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Los pasos infinitos de Nuhacet Guerra

Los pasos infinitos de Nuhacet Guerra

Nuhacet Guerra tomó muchos caminos hasta alcanzar su estatus actual en el mundo de la danza. Y todavía tomará muchos más en su búsqueda permanente de crecer en todos los ámbitos. Los mismos impulsos que le han acompañado toda la vida, desde sus pasos iniciales en el barrio de Jinámar.

Jueves, 16 de julio 2020, 15:47

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Guerra se dedica a la danza en Bruselas, donde pertenece a la disciplina de la compañía Última Vez del coreógrafo y realizador cinematográfico Wim Vandekeybus. Allí, a sus 33 años, cumple un sueño. Un ideal que casi llegó en la edad madura, y que contó con el impulso de muchas de las personas que marcan anclajes vitales en su trayectoria personal.

Y es que la danza no fue el primer amor de Guerra. Antes pasó por el fútbol y las artes marciales. Todo lo que sucedió después podría ser catalogado como una casualidad, pero probablemente lo explique mejor el talento.

Hay un Big Bang claro en la vida de Guerra. «Empecé haciendo capoeira con 13 años. Y eso no es danza. Pero allí aprendí hacer acrobacias; tengo una conciencia corporal que no todo el mundo adquiere si no está en la danza desde muy pequeño, pero me topé con la danza a través de las urbanas, del hip pop, cuando tenía 16 años. Y allí fui donde comencé a trabajar con Natalia Medina, en un proyecto que trajimos al Pérez Galdós. Tras conocer a Juan León, que fue mi profesor de danzas urbanas y el que me enganchó a la danza», recuerda citando a unas de esas personas que le han marcado.

Pero para huellas en su vida están sus orígenes. Humildes. De los que gusta hablar como una proyección para futuras generaciones. «Vengo de un barrio en el que no hay prácticamente nada. Allí nadie baila. De hecho, el pabellón que está allí ha estado casi siempre cerrado por reformas. Y hay pocas ayudas. Hay mucho talento. Pero recalco mucho lo de Jinámar porque vengo de allí y no sé porque se nos marca o se nos margina. Yo de pequeño lo pasé mal en el barrio. Había que marcar tu respeto, pero a día de hoy no es así. Vas por el barrio y das con gente muy educada», aseveró.

Si la danza llegó a su vida de forma casual, lo mismo sucedió con las artes marciales. «En el equipo de fútbol el entrenador desapareció con todos los balones y los equipajes. Entonces, en el barrio había un hombre que era Policía Nacional y era un maestro en todas las disciplinas. Luego se tuvo que mudar y no pudimos seguir entrenado», dijo.

Y tras ese momento llegó otro flechazo. «Conocí a mi maestro de capoeira, Jo. Era brasileño. Ya falleció pero gracias a él sé todo lo que sé de conciencia corporal. Pero también me enseñó a vivir. Fue como un padre para mí», recuerda.

Es la capoeira la que lleva a los escenarios. Con su inseparable Jo comienza a trabajar en espectáculos en el sur de la isla, y de ahí pasa a trabajar en los espectáculos del Ballet de Maspalomas, de Conchi Rodríguez.

Pero ahí vuelve a aparecer en escena Natalia Medina. «Me llamó y me dijo que iba a venir un profesor llamado José Reche y que me iba a encantar. Lo hablé con mi padre y no teníamos dinero en aquel momento para pagarlo, pero Natalia me dijo que fuera y que no me preocupara por el dinero. Cuando este profesor me vio me dijo que mi padre fuera a vernos a la escuela. Él nunca me dijo lo que hablaron, pero un tiempo después me preguntó por qué no me dedicaba profesionalmente a la danza. Que aquel profesor le había dicho que yo podría vivir de ello». Ahí la historia se detiene sin grandes novedades.

Pero un tiempo después, su padre fallece en un trágico accidente de pesca. Y Nuhacet decide tomar las riendas de su vida a través de la danza.

Se marcha a Madrid a formarse. Mientras estudia realiza todo tipo de trabajos con los que poder sufragar sus años en Madrid. En esas, siente un día la presencia de su padre que le pide que haga lo que haga con su vida nunca deje nada de lo que empiece a la mitad.

Así ha sido hasta ahora. Tras terminar sus estudios firmó por una compañía alemana. Cuando vio la posibilidad de estancarse presente dio un nuevo giro, y regresó a las islas para tomar impulso para otras aventuras. Hoy trabaja en Bruselas y ha dado la vuelta al mundo con su compañía. Mientras se prepara para estudiar lengua de signos e incorporarlo a su repertorio.

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