Viaje escénico al origen del acoso escolar
La repercusión mediática generada por unos casos que han tenido un final mortal ha sacado el acoso escolar de su ámbito natural: el silencio. Incluso, hasta el punto de que este drama parece contemporáneo, cuando el sufrimiento del joven que es diferente o débil a manos de sus compañeros de pupitre es tan antiguo como la propia existencia de la educación pública y privada.
El montaje escénico La caricia perdida, cuyo estreno se desarrolla este viernes y sábado, a partir de las 20.30 horas, en la Sala Insular de Teatro (SIT) de la capital grancanaria, aborda esta realidad «desde una óptica diferente», según apunta el director Luis O’Malley.
«El productor Raúl Morán, de Ángulo Producciones, me llamó para que dirigiese la obra. El acoso escolar es un tema que se trata mucho en el teatro y creíamos conveniente abordarlo de una manera diferente. Ahí radica uno de los grandes aciertos del texto que ha escrito Victoria Oramas. Ha situado la acción en los años 60. Por lo general, las propuestas actuales suelen estar destinadas al alumnado, sobre todo. Pero esta obra tiene la capacidad de concienciar también a los adultos, para que los padres vean reflejada una realidad que vivieron y viven ahora también sus hijos», explica el director grancanario.
La obra, señala, se desarrolla en torno a «los problemas» que rodean a tres jóvenes «dentro de un aula». «Pero se habla desde la voz poética de un adulto, lo que ayuda a poner en situación», comenta.
De esta manera, esta propuesta desarrolla una parte «catártica» y otra más reflexiva, que entronca «con uno de los principios fundamentales del teatro desde sus inicios». «Invita menos a aleccionar y más a la reflexión, a modo de espejo de la sociedad», apunta.
O’Malley se considera un afortunado por desarrollar sobre el escenario el texto escrito por Victoria Oramas. «Me interesó mucho desde la primera lectura la poética de Victoria. Es una obra complicada de llevar a escena. Hemos apostado por una propuesta moderna, en la que el concepto metafórico tiene un gran valor», adelanta sobre lo que el público verá en la SIT.
El director profundiza, sin ambages, en el talento de la dramaturga isleña. «Victoria Oramas es una garantía. Tiene una voz y una manera muy particular de escribir. Es muy poética y personal, incluso desde una forma muy visceral. Siempre encuentras un halo positivo en sus textos, ya que en la última página te encuentras siempre con una cierta esperanza...», explica.
El escenario de la SIT se transforma en «una especie de cárcel, con cubos con diferentes pelajes» y donde «la luz» es la que aporta «la vida» dentro de esta compleja y sugerente propuesta.
Kevin Sánchez, Sara Álvarez y Alejandro Rod dan vida a Sebastien, Marcel y Leonard, respectivamente, dentro de La caricia perdida. «A Kevin y a Sara los fichamos nada más comenzar con el proyecto. En la obra de Victoria, los protagonistas son tres varones, pero Sara me daba muy bien el perfil de su personaje. Kevin está en un momento exquisito y tiene un gran porvenir. Alejandro, por su parte, tiene una sensibilidad muy especial y el suyo es el papel más complicado de la obra. Estoy muy contento, porque ha habido mucho compromiso y han abordado el proyecto de una forma muy personal», añade sobre esta propuesta que entronca con una corriente «más social y reivindicativa» que cada día gana más peso en el teatro canario actual.