; él continuará cuando no estemos y nos habrá ayudado a estar y a ser mejores, a sentirnos vivos mientras podamos disfrutarlo. Es una de las herencias que este pueblo nos ha dado y que ha puesto en nuestras manos para que la mimemos, la cuidemos y la transmitamos de manera que las futuras generaciones la reciban crecida pero intacta.

El timple ha crecido y seguirá creciendo a través de sus creadores, intérpretes, compositores, orquestadores, público. Nuestro timple está en el momento de mirar al mundo sin complejo, sabiéndose diferente pero no limitado, como cualquier instrumento musical, con sus limitaciones y sus ventajas, mirando de frente, conversando amigablemente con otras músicas, fusionándose al igual que Canarias, que los canarios, con voz e identidad propia pero sin chovinismo.

Estamos de enhorabuena: se va a dar otro pasito en la historia del timple y hay que darlo con cautela, con la humildad que la situación requiere. Creo que el Gobierno de Canarias ha cumplido bien con su cometido al apoyar esta iniciativa y a nosotros nos toca trabajar colectiva e individualmente por y para el timple, que es quien tiene el verdadero mérito de todo este proceso y es el auténtico protagonista.

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